Capítulo 29

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-Serendipia- una voz que extrañamente resultaba familiar para Daniela sonó detrás de ella- sin lugar a dudas tu eres mi casualidad favorita- la castaña volteo en dirección a la voz que escuchó topándose con la misma chica de cabellos caramelo que había visto en aquella competencia ecuestre- y si mal no recuerdo en esta ocasión si me vas a dejar invitarte un trago- sonrió coquetamente- o algo más.

-Hola- menciona tímidamente Daniela- ¿Qué haces aquí?

- ¿aquí en este parque? ¿aquí en Madrid? ¿aquí contigo? –responde con esas preguntas- debes ser más específica castaña guapa.

-Aquí en Madrid- responde sonrojada por el apodo de castaña guapa- estamos algo lejos de América.

-Ni que lo digas, si hay algo que odio son los viajes trasatlánticos, pero son necesarios cuando tu padre se dedica al mundo ecuestre y te lleva de un lugar a otro para enseñarte el negocio familiar y así algún día te puedas hacer cargo de él- menciona la chica de la cual Daniela aun desconocía el nombre.

-Y ¿en este parque? - la castaña pregunta intrigada con las probabilidades que existían de coincidir a tantos kilómetros de distancia.

-Está cerca del hotel en que nos hospedamos mi padre, su esposa y yo- hace una pausa para sentarse junto a la castaña- y no sé tú, pero amo la naturaleza y este parque lo tiene todo, por lo que nunca dudo de venir a caminar o en este caso correr rodeada de naturaleza en lugar de hacerlo en el gimnasio de cualquier hotel, claro si es que tiene gimnasio- la chica le sonríe amablemente.

-Coincido en que el parque lo tiene todo-menciona observando a su alrededor los árboles, bancas, el camino empedrado y el lago a la distancia- en relación al ejercicio nunca he sido fan de ejercitarme, así que no sabría decirte cual es la diferencia entre hacer ejercicio dentro de cuatro paredes o al aire libre.

-No te creo, tienes un cuerpo envidiable, estoy segura de que te ejercitas, tus músculos se ven firmes y eso no es solo por genética.

-Supongo que vivir en una finca y trabajar desde que tienes memoria sirven para tonificar y fortalecer los músculos- menciona la castaña- por cierto, mi nombre es Daniela- le extiende la mano en señal de saludo.

-Manuela, pero puedes decirme Manu-responde la chica de cabellos caramelo, tomando la mano de Daniela y estrechándola con firmeza, pero con una suavidad que solamente había sentido en las manos de María José.

-Manuela, Manuela, Manuela- Daniela se repetía el nombre de su prometida con el afán de implantarla en su mente y así dejar de pensar en María José una vez que había llegado a su lugar favorito de la finca- ¿Por qué no puedo amarte como tú me amas? ¿Por qué no puedo corresponder en la misma forma a tus sentimientos? Tu que te has dedicado a estar ahí para mí en los momentos en que me sentía desfallecer al contarte mi historia; tu que tomaste mi mano para darme seguridad brindándome tu apoyo y no la has soltado ni un solo momento; tu que has sido paciente conmigo y con mis inseguridades, que me has aceptado tal cual soy, que no te ha importado el que sea diferente a cualquier otra mujer con la que hubieras estado- suspira dejándose caer en el pasto al pie del árbol donde pasó innumerables tardes al lado de María José.

-Y cuéntame Daniela ¿Cómo es que una chica tan guapa como tú siempre se las arregla para estar sola? –Manuela iniciaba la conversación después de que Daniela llegara a Pastamore el restaurante en que la había citado y el mesero llegara con los entrantes que le pidió en cuanto llegó: una Burrata española y una cesta de pan artesanal.

-De hecho, bastante sencillo, mi padre vive en Colombia y yo estoy aquí solo por la escuela, así que como no conozco a nadie siempre estoy sola-responde Daniela sencilla y le llama al mesero para ordenar una botella de Chianti para las dos, además de agua gasificada para ella.

Amor a la medidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora