Bombón quemado

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Takemichi iba por la calle, de camino a casa, ligeramente preocupado por la forma en la que se fue. Esperaba haber dado buenas instrucciones a los chicos y que Yume se comportara mientras no estaba.

No quería llegar y encontrar a su amiga armando un escándalo o declarándole la guerra a alguno de los integrantes de la ToMan. Eso sería catastrófico.

- ¿Qué piensas Takemicchi? - Le habló el rubio a su lado, comiendo unos dorayakis que le compró voluntariamente a fuerzas, porque el comandante solo los tomó del puesto, siguió caminando y él tuvo que pagar, no quería que el vendedor lo maldijera y los corretera por toda la cuadra. No es algo que no hubiese experimentado antes, claro que no, pero temía más por el vendedor enfrentándose a Mikey que por ellos.

- Me preguntaba si los chicos llegaron bien con Yume. - Le respondió rascándose la nuca. De alguna forma, caminar lado a lado con Mikey era nuevo y extraño. Normalmente, siempre estaba acompañado de Draken, y él de Yume. Era un poco raro estar solo con él, aunque no le molestaba y era, sorprendentemente, más pacífico de lo que pensaba. - Ojalá no se confundan.

- Estarán bien. - Le restó importancia. Se terminó la última de sus golosinas y se colgó del hombro del teñido, juguetón. - Están con Mitsuya y Kenchin. Si estan ellos, nada puede salir tan mal.

- ¿Tan mal? - Takemichi prefirió ignorar esas palabras. Ya estaban a la vuelta de la esquina. -Y, también estaba pensando en que, ojalá, Yume se comporte mientras no estoy. - Rio.

- Están bien, Takemicchi, te preocupas demasiado. - Se burló ya frente a la puerta.

- Tienes razón, creo que me preocupo demasiado. - Abrió la puerta y los gritos lo inundaron, junto a un peculiar olor a quemado. ¿Qué rayos?

- Ay, no. - Dijo resignado, terminando de abrir la puerta y entrando tan rápido como podía.

- ¿¡QUÉ PINCHES MADRES LES DIJE QUE NO HICIERAN!?

En la sala, con un bate de madera maciza en las manos y una cara que prometía una noche en terapia intensiva, estaba Yume. Tan enojada como pocas veces la había visto.

Pahchin, Peyan y el pelinegro que le quitó el jamón, se encontraban sentados de rodillas frente a ella. Se sobaban la cabeza con dolor.

Un chico rubio de ojos verdes, un poco llorosos, estaba sentado en el sofá, sostenía su mano contra su pecho, parecía herido.

Mitsuya trataba de quitarle el bate de las manos a Yume, desde atrás, sin que ella se diera cuenta. Probablemente para que no le metiera un batazo a él también.

Draken no estaba por ningún lado.

Y un chico medio rapado y con una cicatriz en el labio se escondía detrás del sofá. Miraba con horror a Yume, como si fuese un monstruo o la hija de godzila.

- ¡Yume! - Le llamo a gritos para que su voz se escuchara por sobre la de ella.

- ¿¡QUÉ!?- Le respondió en español. Eso era malo. ¿Qué rayos había pasado?

- ¡¿QUÉ ESTAS HACIENDO?!

-¡¡VOY A MANDAR A ESTOS PENDEJOS CON SAN PEDRO!!

- ¿Estas loca? ¡Son pandilleros! ¡¡Son capitanes de ToMan!!

- ¡¡Me vale verga que sean capitanes de ToMan!!

- ¡¡Baja ese bate, ahora!!

- ¡¿O sino qué?!

Se quedaron mirando un rato, desafiantes. El ambiente se tensó y se sumergió en un silencio sepulcral.

Los invitados de la casa no supieron que pasaba, ni siquiera entendieron lo que se gritaron, solo lograron entender, a duras penas, el nombre de la Tokyo Manji. ¿Acaso el teñido estaba intercediendo por ellos?

La sexta de la MizoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora