"Entre las paredes."
—¿Ya te enteraste, Hymeno? —continuó diciendo el hombre regordete a mi padre—, la ciudad de VarGóra fue destruida.
—¿Para eso viniste desde la ciudad de Iboru? —mi padre no parecía estar feliz con su visita.
—Creí que me extrañabas, mi querido amigo, después de todo, fuimos cómplices al momento de escapar de nuestra decadente ciudad natal; y así debía ser, no había futuro allí, solo era tiempo para que la destrucción tocara a sus puertas.
Apenas podía ver a través del hueco de la pared, las voces de su conversación llegaban amortiguadas y no me permitían darme una gran idea de lo que acontecía en el estudio del guerrero Redwyne, nuestro anfitrión.
—¿Pero tenían que venir tantos de tus guerreros, además de los ex generales de la muralla norte? —estaba esforzándose en parecer fuerte, ni toser, ni congestionarse, y sin ninguna señal de dolor aparente.
—Por favor —dijo entrecruzando sus dedos cargados de anillos—, ellos querían ver Oorun, la ciudad que elegiste residir; nos sorprendimos cuando te quedaste y no seguiste acompañándonos.
—Bueno, hice un buen amigo al llegar aquí, es un buen lugar donde descansar, y el barón Redwyne me habló de una cura.
—Claro, nuestro nuevo amigo, el querido Redwyne, es una persona verdaderamente influyente aquí —con un gesto señaló todo a su alrededor—, sin duda tuviste suerte.
—Tampoco te ha ido mal en Iboru, te tienen muy custodiado y te han proporcionado mucho apoyo... por los huevos de dragón que tomaste.
—No estarás enojado, ¿verdad? Era un desperdicio dejarlos allí, ellos no los necesitarán donde están ahora.
—Tienes razón.
—Hablando de los huevos de dragón, siempre me pregunté qué había pasado con el chico... Pudis... Ludis...
—Rudis Pollenia —mi padre se puso un poco tenso, pude reconocerlo—, si, también me lo preguntaba, pero ya no me interesa, eso quedó en el pasado.
—... Ahora tú tienes razón. Bueno creo que fue agradable verte —dijo mientras se levantaba—, es una lástima que tu hijo Adam no esté por aquí.
—Como te dije, salió con los hijos de Redwyne, le daré tus saludos cuando vuelva.
—Ese pobre muchacho, me alegra que esté mejor como para jugar —empezó a dirigirse a la puerta—, estaré unos días más en la ciudad, luego me iré cuando las tormentas de arena hayan menguado, espero pasar más tiempo contigo, Hymeno.
Antes de que mi padre se levantara miré a mi izquierda y empecé a caminar por el túnel, tenía que agacharme y me moví lento para no hacer ruido. Hacía mucho tiempo desde que no veía a nadie de VarGóra, se suponía que estábamos aquí buscando alianzas comerciales, eso me había dicho mi padre, pero ahora...
—¿Cómo te fue?
—Estoy un poco confundido, ayúdame a salir, Natalia. —la chica se subió a la silla y empezó a tirar de mí para sacarme del túnel que había en una pintura de la pared.
Natalia tiró con mucha fuerza, nos caímos sobre la silla y recibimos un gran golpe.
—Ah... quítate de encima —se quejó la chica—, aunque seas un escuálido sigues pesando.
—Perdón. —me levanté deprisa mientras sostenía mi cabeza.
—Rapido, seguro vendrá alguien por el ruido, ayúdame a cerrar la pintura.
Una vez acomodada la habitación, Natalia me tomó de la muñeca y empezó a arrastrarme por los pasillos de su casa, era una gran casa, por lo que corrimos hasta llegar al otro lado de la misma, a las puertas del patio.
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Las Promesas de los Dragones
AdventureDrey es un joven de trece años que ha quedado huérfano por culpa de las casi interminables batallas de la Caída, un suceso que marcó y dividió al mundo. Dos años después del fin de la Caída, a él y a otros jóvenes se les dará la oportunidad de conse...