Amigas mis chichis

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N/a: Holaaa! Espero que disfruten el capítulo. Tuve muchos problemas para terminarlo, no encontraba la inspiración, y cuando logre terminarlo, se me fue el internet y se perdió más de la mitad :') Pero al fin pude acabarlo, ojala les guste. ¡Disfruten!


Llegaron a casa rendidos, decir que estaban a punto de quedarse dormidos de pie, no era mentira.

Apenas y podían mantenerse despiertos mientras se apoyaban en el otro en la entrada de la casa para quitarse los zapatos sucios llenos de lodo.

Yume, cansada y deseando tirarse al sofá a dormir, arrastró los pies y se dejó caer en el piso, si llegaba a sentarse, seguramente terminaría manchándolo y no tendrían de otra más que rezar para quitar la mancha del sofá color crema.

- Vamos mañana, Mi-chan. - Habló perezosa, sintiendo a Takemichi recostarse a su lado en el suelo. Desenredo al pequeño Tin de su suéter y le permitió explorar la casa a gusto mientras maullaba interesado. Yume no se preocupaba, la casa era segura y aún poseía los juguetes y el arenero de Cacahuate. - Nos merecemos un descanso.

Pero Takemichi, quién había cerrado los ojos y por poco cae dormido, se talló la cara y se irguió levemente con ayuda de sus brazos. Tenía un mal presentimiento, uno muy malo. Era una sensación que le rasguñaba el pecho, le aceleraba el corazón y le cerraba la garganta. Sentía el malestar bien arraigado y su mente solo le pedía que fuera a encontrarse con Mikey y los demás.

- No, vamos. - Se levantó por completo y palmeó el muslo de su amiga. - Hay que darnos un buen baño de agua fría y alcanzarlos.

Yume se quejó y deformó su rostro en una mueca de berrinche infantil. Ella no necesitaba nada más que darle de comer a su nuevo invitado, un baño bien caliente y su cama.

- Mi-chaaaaaan - Lloriqueó, pataleando en el suelo como una verdadera niña malcriada.

Takemichi la observó desde arriba y puso los ojos en blanco. - Yuli, tengo un mal presentimiento. - Le confesó. Y como si fuesen palabras mágicas dichas por un mago, Yume dejó su berrinche de lado y se levantó cómo si tuviese resortes en la espalda.

- Tu usa el baño primero, le daré de comer a Tin y bajaré el arenero. - Le respondió. El teñido asintió y sin decir nada más, subió las escaleras por el baño de agua helada que le espantara el sueño.

Yume se talló la cara con resignación y buscó en la cocina una lata de atún para el felino que se paseaba cuidadoso por la planta baja.

Y es que, con solo escuchar que su amigo tenía un mal presentimiento, todo el cansancio desapareció como vapor. Vivió demasiado tiempo junto a él, como para saber que sus malos presentimientos no podían tomarse a la ligera. Probablemente ese sexto sentido, era una de las razones por la que también terminaban enredados en problemas que no les concernían. O también podía deberse a que eran unos chismosos y unos enclenques que solo eran buenos para resistir golpes y estar en los lugares menos adecuados en los momentos más inoportunos. O a que el universo los odiaba. O a que eran los payasos favoritos de los Dioses. O tal vez estaban pagando su karma.

Sea cómo fuere, Takemichi era cómo ella, un terco incapaz de quedarse quieto cuando algo se le metía a la cabeza. Y si no lo acompañaba, iría solo. Yume prefería mil veces acompañar a su amigo y compartir una paliza con él, que dejarlo a su suerte. Juntos, al menos, podían protegerse y ayudarse mutuamente.

Buscó al pequeño Tin cuando encontró la lata de atún. Llamó al felino con el clásico "wichito wichito" para atraerlo y dejó la lata abierta en frente, para que el decidiera en que momento acercarse. Por supuesto, el hambriento Tin se apresuro a meter los bigotes dentro del pescado. Estaba muy hambriento.

La sexta de la MizoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora