22. Los pescadores y su diosa - DREY

6 3 40
                                    

"El destino se abre ante los que quieren encontrarlo y ante quienes no, es cuestión de perspectiva pensar si es el fin que se quiere o solo un paso más hacia él fin."

La canasta con los jóvenes empezaba a levantarse en el aire a la vez que unas pequeñas gotas de lluvia caían sobre nosotros. Era una hermosa sensación, aun cuando hacía un poco de frío, no caía más que nieve en VarGóra o en Ostatni Bastión. El agua dulce mojaba mi cabello y hacía que la sangre seca en mi hombro volviera a escurrirse.

—Es mejor estar preparados para una pelea —me susurró Iris empinándose cuando empezó a curarme el hombro—. Tus heridas se siguen resintiendo, Drey.

—Gracias. —le di una dócil sonrisa por su atención antes de irse. 

Detrás de mí tenía cinco jinetes en los que dejaba mi protección, más atrás en el aire estaba la canasta, tirada por los cuatro dragones más fuertes que teníamos, pero aún más atrás, estaba el mar. No podíamos perder este lugar, no debíamos. Suponiendo que realmente aguantáramos el viaje de regreso, moriríamos por cualquier criatura pequeña o grande. Débiles y cansados no seríamos un reto.

No, esta isla debía y sería nuestro nuevo hogar por lo que las buenas relaciones con los locales debían ser lo prioritario. Eran humanos, debíamos apoyarnos, aunque de ese punto mis compañeros ya me habían prevenido. Las personas de nuestra ciudad habían demostrado la corrupción de antaño, antes de encerrarnos en la academia militar y, que horrible era pensar en esos tiempos.

Desde el bosque empezaron a salir las personas, al principio pararon con asombro y yo, frente a ellos, también sucumbí ante el sentimiento. No eran los guerreros que esperaba, sin armadura o un frente muy ordenado. A excepción de los tres que iban delante todos tenían espadas oxidadas y melladas, las armas que si resaltaban eran arpones, tridentes y redes bien mantenidas.

Después del pequeño momento de impresión, un hombre rubio y fornido se adelantó, aunque antes clavó sus armas en la tierra dejándolas atrás.

—Drey, jinete de dragón, los estábamos esperando —hizo una corta inclinación—. Por favor, sígannos a la aldea de la isla Rugen, hemos preparado un lugar donde alojarlos.

Miré hacia atrás totalmente conmocionado buscando la reacción de Lucas que de seguro había escuchado lo mismo que yo aun a la buena distancia en la que estaba. 


Accedí a seguirlos después de una corta reunión, pero solo el líder de estos hombres iba a mi lado, los demás estaban detrás apartados de nosotros bajo los demás jinetes que los sobrevolaban a buena altura. Solo Stefan y Lucas volaban cerca de mí, preparados para cualquier situación. Tener a Teos a mi lado también era una buena razón para que los guerreros guardaran distancia.

La persona a mi lado era alta, fuerte, con un rostro tosco, unas pocas cicatrices y ojos azul brillante adornando su cara. Eran común en Sventovid las personas con estas características, sin embargo, sus ojos... Los ojos de este hombre eran demasiado claros.

El hombre me había explicado que la sacerdotisa de la diosa de esta isla les había dicho un aproximado de dónde encontrarnos y cuándo llegaríamos. Su diosa no tenía nombre. Era curioso, los dioses que conocí a través de la historias no encajaban con esa descripción, no tenían sacerdotisas, mucho menos respondían plegarias y actuaban activamente en el mundo. Se decía muy seguido en VarGóra que los dioses sólo estaban presentes a la hora de recoger las almas que se despedían de este mundo.

Caminamos tanto que si nos negaran el cobijo que nos ofrecieron antes no podríamos adecuar el lugar donde queríamos quedarnos en tan poco tiempo. La noche amenazaba con cubrir el cielo a cualquier momento y me preocupaba que la canasta no fuera a resistir demasiado.

Las Promesas de los DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora