Amor a la medida

Capítulo 21

El viaje en carretera desde la capital hasta la finca había sido muy pesado para el rubio quien no dejaba de pensar en el cómo su mejor amiga había sido capaz de prestarse a tan ruin plan y sobre todo atreverse a decirle que estaba saliendo con alguien.

-No sales con ella Daniela, tu padre la compró para ti- dijo el rubio molesto golpeando el volante de su auto al tiempo que alcanzaba a divisar la entrada a la finca, la cual estaba algo diferente al como la recordaba. Al acercarse a la entrada de la casa grande pudo ver a José caminar con rumbo a la entrada, pero antes de que éste se perdiera en el portal lo llamó con la ventanilla del auto abajo-Hola José ¿Daniela o María José? – cuestionó el rubio.

-Hola Johan, no te esperábamos por aquí, María va a estar muy contenta de verte. Las patronas deben de estar en el café-responde el robusto hombre- toma el sendero que lleva a la casona y ahí veras el logo de la tienda- menciona José obteniendo un "gracias" por parte del rubio que arranca el auto en la dirección indicada.

Al llegar al lugar que el hombre le indicó, bajó del auto dejando la marcha encendida y corrió dentro del local donde pudo ver a Lala y María José frente al mostrador, las cuales al escuchar la campanilla de la entrada voltean para encontrarse con el rubio lo que les genera alegría a una y confusión a la otra ya que el joven corrió a su lado y la sujetó fuertemente en un abrazo.

-Poché, al fin tengo noticias tuyas- menciona el chico mientras continuaba abrazado a la pelinegra, se desprende poco a poco de ella, le toma el rostro con ambas manos y le deposita un beso en los labios que la toma por sorpresa.

-Yo mejor los dejo solos, no quiero ser parte de sea lo que sea que haya pasado entre ustedes- menciona Lala saliendo de la tienda, dejando su delantal en el perchero y bajando el fija puertas para dejar esta abierta de par en par por si acaso la pelinegra necesitaba pedir ayuda o salir corriendo.

-Johan ¿Qué te pasa? ¿Por qué llegas así? –cuestiona la pelinegra ya que no entendía el atrevimiento del rubio, además de que, según nana María, el chico no vendría a la inauguración del hotel, es más, no lo esperaba hasta fin de año.

-Vamos Poché, tengo el auto en marcha esperando para que nos vayamos, ¿necesitas recoger algo o así nos vamos?

- ¿de qué hablas? ¿te sientes bien?

-Recibí tu carta, esa en la que me pides ayuda para salir de aquí- dice serio- al leerla no podía creerlo por lo que me tomé el atrevimiento de abrir la carta que le enviaste a Paula y me di cuenta de lo que sucedía-jala del brazo a la pelinegra para irla llevando de a poco con dirección a la salida- por lo que no le dije nada a nadie, tomé mi auto y conduje sin parar hasta aquí dejando todo abandonado.

- ¿de qué cartas hablas Johan? –cuestiona María José confundida, las únicas cartas que había escrito, fueron aquellas de cuando llegó a la finca y esas las había destruido ¿o no?

-De las que nos mandaste con tu padre a Paula y a mí, donde decías que tu padre te había abandonado con gente que no conocías, forzándote a casar con alguien que no amas y que solo esperabas que no te forzaran a tener sexo porque te daba asco.

-Repite lo último que dijiste Johan- la voz de Daniela se hizo presente desde el umbral de la puerta de entrada que Lala había dejado abierta. La castaña había quedado en volver por la pelinegra una vez se asegurara de que los inquilinos que acababan de llegar con Brenda se instalaran de manera adecuada en la casona.

- ¿Cuál parte? ¿la que dice que su padre es un monstruo o que le da asco el solo pensar en estar contigo? – responde el rubio molesto- ¿Cómo pudiste prestarte a esto Daniela? ¿Cómo te convencieron para hacerle esto a mi Poché? Y lo peor es que me dijiste que estabas saliendo con alguien ¿acaso hablabas de ella? ¿la esposa que tu padre te compró? ¿o es que tienes otra conquista por ahí? – la empuja del hombro una vez la castaña se había acercado a ellos, el rubio siempre colocado entre la pelinegra y la castaña.