Yo también, Take.

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N/a: Hola!!! Felices fiestas a tod@s!!! Aquí ando yo actualizando en navidad porque si.
Me emocioné escribiendo este cap. Espero que lo disfruten.


Nueva semana, nuevos problemas.

Yume y Takemicchi lo sabían muy bien.

- No puedo creer que nos hayan corrido del karaoke por culpa de ese idiota. – Refunfuñaba Hina caminando por las iluminadas calles del Shibuya. – ¡Ni siquiera lo conocíamos!

- Bienvenida a nuestro mundo Hina- chan. – Sonrió Yume, la verdad era que esos golpes de mala suerte ya se los tomaba con humor. – Si con uno de nosotros tienes mala suerte, con los dos tienes hasta para regalar.

Después de que Yume y Hina se volvieran amigas durante el fin de semana, al fin, Takemichi había podido tener una salida con su novia y su mejor amiga. Para su primera salida decidieron ir a comer a un restaurante de hamburguesas y luego pasar un buen rato cantando a todo pulmón en el karaoke.

- ¡Pero no es justo! Él fue quién se equivocó de sala y empezó un alboroto. – se seguía quejando la pelirosa.

- El lado bueno es que al menos no fuimos nosotros. – Comentó Takemichi caminando a su lado. Él también se tomaba esos episodios con humor, pues, con los años aprendió que no podía tomarse todo tan personal, o de otra manera terminaría desquiciado. – La última vez Yume inundó el baño de mujeres.

- ¡Fue sin querer! – Sus mejillas se tiñeron de un leve rubor.

- ¿Cómo inundaste un baño? – Le cuestionó Hina, sorprendida.

- Tapo el retrete. – Se carcajeó Takemichi, con claras ganas de molestarla.

- ¡No de la forma que crees! – Se apresuró Yume en aclarar, al ver el rostro de asco de su amiga. Iba a matar al ojiazul. – Se me calló mi llavero sin querer, y como las porquerías son automáticas, se terminó atascando.

- Nos fuimos del karaoke tan rápido como terminamos de reírnos. – Se sostuvo el estómago por recordar ese día. – Y tuvimos que salir por la ventana de su casa toda la semana hasta que nos llegaron los repuestos.

- ¿Pero no tienes tu copia de la llave de su casa? – Ya le habían comentado a la chica que ambos tenían las copias de las llaves de la casa del otro, porque siempre cambiaban de casa cada semana, para que la casa que se quedara sola no se llenara de espíritus chocarreros, en palabras de Yume. - ¿Por qué salían por la ventana?

Esta vez fue turno de Yume de carcajearse de su amigo: Esta me la pagas. Le sonrió y levantó las cejas en un gesto burlón.

- Porque aquí tu queridísimo e inteligente novio, arrojó sus llaves a una farola del parque, para intentar bajar un frisby que se quedó atascado mientras jugábamos. Pero de alguna forma, le atinó a la parte rota de la cubierta del foco y se quedaron ahí.

- Un momento, ¿hablas de la farola del parque cerca de su casa que proyecta una sombra espeluznante cuando se prende? – Preguntó asombrada, no podía ser que su novio fuese responsable de aquello.

Las ruidosas risas de Yume y el sonrojo en su novio se lo confirmaron. Si había sido su novio el causante de que, después del atardecer, aquel parque quedara completamente solo y se corriera la voz de que estaba embrujado.

- Así que, nos quedamos sin llaves por una semana completa. – Retomó Yume. – No pudimos entrar a la casa de Mi-chan ni por la ventana. Esa semana fuimos muy responsables y cerramos la casa como Dios manda. – Recordó sus intentos fallidos de colarse dentro de la casa, no quisieron romper ningún vidrio, y por poco terminan con el cuello roto al intentar forzar las ventanas del piso superior. – Después de eso aprendí a forzar cerrojos.

La sexta de la MizoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora