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Dos días pasaron desde que la Mizo adelantó sus planes y monitoreaba a los nuevos "borreguitos". Todo marchaba bien, relativamente bien, considerando que eran ellos.

A Yume le estaba dando miedo el que las cosas estuvieran saliendo tan bien. Pues, ninguno de los "borreguitos" desechó o se negó a los sobres amarillos ni a las cartas. Mucho menos a los planes. Para ella era un ganar- ganar, sin embargo, estaba un poco preocupada por la facilidad con la que todos ellos aceptaron el deshacerse de sus "lobos".

Se preguntaba cuanto dolor y humillación tuvieron que aguantar para lanzarse a la primer mano que les extendían, aunque esa mano fuera la de un montón de desconocidos. Ella sabía que todos sufrían bullyng o eran esclavos, justamente por eso los seleccionaron de entre todos los demás. Porque estaban en medio de una situación desesperada y, si lograban librarlos de eso, confiarían en la Mizo y estarían dispuestos a formar parte de la nueva pandilla.

Estaban aplicando un truco muy bajo y vil. Yume se estaría cuestionando su moralidad si no fuera porque ellos pasaron por la misma situación. Bueno, no exactamente la misma, la diferencia entre los "borreguitos" y la Mizo, era que la Mizo se tenía entre sí. Los "borreguitos" tenían que soportar todo eso solos. Así que calmaba su consciencia diciéndose que, si no los ayudaban ellos, nadie más lo haría. Y prefería aprovecharse de la situación de aquellos chicos, y algunas chicas, a tener que leer sus nombres entre los tantos que enlistaban las listas de suicidio de Japón.

Aunque no dejaba de cuestionarse si tal vez el daño que sufrieron era mucho más de lo que pensaba. Si era así, tendrían que modificar un poco más sus planes y preocuparse por la estabilidad emocional de sus "borreguitos".

Por otro lado, los rumores de Valhala se difundieron como pólvora, algo que Yume disfrutó mucho. Les bastó con pasearse por el punto muerto de Roppongi para enterarse de que el nombre de Hanma y Valhala ya estaba en boca de los miembros de varias pandillas.

Ese día después de clases, Yamagishi, Makoto y Takuya se pasearían por el punto muerto de Shinjuku para confirmar la información que ya tenían. Se suponía que ese sería trabajo de Yume y Takemichi, pues ambos ya tenían experiencia en ese punto muerto y uno que otro conocido y contactos, pero Akkun les prohibió acercarse a Shinjuku después de enterarse de que Valhala rondaba la zona, aún sin apoderarse del territorio, y de los rumores que circulaban sobre ellos.

Ahora, para el mundo de las pandillas, Takemichi era "El salvador de la ToMan" y Yume era "La enfermera de ToMan" y "La novia de la Muerte".

El pechó de Takemichi se infló cuando escuchó el apodo de los labios de Yamagishi, mientras que Yume estaba a nada de ponerse a gritar y maldecir en todos los idiomas que conocía.

¿Cómo chingados era ahora "La novia de la muerte"? El idiota se autoproclamó como su futuro novio, ella no accedió a nada. Además, ¡lo que hizo el bastardo de Hanma era acoso sexual! ¿Cómo podían llamarla la novia de ese bastardo cuando no sabe ni como se llama? Yume tenía que encargarse de desaparecer ese apodo o, por lo menos, de desmentirlo antes de ganarse más fama indeseada e innecesaria.

Anotó eso en su libreta, como una lista de pendientes.

Estaban en clase de inglés, Mi- chan tenía la cara hundida en el libro de texto tratando de descifrar la pronunciación. No es que no entendiera las palabras, al contrario, gracias a que creció con Yume, podía leer las letras romanas, o romaji, a la perfección y no se le complicaba como al resto de sus compañeros. Sin embargo, se la pasaba peleando con la pronunciación. Su pronunciación en español era casi perfecta, pero el inglés se le atoraba en la garganta.

La sexta de la MizoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora