25. Un nuevo fin - JULIUS

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"El camino realmente no importa, lo que deseas se encuentra siempre al final."

El olor a sudor y humedad solo era comparable con el de la cerveza. En mi vida había podido visitar una taberna, más allá de en mi imaginación. En VarGóra nos moríamos de hambre y aquí se podía morir ahogado por sumergirse en estos deliciosos venenos.

El mundo transcurría a mi alrededor, pero lo único que me importaba era la soledad de mi mesa y que el mesero siguiera trayendo más bebida.

—¿Qué tal estás, extranjero? —el jefe de la caravana se acerco y habló con esfuerzo por el estrépito del local—. Tal vez no sea buena idea gastarte todo tu oro en cerveza, al menos que quieras seguir trabajando para mi empresa.

Mientras vaciaba el contenido de su vaso en su boca rememoré todo lo que yo había viajado. Desde VarGóra a Ostatni Bastión, luego a Oorun y finalmente aun más hacia el norte. Jamás pensé que haría algo como esto.

Apenas saliendo de los muros de la ciudad dorada su caravana me recogió, a un andrajoso vagabundo, pero demostré mi fuerza y me contrató para apoyar en las cargas del trayecto.

—No hay mejor manera de gastar este dinero. —levanté las últimas dos monedas que me quedaban.

—¡Increíble! Apenas llegamos a este pueblo y, ¿ya te lo has bebido todo? —el jefe era un hombre curtido y fornido, con una barba cuidada, totalmente contrario a mi—. Y aun sigues consciente.

A mí no me parecía extraño, era un jinete. Había logrado notar algo de mi cuerpo y era que seguía fuerte. Después de la muerte de mi dragón sentí que la magia me abandonaba, pero con la traición en VarGóra y mi decisión por la venganza, la fuerza volvió. Traía a mi mente algunas de las bases de la magia: "Si no lo quieres, no lo crees, si no lo crees, no lo puedes".

Quería la muerte de Ambitny y de Hymenopus junto a la de cualquier otro traidor que me encontrara en el camino, eso me dio un objetivo. Con tanto pensar en ello lo creí posible y... Finalmente pude cumplir parte de lo que quería.

—¿Qué harás ahora? —recargó todo su peso en la débil mesa y me digné a levantar la cabeza previniendo el accidente—. Mi caravana se irá al oeste después de dos pueblos más. ¿Nos seguirás?

—¿A Iboru?

—Así es.

Iboru era una ciudad rival de Oorun, estaba bajo tierra y se decían cosas muy malas de allí.

—No, me quedaré en el camino.

A Iboru no iría, Ambitny podría estar allí.

—No sabes qué hacer, ¿o sí?

Escuché un trueno a la distancia, el sol de la tarde estaba siendo eclipsado por las nubes y miré por las ventanas la nueva oscuridad.

Matar a Hymenopus no me había satisfecho, no era lo que deseaba en realidad. Fue un poco gratificante, pero vacío. No había llegado la calma que esperaba y de inmediato supe que matar al idiota de Plecy tampoco lo haría. Y aunque así fuera, sería muy difícil si me lo propusiera, lo último que supe antes de irme de Oorun fue que él y sus aliados dominaban la ciudad, antes era vulnerable, pero ya no.

Levanté mi cerveza y sufrí al darme cuenta de que solo quedaban unas gotas.

—No hay necesidad de un objetivo si no se quiere nada.

—Eres alguien interesante. Me gustaría que nos acompañaras, pero veo que no se podrá —sacó unas monedas de su bolsillo y las puso en la mesa—. Por tus excelentes servicios, fuiste muy útil.

Se apoyó en la mesa cuando se levantaba y esta cedió inclinándose hasta casi tomar una figura vertical.

—Eso lo pagarás tú.

—Maldición. ¿Pues quién más sino?

A partir de ello recogí las monedas del suelo y bebí. Bebí tanto que realmente me perdí. Al despertar sentí los párpados muy pesados y mis hombros adoloridos. Recordaba muy vagamente una pelea y que me echaban del bar entre varios hombres.

Estaba en un callejón que daba a la plaza, allí vi unas manchas moviéndose con fragilidad. Me balanceé hacia esas manchas, pero no pude continuar. Tuve que apoyarme en la pared y allí mismo vomité todo lo que tenía en mi estómago.

