Sin razones.

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No hubo circunstancia, ni avisos ni premoniciones, tampoco reclamaciones solo un pequeño momento, en un minuto vivo y al siguiente muerto, fin a los deseos a la mente y las tentaciones.

El océano miró de reojo, testigo del instante fatal, cuando esa herida mortal hizo llover mis ojos, dejando una mente inercial, una palabra letal dejando una huella de despojos.

El fuego del verano quemó los corazones, calcinó las ilusiones, desgarró los sentimientos, se asomó el resentimiento saludando por la ventana la herida que nunca sana gracias a tus palabras sin razones. 

Versos de noche. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora