"Un animal abandonado muchas veces ya no se puede formar en las filas de un nuevo grupo, desarrolla una desconfianza tan arraigada que reta a su propia naturaleza."
Necesitaba respirar más fuera de esa oscura y lúgubre fortaleza, solo por ello estaba en la nieve, bajando por las colinas que la rodeaban, acompañado solo por mi nueva espada y Loira.
También buscaba alguna señal del séquito de la reina, cada cuantos meses volvía para hablar con el señor Rafael, pero siempre lograba perderme su aparición, parecía que me evitaba, pero eso no podía ser.
—Ya hace mucho que no tenemos el privilegio de verla —le hable con fuerza a mi dragón—, tenemos muy mala suerte.
—¡Lord de Rais! —escuché a la distancia como se repetía el llamado.
Era un soldado, uno de un grupo enviado para buscarme. Al tenerme en su visión se encaminó hacia mí, pero no llegó a mucho más de cincuenta metros. Tenía miedo de Loira y de mí, eso era bueno.
Me ubiqué magnánimo ante él y le dejé transmitir el mensaje que llevaba para mí.
—Lord Kamien desea verlo —gritó—, por favor acuda a él cerca de la muralla norte de la fortaleza.
Empezó a devolverse sin más medida ni mi permiso, eso le hubiera costado ser asado por completo hasta que no quedara nada de su uniforme verde, sin embargo, yo estaba irritado y me beneficiaba que no lo viera en mi rostro para luego comunicárselo a cualquier otro.
—Esa criatura —empecé a caminar lentamente—. Al contrario que nosotros, él sí la ha visto. Manda sus órdenes a través de eso como si fuera mejor que yo.
No entendía por qué confiaba más en ese Incontrolable que en mí, yo que lo he dejado todo por ella. Parecía que realmente si tenía poca suerte, porque aun pasados todos estos años ya no tenía nuevas señales de mi futuro en los dominios de la gran reina Lilith, estaba estancado.
De repente me recorrió un escalofrío por la espalda y sin querer recordé las cicatrices que allí tenía, las que me había hecho ese maldito Bannik hacía tanto bajo la estúpida montaña.
—Espero que te pudras en Ostatni Bastión, allí donde estás, monstruo.
Fui atacado por los recuerdos, era algo malo de ser un jinete, la memoria era muy buena, pero los recuerdos no siempre estaban presentes, tenías que buscarlos como en un libro y algunas veces las páginas saltaban a tu cara.
Era de noche y estaba en uno de los baños bajo Ostatni Bastión cuando me encontré con el Bannik, había intentado pelear, pero esa pequeña criatura me había sometido y atacado en la espalda para finalmente susurrarme al oído:
—Escúchame —dijo mientras me destrozaba la espalda—, siempre te rendirás, siempre caerás y siempre que te pongas cuerpo a tierra, yo te dejaré como estabas, ¿qué soy?
—El destino. —habían dicho todos a los que alguna vez llegué a preguntar y lograron dar con una respuesta.
Qué tontería, yo nunca me he rendido o fallado, siempre lo doy todo por mi y Loira, por mis amigos, siempre. Tampoco me escondo, no, yo continuo hasta el final, el destino me traía con poco interés.
Ya empezaba a llegar a la fortaleza y los hombres estaban construyendo pequeñas barricadas con estacas de madera. Debía de gritarles para que me dieran paso. Tantas personas y sus constantes marchas de aquí para allá habían descubierto la tierra bajo la nieve, me obligaban a arrastrar mi larga capa de piel sobre el lodo.
Cuando no alcanzaban a escuchar de todas formas huían al sentir el retumbar de los pasos de mí dragón. Loira había cambiado, poseía rasgos más afilados como los huesos que sobresalían por su espina dorsal, el color verde, antes tan hermoso, se transformó al ser bañado en tonos grises, sus ojos eran amarillos como la orina y comía, comía como si nuestra vida dependiera de ello.
ESTÁS LEYENDO
Las Promesas de los Dragones
AdventureDrey es un joven de trece años que ha quedado huérfano por culpa de las casi interminables batallas de la Caída, un suceso que marcó y dividió al mundo. Dos años después del fin de la Caída, a él y a otros jóvenes se les dará la oportunidad de conse...