Mi cabeza fue martilleada por el dolor de la cerveza y por mis pensamientos. "No sabes qué hacer" había dicho el jefe. Era verdad, no lo sabía. Matar a los desertores era lo que pensé querer y ahora me estaba muriendo en cerveza por haberlo conseguido.

—No, no era lo que quería en realidad —la bilis en mi boca fue una amarga realidad—. ¿Si no era eso, entonces qué quería? Puedes hacerlo todo, Julius, estás en el norte del continente, los lugares más cálidos y seguros del mundo están aquí. Olvida el pasado y avanza.

A pesar de que me lo decía para convencerme, no lograba creérmelo para nada. Eso tampoco era algo que quisiese. Mi cabeza estaba llena de mi pasado y no podía olvidar con tanta facilidad.

A lo lejos en la plaza el ruido ganó fuerza, con lo que el martilleo en mi cabeza también se intensificó.

—¡Cállense ya, por todos los dioses! —me fui acercando lentamente a la plaza, me di cuenta de que no había manchas, eran personas reunidas bajo el comienzo de una lluvia.

"No sabes qué hacer". Se volvió a repetir esa frase volviéndome loco.

Todos estos lugares eran lo mismo: Ciudad tras ciudad, pueblo tras pueblo, llenos de vida, protegidos y desinteresados de su alrededor. No lo sufrieron, no como nosotros los del sur. ¿¡Cómo saber qué hacer cuando se supone que debería estar muerto?!

—Cállense de una buena vez... —ya estaba cerca de la multitud y el ruido por fin había cesado, pero el dolor de cabeza no desistía.

Cuando llegué al exterior de la agrupación de personas me di cuenta de que se habían callado porque escuchaban a un hombre finamente uniformado que hablaba con voz ceremonial sobre una pequeña tarima de madera.

—... Y en nombre de todos sus ancestros protectores de estas tierras, suplica la ayuda del pueblo —tenía el uniforme rojo y dorado, cosa que lo resaltaba aún más—. Se están recibiendo a todos los voluntarios para unirse al ejército de la Alianza de Reinos con el objetivo de luchar contra la reina de los monstruos Lilith y su ejército.

Reina... Solo había escuchado hablar de una reina en una conversación de perros traidores. Si no estaba mal, era la señora a la que servían Plecy, Redwyne, Boruta y Curtis. Los que tomaron Oorun en su nombre, con algunas bajas, he de mencionar.

Si tenía infiltrados en tantos lugares, esta reina y su guerra no era segura. Muchos mueren en estas épocas... Tal vez me equivocaba en pensar que el norte era tan pacifico. El fin nos llega a todos.

El portavoz siguió hablando, pero ya casi nadie le prestaba atención. Entre los susurros de los pueblerinos capté más rumores.

Hablaban de una reina bruja, de la larga guerra que llevaban contra ella e incluso mucha gente le echaba la culpa a esta reina bruja de que la Caída durara tanto, mencionaban que era una corrupción que les había declarado la guerra y controlaba a los Incontrolables. Lo último lo tardé en captar porque aquí llamaban distinto a los monstruos, y a la Caída la denominaban el Crepúsculo.

Siguieron canturreando con que era un objetivo noble segar de nuestro mundo a esa reina, pero dudaban porque el peligro era máximo. Mi amada Edith si hubiera sabido qué hacer, ella era muy decidida, hacia lo que quería.

Fue con ese pensamiento que me di cuenta de mi realidad. Debía ser decidido, pero cómo serlo si no hay nada que me impulse a ello. No, si había algo que quería y nunca dejaba de pensar en lo mismo.

—Me reuniré con mi amada. —susurré.

El suicidio no era una opción, ni ella me lo perdonaría. Pero esta guerra... Me iré con valor y habiendo ayudado como lo hizo mi amada.

Tengo el presentimiento de que a este ejército le vendría muy bien un ex jinete de dragón, quien tiene tanta información del estado de Oorun, de la nación de Sventovid y un buen entrenamiento. Si, nos seríamos útiles, yo les ofrecería mi vida y de ellos pediría justo eso, que me la arrebataran de una vez por todas.

Las Promesas de los DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora