Ratoncita

2.4K 179 112
                                    


- Capitán. - Gimió Yume, con las piernas adoloridas, la respiración entrecortada y mordiéndose el labio, intentando no quejarse más. - Ya no puedo.

- Aun falta, deja de quejarte. - Le respondió, poniendo un poco más de su peso sobre ella. Haciendo que se quejara más alto.

- Pero me duele mucho. - Lloriqueó, aferrándose a los fuertes brazos que la mantenían recostada sobre la colchoneta, con la pierna en alto.

- Relájate o será peor. - Mucho, midiendo su fuerza, porque era consciente de la diferencia entre sus tamaños, y moviéndose con cuidado, reposicionó mejor sus manos para bajar con cuidado.

Forzando un poco más el cuerpo bajo el.

Yume jadeó, se le cortó la respiración, los tendones se le tensaron, llegando a su límite, y el dolor la hizo gemir en queja.

- Sanzu, ayúdame. - Le suplicó al peliblanco, que los observaba atentamente desde su asiento, con las manos sobre el regazo.

- Ni lo mires, no puede levantarse. - Dijo Mucho, consiente de lo que los gimoteos, lloriqueos y quejas de la castaña provocaban en su sub- capitán.

Por algo, los demás miembros de su división se fueron tan rápido como terminaron sus entrenamientos.

- Ya no, ya no. - Yume sujetó la mano que le sostenía la pierna, intentando empujarlo lejos de ella. - Capitán. - Lloriqueó, llamando al hombre sobre ella, esperando a que tuviera un poco de misericordia.

- Ya te dije que falta, así que relájate o en serio te haré llorar. - Y, como advertencia, se dejó caer un poco más.

Yume se tragó el grito de improperios y maldiciones que quería soltarle a su capitán.

En lugar de eso, dejó de ver a Mucho, sobre ella, y volteó el rostro hacia Sanzu, intentando controlar su respiración y relajar su cuerpo tanto como pudiera, para que cediera al fin ante la presión del capitán.

Sanzu fue testigo de su expresión sonrojada y jadeante, de como se mordía el labio labio inferior para dejar de quejarse. Verla de esa forma, despeinada y presionada sobre la colchoneta, mirándolo de esa forma tan suplicante, completamente dominada, fue demasiado para el.

Tuvo que levantarse tan rápido como pudo para huir de ahí, cuidando que la castaña no se diera cuenta de la carpa que se levantaba en su pantalón.

Cosa fácil, porque ella había cerrado los ojos, intentando no pensar en el dolor.

- Cuéntame un chiste. - Le pidió a Mucho, haciendo lo posible por relajar el cuerpo.

- ¿Acaso soy tu payaso? - Contestó, frunciendo el ceño.

- Oye. - Jadeó ella. - Eres tú el que está matándome, lo menos que puedes hacer es contarme un chiste para relajarme. - Reclamó, respirando profundo para alejar el dolor.

Mucho le gruñó, pero se quedó pensando un rato. Accedió luego de unos segundos, solo porque veía lo difícil que estaba siendo para la castaña y ahora estaban los dos solos.

- Si le dices a alguien que te conté chistes mientras hacíamos esto, te haré correr hasta que te desmayes. - Amenazó, manteniendo la misma presión sobre la piel de la chica.

- Si, si, si, a la chingada. - Contestó ella, con el dolor bajo control, intentando no perder la concentración en su respiración. Con el capitán quieto, se estaba acostumbrando a la sensación y al ardor.

- Bien. - Gruñó. - ¿Cuánta leche da una vaca en su vida? - Yume ya podía intuir que sería un chiste malo solo por su comienzo, así que se puso cómoda bajo el cuerpo del capitán, esperando por su chiste.

La sexta de la MizoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora