"..."
—¿Ya despertó el joven? —le interrogué.
—Si, mi señor. —parecía nerviosa, más de lo normal.
—¿Qué es ese sonido que escucho en los pasillos? Ninguna escoria tiene el derecho de molestarme de esta forma.
—Mi señor, se trata del prisionero —susurró mientras arrastraba su vestido de color negro—. Son sus lamentos.
—Ah, entonces lo permitiré —un costo aceptable—. Pocos son los que sobrevivirían a la ruptura de tal vínculo.
—Entonces, ¿el dragón murió?
—Si, ¿puedes imaginarlo? Una bestia tan insulsa siendo capaz de tal hazaña. —mis alas se convulsionaron por un momento.
La niña se mantuvo en silencio mientras proseguimos por los pasillos bajando hacia la celda. Había dejado de intentarlo, pero después de lo que contemplé me vi en la obligación de salir volando a mitad de esa juerga que tenían fuera de mi fortaleza para encontrarme con el material, si, la sustancia clave de mi éxito.
—Mi señor Rafael —delante de la puerta se encontraba el jinete Gilles mostrando una cara de mal humor y rodeado por sus nuevos compañeros—, no tiene por qué venir a...
—Pareces enojado a pesar de mi éxito, mensajero de la reina Lilith —calló de inmediato—. Mira, incluso tienes más Bies como Kamien que hacen de tus subordinados, ¿no te gusta la situación?
—No es eso, mi señor.
—Quítate de mi camino de inmediato, Gilles de Rais. —aún no se me olvidaba su nombre.
Los Bies, tan altos y extraños como Kamien, se hicieron a un lado mientras el jinete les daba la señal de abrir la puerta. Y ahí estaba, atado bajo gruesas cadenas que iban desde sus piernas, brazos, cintura y cuello hasta los distintos puntos más alejados de la habitación.
La magia a su alrededor seguía concentrándose y viajando hacia él, la consumía con gula y ni siquiera se daba cuenta de ello. Qué exquisita obra de las coincidencias. Había pensado que los hombres podrían crear una idea o algo similar que me ayudara a lograr mi objetivo, pero nunca concebí que fuera una combinación entre uno de ellos y una bestia la que fuera mi solución soñada.
—¿Qué prosigue, mi señor? —tanteó la niña Graziella.
—Lo que sigue es terminar de prepararlo.
—¿Prepararlo? —intervino de Rais—. Mi señor, puedo matarlo de inmediato sí es lo que desea.
—Tú no harás nada. —el ambiente se congeló y mis alas se desplegaron.
Todos atendieron a mi amenaza y retrocedieron, Gilles tardó un segundo más que los demás, pero retrocedió aún con la mirada clavada en mi muchacho. Entendía que él había engañado a la reina diciéndole que los jinetes habían desaparecido y ahora había muchos testigos, sin embargo, sus asuntos me traían sin cuidado.
Avancé hasta la figura derrotada que se encontraba delante de mí y la cual no cesaba en su llanto, sus lágrimas retaban mi poder al no congelarse y seguir moviéndose con plena libertad.
—Levanta el rostro, mi querido —le exigí con anhelo. No obedeció—. Pocas veces se me niega lo que deseo.
Me fijé en sus espontáneos temblores que se acompasaban con su llanto y quejidos, pero me estaba exasperando. Puse mi mano bajo su mentón y lo levanté. Su rostro era común, sus ojos negros cristalinos, su boca entreabierta y su expresión de cansancio me demostraban a un joven completamente normal, pero a la vez, uno único.
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Las Promesas de los Dragones
AdventureDrey es un joven de trece años que ha quedado huérfano por culpa de las casi interminables batallas de la Caída, un suceso que marcó y dividió al mundo. Dos años después del fin de la Caída, a él y a otros jóvenes se les dará la oportunidad de conse...