30. Más variables - BELCH

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"Se forman demasiadas incertidumbres en las vidas longevas."

La ciudad de Zoria era tan bella como se la describía en los antiguos mapas. Eso si ignorabas la infraestructura caída y los revividos que habían creado los Incontrolables blancos al acabar con los pocos sobrevivientes de esta ciudad.

Desde algunas posiciones se podía divisar el mar congelado y dentro de él, algunas estructuras de madera sin forma. Antiguos barcos que se podían reconstruir, con mucho ingenio y dedicación. Sin embargo, no cruzaría el mar, aun sabiendo gracias al Bannik que allí estaba el muchacho, en una isla protegida.

Me encontraba en estos momentos en mi nuevo salón, un lugar seguro donde seguir creando pociones explosivas y de demás utilidades. El lugar tenía una gran ventana abierta desde la cual ver a las criaturas que habíamos estado reuniendo y al otro lado una puerta conectaba a un almacén.

Seguía siendo de mi agrado poder contar con estas criaturas para acabar con los Incontrolables que aún seguían en los alrededores, aquellos que no tenían el suficiente intelecto como para denominar a esos monstruos creados por Rafael y que arrasaron con VarGóra como un enemigo en común.

La clave eran los gigantes de nieve, esos seres eran de aquellos a los que nosotros denominábamos "Neutrales". Los neutrales nunca nos atacaron durante la Caída a menos que fueran molestados.

—Son inteligentes, los demás los siguen y obedecen —cada vez venían más, en poco tiempo tendría a miles en las cercanías—. No son suficientes, para ayudar al muchacho he de quedarme mucho tiempo aquí, preparándonos.

Los Incontrolables blancos estaban asesinando todo, eso les era suficiente razón a los gigantes de nieve para escucharnos y unírsenos. 

Seguro Rafael pensaba que tendría todo el tiempo del mundo para acabar con toda la vida, pero si nos agrupamos estará la posibilidad de cambiar ese destino. Lo que quiere Drey es matarlo y como parte de él, eso haremos.

Sin siquiera haberlo esperado, las puertas detrás de mí se abrieron. Marcus entraba con aspecto cansado a pesar de ser un no muerto. No discernía mucho de un humano normal, pero su cuerpo un poco congelado lograba marcar la diferencia.

—Ha ocurrido otra pelea entre distintos grupos —comentó sacudiéndose la nieve de las gruesas pieles—. Sin esos gigantes, esto sería un caos.

—Aun tienes bastante tiempo para hacerlos un poco ordenados —empecé a sacar un nuevo juego de botellas y materiales para la alquimia—. Lo único que necesitamos de ellos es que logren distinguir entre lo que deben de atacar y lo que no.

—Qué lindas palabras. —volteé a verlo.

Marcus era en vida un hombre íntegro y entregado por la causa. El que hiciéramos todo esto por Drey le parecía contradictorio. Él evitaba pensar en que, si el chico deseara a todo el mundo destruido, eso es lo que haríamos.

Marcus trabajaría arduamente y sin importarle los sacrificios por el bien de la mayoría, justo como su hermana mayor, la Líder Luisa. Le gusta más pensar que nuestro trabajo aquí era por ello, por el bien de la mayoría.

—El chico —dijo de la nada apoyándose contra unas cajas—. ¿Estará bien protegido en esa isla de la cual hablaron?

Ah, era su sangre lo que lo llamaba, lo que lo mantenía inquieto. La rechazaba en mente, pero no en los actos.

—Claro que bien estará —el Bannik apareció en la cima de una torre de cajas cerca de Marcus, él le echó una mirada despectiva—. El Bannik desearía que así no fuera y esto acabara ya.

—¿Acaso nunca lo superarás, enano? —el Bannik le siseó en respuesta.

—¿Alguna vez has querido ser un mago, Marcus? —seguí ordenando las decenas de botellas donde metería mis pociones.

—Claro, ¿quién no? —miró al techo tratando de evitar al Bannik—. Pero...

—Para ser un mago hay que tener ciertas cuestiones claras —la habitación fue dominada por mi voz y los tintineos del cristal—. La magia proviene de tu energía propia, del ser que uno es. Se intercambia lo que somos y lo que pensamos por un poco de ese poder que domina al mundo.

—Interesante, ¿cómo afecta esto al chico? 

—Drey ha sufrido unos cambios en su ser muy importantes —eso llamó su atención y el Bannik se peinó su barba con su largas garras, pensativo—. También recordaras las bases de la magia.

—Si no lo quieres, no lo crees, si no lo crees, no lo puedes. El poder se conserva y se acrecienta hasta ser mutado. El poder se hereda y evoluciona... —recitó hasta donde pudo.

—Concentrémonos en la primera.

—Muy bien, ¿y?

—Temo que Drey no lo quiera.

—¿Querer?

—Estar bien —contesté—, sobrevivir. La magia depende de tu ser, todo tiene magia y todo es influenciado por ella. Temo que el muchacho no podrá usar magia defensiva, la cual es la más común y necesaria.

—La magia es fundamental para un jinete, no es que sean muy diestros en ella —estaba irritado, era la sangre del muchacho llamándolo a actuar de nuevo—, pero la necesitan.

—Por ahora tranquilízate. Drey no podrá hacer magia defensiva y la magia que fuera a darse de él originalmente, nunca florecerá, ha sido cambiado.

—Eso ya lo dijiste.

—Y lo repito para que lo entiendas, otros seres han modificado su ser, ha perdido lo que era, es un recuento de piezas rellenado con los poderes de jinete de dragón y de la diosa de la Oscuridad. Lo que pudiera ofrecer antes por el poder de este mundo no es lo mismo que puede ofrecer ahora. Él tendrá que abrirse camino para...

De repente, una risa atronadora reclamó la atención en la sala. El Bannik se carcajeaba a voz viva y movía sus extremidades con júbilo.

—El Bannik lo vio —canturreó—. Se abrirá camino, sí, a la magia, sí, pero, ¡qué irónico es!

La nieve empezó a caer más allá de la ventana lateral abierta y derruida por las décadas de pobre mantenimiento. El Bannik miraba feliz a la distancia, donde las criaturas se reunían en las frías montañas alrededor de la ciudad.

Las Promesas de los DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora