42. Realidad - GILLES

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"Es el momento en que se acerca la muerte; ese exacto momento es cuando nos queremos convencer de la supervivencia. Todo lo que obstaculice ese deseo será un peligro que ha de ser destruido."

Escaleras, escaleras y más escaleras. Nunca se acababan dentro de esta fortaleza. Aún sostenía mi estómago con ambas manos mientras bajaba hacia los pisos inferiores, ya no sangraba, pero la herida seguía abierta. ¿Qué tipo de arma fue esa?

Tomé un respiro apoyándome en la pared cerca de una ventana y recapacité en lo sucedido. Había perdido la espada que la reina Lilith me había dado, peor aún peor, perdí en una pelea contra ese maldito Rumore. ¿Cómo era posible si era un hecho que los jinetes perdían su poder cuando moría su dragón?

—Él fue torturado durante muchos días por Rafael, no debería ser capaz de moverse así.

Iba a seguir con mi camino, pues Drey se dirigía hacia arriba y Rafael o cualquier otro podría encargarse de él. Me quedé estático al ver por la ventana, estaba tan ensimismado que me había olvidado del ataque que estábamos sufriendo durante horas.

Estaba iniciando una tormenta de nieve, sin embargo, aún podía divisar a los soldados de la reina más allá de la muralla luchando contra muchos Incontrolables salvajes de Sventovid. Parecía una broma, antes de acudir en busca de Drey quienes nos estaban atacando eran los ejércitos de la Alianza de Reinos.

Continué descendiendo hasta por fin salir al patio principal dentro de las murallas de la fortaleza, los soldados se disponían en distintas direcciones siguiendo órdenes desesperadas de proteger las puertas y mantener formaciones.

—Señor de Rais —dijo alguien corriendo hacia mi—. Bendita sea la reina, ¿qué hacemos? Estamos rodeados, las puertas estaban abiertas cuando aparecieron, apenas logramos defenderlas, pero muchos se quedaron fuera y ya han atravesado la muralla por el lateral oeste.

—¡Aléjate de mí! —le empujé sacándolo de mi camino.

Estaba en el patio sur, siempre esperaba aquí a que la reina llegara, hoy había sido una gran decisión. Loira estaba agazapado y protegido por sus alas de cualquier escombro que amenazara con caerle encima. Con tan solo verlo me sentí mejor, más fuerte.

Captó mi presencia y levantó la cabeza en mi dirección, su silla aún seguía lista después de mi corto paseo de cada mañana. En este instante añoraba volar, era como una sed insaciable.

Antes de subir le arranqué de las manos a dos soldados sus espadas, yo las necesitaba más que ellos. ¿Por qué razón nos estaban atacando Incontrolables salvajes? Las explosiones no cesaban y la tormenta, la maldita tormenta arreciaba cada vez más.

—¡Señor, ¿dónde va?!

Ya sobre Loira me apresuré a ajustar las cuerdas de seguridad a mi cintura y le motivé a alzar vuelo. Cuando subimos por sobre las murallas vi todo el caos que se había producido. El paisaje tranquilo que había sido se había transformado en un montón de escombros, agujeros en la tierra, la sangre y los cuerpos dominaban la zona.

—Esto es horrible, no debíamos estar aquí, este lugar no es de mi nivel —dije con despreció. Ya no aguantaba—. Volveré con la reina, debí haberme ido hace mucho.

Era la verdad, durante estos últimos años me había sometido a las locuras de Rafael, los desvaríos de un Bies y a unas condiciones para nada correspondientes a alguien de mi estatus. Llegó a mi la idea de irme sin rumbo, como Kamien me lo había sugerido, pero acallé esa línea de pensamientos apenas la marca de la reina empezó a arderme.

—Qué estúpido, eso es una tontería. Volveré con la reina y dejaré que lo que tenga que pasar aquí ocurra, ella estará feliz de tenerme de vuelta.

Las Promesas de los DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora