"Los lazos se rompen para volver a afianzarse."
Dos días después de huir nos encontrábamos en Ostatni Bastión, un antiguo asentamiento al sur de nuestra ciudad, dentro de la cima de un volcán inactivo, era básicamente un bunker que una vez sellado se hacía muy difícil de encontrar. Los Líderes lo planearon, habíamos perdido la muralla noreste incluso antes de que la tormenta llegara, por eso decidieron enviarnos fuera.
El capitán Wierny a mi derecha, estaba dándome el reporte de la mañana.
—... Encontramos otras habitaciones más en lo profundo de la montaña, la comida empieza a escasear y los cazadores no han tenido suerte en los acantilados.
—Maldita sea —susurré—, estamos en una situación atroz, ¿y Julius aun no sale de sus habitaciones?
—No, señor. —el malnacido ahora era un inútil, aun no podía creer que entre los que desertaron estuvieran los Coronatus.
—¿Por lo menos se está curando bien de sus heridas?
—Si, ya sanó por completo esta mañana. Perdió su brazo derecho, pero está bien.
—¿Y las Promesas?
—El último huevo rompió su cascarón hace unas horas —los dragones habían empezado a nacer en el primer día de nuestra estadía, y se habían puesto cerca de los afluentes de lava que había en las salas más profundas—, pero no es un dragón.
Me paré en seco.
—¿Qué?
—El huevo le pertenecía a Józef Saldo, pero es un Aspid. Creemos que es el huevo de la bestia que mató al dragón no reclamado durante la prueba, al nacer atacó al dueño y al hermano del mismo.
—¿Dónde está ahora?
—Las Promesas lo tienen encerrado en uno de los baños de las salas de lava, no nos han dejado matarlo.
Un Aspid, era peligroso, tendría que hablar con ellos luego.
—¿Ninguna noticia de sobrevivientes de VarGóra?
—No. Suponemos que nadie ha sobrevivido.
Cientos de años resistiendo y caímos por un asedio tan corto.
—Gracias por la información, siga con sus tareas.
—Si, señor. —el soldado subió hacia las salas superiores. Seguro empezaría con las mayores preocupaciones, nos moriríamos de hambre si no encontrábamos comida.
El interior de Ostatni Bastión parecía lúgubre, era viejo, sus pasillos grandes y oscuros, igual que todas sus habitaciones, estaba esculpido en la obsidiana del volcán, pero por lo menos era cálido. Pasé al lado de una de las salas y miré dentro, varias de las Promesas y otros jóvenes estaban allí, en la biblioteca, un tesoro que no parecían dispuestos a dejar ir, yo también tenía un libro conmigo: "La doncella de oro". Seguí y por fin llegué a una habitación distante, toqué la puerta y entre sin esperar la respuesta.
—¿Cómo sigues, amigo? —Julius estaba sentado enfrente de un escritorio, con solo la luz de una vela. Cuchillo en mano y observando sin ver—, debes de salir hoy.
No me contestaba.
—Necesito tu ayuda. Necesito que guíes, eres el último Líder. Tú eres el único con el conocimiento para saber qué hacer.
Seguía callado, siquiera me miraba.
—¡Maldita sea, Julius! Por lo menos dime un lugar al que podamos ir. No podemos quedarnos aquí para siempre.
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Las Promesas de los Dragones
AdventureDrey es un joven de trece años que ha quedado huérfano por culpa de las casi interminables batallas de la Caída, un suceso que marcó y dividió al mundo. Dos años después del fin de la Caída, a él y a otros jóvenes se les dará la oportunidad de conse...