31. Revelando intenciones - DREY

9 3 134
                                    

"Los golpes del destino son eso, situaciones que te devuelven a la realidad y te gritan, recordándote lo que debes de hacer."

—Mike, Laurence y yo iremos a la montaña —le decía a Lisandro mientras afianzaba mis armas en mi cuerpo—. Algunas Promesas más me seguirán para parar a los pescadores que se quieran interponer.

Había sido informado de un ataque mientras estaba en la supuesta reunión, secuestraron a Elisa y Evarb se había ido solo a rescatarla. Fue un fiasco esa reunión, la sacerdotisa nunca apareció y supuse que era ella quien cometió el crimen.

El informante sólo había podido decir que fueron atacados con magia desconocida, ni la apariencia, ni nombres, solo que fueron atacados. Pronto saldría de la cabaña seguido por las Promesas escogidas, en total éramos siete, demasiado pocos.

De los pescadores solo pude entender que, sí la diosa los había reclamado no había que despertar su furia yendo a la montaña a molestarla sin haber sido requeridos por ella. Sin embargo, era solo su posición, yo haría lo que quisiera.

—Es demasiado peligroso. Es mejor esperar a que lleguen los jinetes junto a los dragones.

—Salieron ayer en la mañana, debieron volver al terminar el día, pero no están aquí —dije—. La sacerdotisa lo está haciendo.

—Ella nos engañó con esa misión en el mar. —comentó Laurence, un chico moreno.

—Pero, ¿cómo no han llegado aún? 

Terminé por dejar mis hachas de hueso en las fundas atadas a los laterales de mi peto de cuero y metal.

—Cuando llegamos aquí el alcalde dijo que ella nos dejó encontrar la isla. Tiene el poder para desubicarnos.

—Entonces están allí afuera volando en círculos. —Lisandro entendía rápido.

—Te quedarás en la cabaña protegiendo a los civiles, prepáralos para huir al bosque.

Asintió y nos dividimos. Lisandro resultaba ser una persona muy práctica, un joven muy listo con el cual pocas veces había tenido la oportunidad de relacionarme.

La montaña nevada más alta de la isla quedaba en un lateral de la misma. El camino sería muy largo, pero por suerte el ataque sólo había sucedido hacía unas horas y nosotros corríamos rápido, además, había escuchado que el supuesto ritual tardaría más de un día.

—¿El objetivo principal es acabarla? —hablaron a mi espalda.

—Por supuesto que sí. —espetó Mike.

—No —anuncié—. El objetivo principal es detener a la sacerdotisa, no dejaremos que lleve a cabo su ritual y la obligaremos a dejar volver a los dragones, pero no le haremos daño. Es un ídolo en esta isla y espero que los tratados aún sean posibles.

—Entendido.

No había más que hacer, debía detener esta locura, pero tampoco podía dictar juicios sobre aquellos de los que dependía la salvación de los vargorianos en Ostatni Bastión.

Era difícil, la rabia era el problema. ¿Cómo se atrevían a traicionarnos así, a secuestrar a un jinete y a herir a mi hermano? Evarb podía estar en un peligro muy grande, él siempre era muy temerario.

—¡Alto! —se alzaron voces sobre mis pensamientos y paramos la marcha.

—No pueden avanzar. —pescadores.

Siete contra una turba, sería complicado y el desgaste no me era una opción. Poder vencerlos a todos no me convenía cuando debía correr y subir esa maldita montaña.

Las Promesas de los DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora