Capítulo 34

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-Tranquila Daniela, tranquila, todo va a salir bien, confía en María José, ella dijo que no tenías nada de qué preocuparte- se repetía la castaña durante su camino hacia la cabaña que la pelinegra compartía con el pequeño castañito, era la temprana mañana de un sábado, día en que María José tenía tour a las ocho de la mañana y que por lo regular dejaba al pequeño encargado con nana María, pero en esta ocasión sería Daniela la encargada de cuidar al pequeño niño.

- ¿lo tomas o lo dejas Daniela Calle? – María José observaba el rostro asustado, confundido y a su vez emocionado de la castaña- ¿quieres cuidar a Carlos Daniela mañana o no?

- ¡Claro que sí! - respondió entusiasmada- pero ¿estas segura de que lo quieres dejar a mi cuidado? Osea yo sé que es mi hijo, pero nunca en la vida he cuidado a un niño yo sola, a JP y Alejandro solo los cuidaba con nana María o contigo a mi lado, es más ahora que lo pienso nunca me he hecho cargo de alguien que no sea yo.

-Te hiciste cargo de mí, me cuidaste, me protegiste y míranos ahora, con un hijo en común el cual ha estado plenamente al cuidado de esta inútil que si no fuera por ti no habría sabido cómo arreglárselas.

-No eras una inútil, simplemente nunca habías tenido la necesidad de hacer algo por ti- le responde con una sonrisa, habían pasado los últimos días teniendo encuentros clandestinos en la colina con la finalidad de encontrar el momento, la situación propicia para que Daniela y Carlos Daniel comenzaran a tener una relación madre e hijo.

-En eso tienes razón- sonríe de vuelta- ¿entonces? ¿tengo niñera?

-La tienes- asegura con su sonrisa más amplia y llena de satisfacción ante el día que le deparaba la mañana siguiente.

-Inhala, exhala- se repitió a ella misma un par de veces antes de tocar a la puerta.

-Voy- la dulce voz de Carlos Daniel se escuchó del otro lado- ¿Quién?

-Yo, Daniela, la ratona- responde con algo de inseguridad ya que esperaba que fuera María José quien la recibiera, sin embargo, la puerta se abrió dejando ver al pequeño en pijama y con un peluche de un perro pug a su lado.

-Hola latona- la saludó con la mano que tenía libre- ¿Cómo estás?

-Bien ratoncito- la mujer se adentra a la cabaña cuando el pequeño se hace a un lado señalándole amablemente que pasara para cerrar detrás de ella la puerta.

-Mi mami está ocupada, se está bañando- el pequeño mencionó despreocupado y se dirigió a la nevera para tomar un jugo, tiempo suficiente para que Daniela rememorara las veces que ambas compartieron esa misma ducha y no precisamente para bañarse, sin embargo, la risita del pequeño la sacó de sus pensamientos- ¿te da velgüenza hablal de mi mami bañándose?

- ¿Qué? ¡no! Para nada- responde rápidamente la castaña.

-Entonces ¿tienes calol? ¿quieles agua? - el pequeño le ofrece tratando de ser lo más servicial posible- mi mami dice que tengo que sel un hospital cuando hay visita en casa.

- ¿hospital? Querrás decir hospitalario- lo corrige.

- ¡si! Eso que dijiste.

-Buenos días- una sonriente María José baja por las escaleras sorprendiendo al par de castaños- ¿todo bien por aquí? - pregunta al ver que Daniela estaba roja y el pequeño con la puerta de la nevera abierta.

-Si mami, es solo que la latona está muy loja polque le dije que estabas bañándote y le dio calol- responde sin pensar en el significado de lo que sus palabras tenían para el par de mujeres, acción que genera un sonrojo en María José a sabiendas de que si Daniela estaba roja no era porque tuviera calor, sino porque algún recuerdo de ambas en esa ducha había llegado a su mente. Este sonrojo no pasó desapercibido por el castaño, el cual comenzó a reír mas fuerte y ahora no solo le entregaba un jugo frío a Daniela, sino que también le daba uno a su madre.

Amor a la medidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora