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Siempre he sido mala para los deportes, no me gustan y jamás he visto un partido de fútbol sin quedarme dormida a los cinco minutos. El voleibol y el básquetbol son diferentes, me gusta verlos, porque para jugarlos soy terrible. Justo como prometió Nick, ganaron, realmente me gustaba verlo hacer lo que más le apasionaba, lo apoyaría cuando tenga que contarles a nuestros padres.

—Viste eso, tú hermano es el mejor —al terminar el partido me acerque —me invitarás a lo que quiera no? —asentí y me abrazo levantándome.

—¿Que haces? Nos están viendo, bájame ya.

—No me importa, vamos.

Luego de comer, quede en salir a comprar ropa con mamá. Austin me invitó a una cita y no tenía nada decente. Estaba un poco emocionada la verdad.

—Yo la vi primero —una chica tomó al mismo tiempo la falda que yo había tomado.

—Yo lo agarre primero —trate de quitársela.

—No creo que con esas piernotas te entre —me señaló y casi me rió —cierto, Dicky bonito?

Fruncí el ceño y el amigo de mi hermano apareció. Con una bebida en la mano, levantó los hombros y siguió mirando.

—Volarías con la falda, con esas paticas de gallina —remate. Iba a decir algo pero me adelanté —Podemos preguntar si hay más —llame a la señora del almacén y se acercó —¿hay más prendas disponibles?

—Lo siento es la única, se agotaron.

—Tanto la quieres, bien —la chica la soltó de forma agresiva.

Dicky le paso la bebida y la destapó, lanzándome el contenido. Me empapo, a la prenda y algunas otras también.

—Tal vez así te entre más rápido —se rió y al momento que trate de lanzarme la trabajadora se interpuso.

—Debería calmarse antes de que llame a seguridad —,le dijo a la chica —deberá pagar por las prendas afectadas.

Llamo a otra compañera y la acompaño a la caja, Dicky seguía ahí, con cara de burla, viendo el espectáculo en primera fila.

—Lo siento tanto, vi todo, no se preocupe no tendrá que pagar por nada —me tendió un pañuelo, apenada.

Genial, todos me ven la cara de estúpida. El le dio la idea, que imbécil.

Salí del local enojada, con un maldito bono que no me iba a quitar la vergüenza.

—Hija, ¿que te paso? —mi madre trato de limpiarme con su camisa. Pero me aleje.

—Vámonos a casa, estoy cansada —asintió y nos fuimos con las cosas que ya teníamos.

Al llegar a casa. Ya estaba más calmada, le conté a mamá lo que sucedió y quería sermonear a Dicky, pero no le dije nada más.

—Espero que esa cita salga de maravilla, hija —entramos a casa y mamá dejo las compras en la entrada de la casa, buscando el resto en el auto.

—¿Cita?, ¿te invito a salir? —mi sonrisa se borro apenas vi a mi hermano con el.

Ese vagabundo no tiene casa. Se la pasa metido aquí.

—¿Que hace el aquí? —le pregunto a Nick, llegando a la casa enojada.

—Estudiaremos un poco, ¿por qué estás empapada?

—Por que no le pides que te cuente, a tú mejor amigo —lo invite a hablar —¿sabes que?, no. Te vas, ahora.

Me aparte señalando la puerta, estaba seria, pero con un tono calmado.

—Aurora, ¿por que lo echas? —Nick trato de calmarme, pero no estaba aún alterada.

—No me importa si es tu amigo, ya te dije que no puedo elegir a tus amigos, pero no lo quiero ver en esta casa cuando yo esté —le dije a Nick.

—Vete. De. Mi. Casa. Ya.—lo miro enojada y el me miraba con un ceño fruncido ligeramente y amagando una sonrisa.

Asintió y se levantó.

—Sis, ¿qué haces? ¿Porque tienes que actuar así? —se levanta preocupado.

—¿No vas a decir nada? —le hablé a Dicky.

—Creo que debería irme, no es el momento —Nick lo detuvo y me enojo que lo tocara.

—No te iras si no me dicen qué pasa —lo amenazo.

—Si no se va el, me voy yo —Di media vuelta y Nick tomo mi brazo pegajoso.

—¿A donde carajo iras? Deja la bobada —detonó enojo.

—Tienes razón, el que se va es el —lo señalé y noté cómo tensaba la mandíbula —dije. Que. Te. Vayas. Ahora. No lo voy a repetir.

Me solté del agarre de Nick y fui a abrir la puerta, esperándolo. Escuché cómo se despedían.

Me aparte señalando la puerta, paso a mi lado y le abrí la puerta.

—Bienvenida —al salir, se giró, sonriendo.

—Bienvenida—lo remede con voz chillona.

Y le cerré puerta en la cara.

—Debes explicarme que sucede, debe haber un malentendido —se convenció más a él que a mi —¿Me diras que fue eso? —Nick se apareció cruzado de brazos y mi mamá entro.

—Que te lo cuente Lena —mire a mi mamá y supo porque había salido Dicky de la casa —sinceramente estoy cansada de soportar a ese amigo tuyo, que no ha hecho más que hacerme la vida imposible desde que llegue.

—¿Que Dicky hizo que? —subí a mi habitación, no necesito más drama.

Mientras el agua caía, cada momento que el me hizo enojar o me hacía pensar en el, lo odiaba. Las palabras son una cosa, pero actuar era algo muy diferente. No cene, me acosté enseguida y me desperté muy tarde para clases, escuchaba cómo Nick tocaba la puerta varías veces, pero no conteste. Me aliste y cuando salí, solo estaba mamá, esperándome. Me llevo al colegio, era la escuela no necesitaba nota.

Ni siquiera toque la puerta, me fui a la biblioteca a continuar uno de mis libros. Dos horas después los estudiantes entraban y sonó el timbre, por lo que estaban en cambio de clase. Dios, me sentía tan humillada.

—Aquí estabas, pensé que te paso algo malo —Rebeca se sentó a mi lado —¿estás bien?, no pareces estar bien.

Le conté lo que había pasado de camino a la cafetería.

—Creo que hablas de Samantha —la señaló, susurrando, quien estaba a pocos pasos de la fila de comprar.

Mi mente se nublo, jale a Rebeca, fingiendo una conversación, mientras caminaba en reversa. Veo por un reojo y empujó fuerte. Haciendo que choque con un compañero al frente de ella y su bebida verde se riegue en su camisa blanca.

—¿Que putas? —se giró transpirando —ah, eres tú, la chiquilla con piernas de elefante —se escucharon algunos "uh".

—Que bendición que tenga unos muslos bien proporcionados y no... —la mire mal —patas de pollo —escuche reír a unos compañeros.

—Te vas a arrepentir —cuando se me iba a lanzar un cuerpo se interpuso.

—No le tocarás ni un pelo a mi hermana —Rodé los ojos, ahora si me defiende.

—¿Hermana? —intercaló miradas entre los dos. —mierda Nick, lo siento.

Salió disparada del comedor, a zancadas.

—¿Estás bien? —se giró, mirando mi ropa.

—Lo estoy —tome su galleta y me fui con Rebeca.

—Iré a la oficina del rector un segundo —le dije a Rebeca y entró al aula sin mi.

Me gustaría pedir un cambio de aula, pero eso sería dejar de ver clases con Austin y con Rebeca. No le daría el gusto a Dicky. Los pasillos estaban vacíos. Sentí como me jalaron del brazo, para meterme en un salón, tapándome la boca. Mis ojos se abrieron asustada, pero luego se relajaron al ver quien era.

Una estupidez llamada amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora