Cazar una rata

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Yume llegó a la "madriguera", como llamaban a su guarida temporal, con una calma fría y centrada. Lista para arreglar todo o cortar cabezas, o ambas.

Yamagishi, a su derecha, la seguía un paso detrás. Contagiado por su calma que prometía tormenta.

Las tres sombras encargadas y el borreguito, que si no mal le informaron acababa de volverse sombra, permanecían sentados en uno de los viejos sillones con el que llenaron el espacio, con las miradas gachas y muy callados, incluso podría parecer que no se atrevían a parpadear.

- ¿Por qué las caras largas? Esto no es un funeral. - Yume les dedicó una sonrisa a los inquietos chicos.

- Capitana. - Las tres sombras con antigüedad se levantaron apresurados del sofá en cuanto la voltearon a ver.

El borreguito/ sombra/ idiota que los metió en ese hoyo, se quedó sentado, observándola detenidamente, sin entender que estaba haciendo ahí una chica extranjera.

A Yume no le molestó, apenas estaba comenzando a acostumbrarse a esto de la autoridad y entendía que el chico no supiera quién era, después de todo, ella y Takemichi estuvieron ausentes por el castigo cuando Nova integró a los nuevos borreguitos y ellos no los conocían ni de nombre.

- Oye, levántate y saluda correctamente a tú capitana. - Yamagishi si que se había acostumbrado rápidamente a la autoridad y estaba dispuesto a hacer el papel de policía malo para facilitarle las cosas a su amiga. - Ella será quién limpie tu desastre. - Gruñó.

Yume no iba a admitir que esa nueva faceta de chico malo le quedaba genial a su amigo de lentes, más cuando se veía mucho más serio sin su usual peinado de palmerita.

La nueva sombra se levantó con una lentitud que le pareció muy... tranquila.- Lo siento mucho. - Murmuró en voz muy baja, inclinado ligeramente en una reverencia, sin mirarla a los ojos ni a la cara.

Yume se le quedó observando sin borrar la sonrisa de sus labios, sin embargo, sus ojos no mostraban la misma amabilidad, al contrario, eran fríos y analíticos, estaba absorbiendo cada pizca de información que le daban.

La rigidez de sus cuerpos, el tono de voz, las miradas gachas, y todo lo que era capaz de leer en ellos.

- Lo sentimos mucho. - Continuaron las otras tres sombras, imitando las acciones de su miembro más reciente.

A diferencia de la nueva sombra, a la que comenzaría a llamar borreguito de nuevo, las tres sombras veteranas la miraban a los ojos, arrepentidos. - Fue culpa nuestra.

- No debimos hacerlo.

- Pensamos que podríamos manejarlo solos.

- Nos equivocamos.

Si Yume no estuviera enfrentando una crisis, y en su papel de capitana, ya les estaría diciendo hasta de lo que se iban a morir, pero no. - Tranquilos, tranquilos. No me los voy a comer. - Y sonrió, tratando de tranquilizar a las sombras que, en efecto, habían vuelto a convertirse en borreguitos temblorosos y asustadizos. - Lo importante es que están bien, - Y observó sus pequeñas heridas con ojo crítico. - y que no los golpearon gravemente.

Los chicos parecieron tranquilizarse un poco con su sonrisa, aunque las muecas incrementaron en sus rostros al escuchar que ella se preocupaba por ellos, unos tontos que mordieron más de lo que podían masticar y acababan de poner en peligro a toda su pandilla.

Yume observó a los tres atentamente. La forma en la que agachaban la mirada, el cómo se mordían los labios y apretaban los puños. Se sentían culpables.

Excelente.

- Yo me encargaré de limpiar, no se preocupen, para eso están los superiores, ¿no? - Alargó una mano al hombro del chico que parecía liderar el pequeño grupo. - Son nuevos en esto de ser sombras, la idea de encargarles tareas y misiones era que tomaran experiencia, que aprendieran y se volvieran los mejores.

La sexta de la MizoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora