27. Momentos de calma - DREY

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"Se halla en la cotidianidad la paz y, son los momentos de paz los que marcan tu vida."

—Debes de avanzar —dijo a mis espaldas la chica—, sin dejar que nadie interfiera. Solo así crearás tu destino. 

Después de eso me quedó bastante claro que Lucas y Graziella tenían una opinión muy similar. El aire salino chocaba contra mi cara y Teos se acercaba con una presa en sus garras.

—Supongo que si es posible —me limpié las lágrimas con la manga antes de voltear a verla—. Tomaré las riendas.

Ella se veía feliz ante mis palabras. Cómo me encantaba hablarle, era distinto con ella. Era totalmente imparcial y me daba claridad. Además, su consejo era justo lo que quería escuchar.

—¿Cómo te ha ido con la magia? —la pregunta me sacó del estupor y me puso en alerta.

No era algo que quisiera compartir con cualquiera.

—¿Por qué el interés? —no parecía querer sonsacarme información, pero no estaba seguro. Solo la conozco desde hace tres semanas.

—Es por lo sucedido esta mañana —sonrío burlonamente aún concentrada en tejer la red—. Se comenta en el pueblo que no pudiste vencer al alcalde y que te regañó.

—Ah —sí había sucedido—. No... sé qué decirte. No soy capaz de hacer magia como los demás. Se supone que la magia defensiva es la más sencilla y yo soy incapaz de...

—No lo creo. —declaró de repente.

—¿Qué?

—Las personas son distintas, mentalidades, formas y comportamiento. Lo sencillo para unos no lo es para otros.

—¿Sugieres que haga algo más complicado? —parecía tan calmada, como sí tuviera todas las respuestas.

—Creo que ya lo has intentado —era muy aguda—. De igual forma, mi consejo es que trates algo que creas sencillo, pero que te atraiga.

No había utilizado magia defensiva porque no se me daba, pero estaba practicando algo más. En los libros de magia se describe como algo casi inútil por su complejidad y pocos resultados, pero yo lo encontraba cautivante.

Estaba aún con la cara dirigida hacia su persona cuando ella volvió a reír, casi encantada.

—¿Qué pasa?

—¿Sigues avanzando con ella? —supuse que por el aspecto de mi rostro ella se tapó la boca y desvió la mirada, riéndose de mí—. Por favor, el amor es un secreto que los ojos no pueden guardar, también son la mejor manera para decir: te quiero. Te lo dice una señorita conocedora.

Oculté mi rostro sabiendo que no tenía una expresión muy calmada. Mi corazón bailaba en mi pecho con la idea de Elisa y yo... Amor. No podía negarlo.

—¿Realmente se nota tanto?

—Bastante. —la normalidad con la que respondió me ayudó a tranquilizarme.

—De parte de una señorita, ¿crees que ella lo sabe? —esperé y sentí que el tiempo no avanzaba. Tuve que volver a fijarme en ella. Cocía incansablemente con una relajada sonrisa.

—No —confesó—. No parece que la idea esté entre sus planes.

—Ah... —fue como un vacío, la esperanza, egoísta, pero esperanza, se disolvió.

—Se hace tarde, no tengo permitido quedarme demasiado fuera.

Sentí el viento arremolinado creado por Teos sobre nosotros. Empezó a bajar, emocionado por el truco que me obligaría a hacer.

Las Promesas de los DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora