38. La peor situación - EVARB

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"Hay momentos de orgullo, felicidad, envidia o enojo, y luego están otros como la tristeza y la desesperación, esos son más complejos y difíciles de tragar."

Caminaba en línea recta por fuera de la muralla sur de VarGóra, llegaba hasta un torreón a la izquierda y emprendía el camino de vuelta hasta el torreón de la derecha, ya había olvidado cuántas veces había hecho ese recorrido cuando volví a fijar la mirada en el cielo esperando un milagro.

—Señor —dijo uno de los soldados que servían como mi equipo personal—, el general ha pedido que todos los jinetes se presenten en el centro de la ciudad para trazar la ruta de vuelta a la Alianza.

—¿Qué? Me dices que ese hombre está planeando dejar a mi hermano solo en estas tierras.

—Jinete Rumore, su hermano y dragón murieron —habló de forma directa, tal como les había enseñado. Hizo una señal y unos soldados aparecieron arrastrando algo—. Esta mañana regresó la partida de exploración que el jinete Lucas exigió enviar, trajeron cuerpos de nuestros compañeros y esto.

Habían pasado diez días desde esa batalla, los primeros seis fueron difíciles gracias a que las hordas no pararon de perseguirnos hasta ya haber estado muy lejos. No había más fortalezas cerca además de la ciudad de VarGóra así que aquí estábamos.

Los soldados por fin se presentaron delante de mí con un montón de hebillas, cadenas y largas tiras de cuero entrelazadas con diseños muy detallados.

—¿Qué es esto? —realmente no necesitaba que me lo dijeran para reconocerlo.

—Es lo que pudieron encontrar de la silla del dragón Teos. —el cuero estaba bañado en sangre seca.

—Mi hermano puede aparecer en cualquier momento por esas montañas —dije—. Es un Rumore y nosotros no somos cosa fácil.

El soldado simplemente asintió.

—Quiten esto de mi vista.

Empecé a caminar de vuelta a la ciudad, atravesé las puertas de la muralla exterior para poder ver las ruinas que se extendían entre las murallas y las barricadas interiores. Los soldados residían en El Palacio de las Águilas, la zona más segura, los dragones se esparcían a mi izquierda, pero a mi derecha se presentaban las piras funerarias.

Caminé entre las distintas piras que hacían de tumbas comunales para los cientos de soldados que habían conseguido llegar y morir por las heridas al poco tiempo.

—¿Entonces llegaron más muertos esta mañana? —le pregunté a uno de los encargados de las piras.

El hombre reconoció mi uniforme y los distintos sellos cosidos en las mangas.

—Si, señor —dijo cansado—. Los cuerpos están esparcidos por allá, esperan los ritos antes de ser metidos al fuego.

Claro, sus tradiciones. Los vargorianos no teníamos tantas complicaciones, no había tiempo para ello.

—Espérenme aquí. —le ordené a mi equipo.

Los siguientes minutos los pasé entre cuerpos mutilados y deformados, después de casi dos años en las guerras de la Alianza contra la reina ya me había acostumbrado a esto, era un dolor extraño.

Se producía culpa en mí por no haberlos podido salvar, si hubieran tenido mi poder habrían derribado a ejércitos enteros ellos mismos, pero la culpa también llegaba porque agradecía que ninguno fuera Drey.

En la batalla me había enfocado demasiado en los Incontrolables blancos y Kongamatos que aparecieron en mí vista. Piotr y yo nos habíamos bañado en la gloria y en su sangre, los humillamos de la peor forma posible, sin embargo, los demás no podían decir lo mismo.

Las Promesas de los DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora