"Algunas veces al desvelar secretos, sin la intención de hacerlo, lo que encontramos son más interrogantes."
—Adam, ¿por qué la cara tan seria? —Natalia me picó el brazo para que le pusiera atención.
—Auch, Natalia, no hagas eso.
—¿Aún sigues enojado conmigo porque nadie te dijo que pasó con el espía? —hizo un puchero.
—Ya ha pasado un mes desde eso, ya no me importa. —miré a los lados para apreciar las grandes edificaciones de Oorun. Me pareció raro que a ella le siguiera preocupando ese tema; yo la había perdonado casi de inmediato. No podía estar enojado con ella.
—¿Entonces por qué no me hablas? —su preocupación subió—, ¿te sientes bien?
—Estoy bien, ya con el entrenamiento que el guerrero Graybeer me ha dado puedo soportar mejor la carga física —los movimientos para luchar en la arena te fortalecen, aunque el desierto no te dejaba ganar mucha masa—, Moro me ayuda a sentirme mejor y estas ropas —señalé la tela de lino— son muy buenas para evitar la insolación.
Me miró con sus hermosos ojos dorados y poniendo sus manos cruzadas en la espalda. No pude controlar el latido de mi corazón y seguro me ruboricé.
—¿Ves?, te dije que no estabas bien, te estás poniendo rojo.
—No es por eso. —volví de nuevo la mirada a los edificios y callejones.
Me concentré en las personas que iban y venían por los mercados de la ciudad con tal de distraerme. Ella era una bomba para mis sentidos, me dejaba mareado y con la mente en las nubes. Siguió esperando una respuesta y no pude negársela, aun cuando no la viera directamente se me hacía difícil negarle las cosas.
—Es mi padre —dije aun admirando la edificación—, no importa lo que haga él sigue guardándose asuntos de mí, sigue viéndome como un niño.
—Eres un niño. —se carcajeó.
—Si, pero no uno que está postrado en cama, enfermo y sin esperanza de vida —la miré sin alterarme—, sé que es mi padre, sé que le debo todo, pero sin importar eso, me hace sentir... solo.
—No estás solo —me tomó de la mano, su piel era suave y cálida—. No puedo reemplazarlo, pero estás conmigo.
De nuevo esos ojos brillaron como el oro y sentí que mi corazón explotaría.
—Eh —la voz de Oliver me sobresaltó y nos soltamos de las manos—, ¿no creen que están demostrando mucho amor?
—¡¿Amor?! —le susurró Natalia con dureza—, ¿de qué hablas? Solo lo estoy apoyando.
—Si claro, hermanita —Oliver reía sin contenerse—, pero recuerda que no estamos en casa ni en un paseo romántico.
Esta vez me quedé mirando durante mucho más tiempo y con más efusión a mi alrededor tratando de huir de la pelea entre Natalia y Oliver que estaba a punto de empezar. Me aclaré más la mente y capté los sentimientos de muchas personas, entendí sus pesares y sus dichas haciéndolas mías. Era extraño cómo era capaz de hacer algo así, pero también asombroso. Poder saber los sentimientos de los demás te ayudaba a tratar con ellos, pero mi papá no era parte de la regla, se comportaba cada vez más frío conmigo, alejándose. Tal vez era porque creía que moriría pronto y no deseaba herirme, pero no se daba cuenta que sucedía lo contrario.
De repente en medio de la multitud pesqué una emoción extraña, estaba cargada de intención hacia mí. Lo había sentido antes, justo como con el tal espía de VarGóra. Pensé en decirlo, pero me detuve de inmediato, no creía que el hombre fuera un peligro, solo estaba allí para verme, eso no era tan loco; además, ¿qué harían si lo contara? La última vez no me dejaron salir por mucho tiempo, el entrenamiento se pospuso y mi padre empezó a alejarse de mí.
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Las Promesas de los Dragones
AdventureDrey es un joven de trece años que ha quedado huérfano por culpa de las casi interminables batallas de la Caída, un suceso que marcó y dividió al mundo. Dos años después del fin de la Caída, a él y a otros jóvenes se les dará la oportunidad de conse...