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Todos fuimos suspendidos por una semana de clases, Nicky y Dicky debían disculparse con la familia de Austin y con el.

No salí de mi habitación toda la semana. Ni siquiera comía bien, llore tanto hasta el punto de no poder respirar, de que mis ojos y mi cara estaban hinchados y mis ojos se secaron de todas las lágrimas derramadas. Era increíble lo mal que uno se podía llegar a sentir, jamás pensé experimentar algo así.

Todo es tan complejo, no se en que momento me deje engañar por todos, no sé en qué momento deje que todo se me saliera de las mano y me deje llevar, fresca, como si no fueran haber consecuencias.

—Aurora es Rebeca, te vino a ver, sal por favor —mi mamá tocaba la puerta, pero tenía seguro y ella no tenía llaves.

—No quiero ver a nadie, que se vaya —me arrope por completo.

Escuché una charla, mamá disculpándose con ella por hacerla venir para nada. Pero mi vergüenza era tanta que no me atrevía a ver a nadie, ni siquiera a mi familia, yo sabía lo que debían estar pensando.

En lo noche escuché cómo forzaban la puerta, me asuste. Vi cómo entraba mi hermano.

—¡Si! Nada mal ese video de YouTube —se levantó y entro, cerrando la puerta detrás suyo.

—Vete, por favor —me arrope de pies a cabeza.

—No puedes seguir así, Sis —se sentó en la cama —ya paso y debes enfrentar las consecuencias de tus actos, así me enseñaste tú.

Tenía razón, pero decirlo es diferente a hacerlo. Esto no era como romper un plato o escaparte de la casa.

—No quiero volver a esa escuela —le confesé con tono triste —es lo peor que he hecho, no se que me paso —me quito las sabanas y lo deje —fue su culpa, jamás pensé decir esto pero, el me engatusó.

Lo acusé.

—Te creo, ahora no puedes dejar la escuela, solo falta poco para que terminemos y vayamos a la universidad, en poco meses todos lo olvidarán —me senté en la cama, pero sin mirarlo —si no lo hacen, haré que lo hagan a la fuerza. Nadie se mete con mi hermanita.

Sonreí, lo hacía ver tan fácil y eso era bueno. Las perspectivas por parte de el, lo hacía ver positivo y más fácil de sobrellevar.

—¿No estás enojado? —Lo mire con cara de perro.

—Oh, créeme. Lo estoy —su expresión me dio escalofríos.

—Lamentó ser una decepción, soy humana, no deberías esperar cosas de mi, no me atrevo de verlos a ninguno de ustedes —las lágrimas que pensé que no tenía, salieron —a mamá y a papá en especial a ti.

—Ey, No digas eso, yo se que eres humana y no eres perfecta, yo soy igual. No debes cumplir expectativas de nadie —pellizco mis mejillas —Mientras seas feliz.

Dormimos juntos. Me sentía tan mal, luego en la mañana me trajo el desayuno y me sorprendí el hambre que acumulaba. Era impresionante, no recuerdo cuando fue la ultima vez que comí.

Mamá actuó como si nada, de hecho me trataba muy bien, pero papá no me dirigía la palabra, así que decidí irme de ahora en adelante en bus, sola. Llegaría más temprano a la escuela para que no me vieran llegar y no almorzaría en la cafetería.

Jamás pensé que algo así iba a pasar, arruine mi imagen personal desde ya, no creo que ellos lo olviden. Así que afrontaré la situación de frente.

Puedes creer que conoces a alguien, pero de pronto te das cuenta de que no fue así. Apesta, pero pasa todo el tiempo.

Una voz desconocida apareció. Mirándome con asco.

—¿Te gusta usar a las personas y luego desecharlas, no? Y al final todo por nada, no te quedaste con ninguno —vi las intenciones de la chica —deberías ser la que sea desechada.

Levantó su bandeja de comida y la inclinó. Yo golpeó la bandeja y ambas terminamos empapadas de todo el contenido. La pasta callo en mi cabello y el pollo con salsa en la suya.

Estaba arta, tome la pasta de cabeza y le abrí la boca, haciéndole que esté en su boca.

—Con la boca cerrada te ves mejor —le sonreí.

Es una atrevida. No tiene derecho a reclamarme ni enojarse, como si yo le debiera algo a alguien.

Ignore los abucheos y salí de la cafetería. Era sofocante, entre al baño y me quite la camisa, quedando solo con el brasier, la lave tratando de quitar la macha antes de que se impregnara, la exprimo y mientras se escurre me lavo el cabello en el lava manos.

—¡Ah, Dios mío!, avisa —Rebeca se tapo los ojos.

—No pasa nada, somos mujeres, ¿o te pone nerviosa? —levante la cabeza, negó.

Con mucho papel trate de secar mi cabello aún así quedó muy empapado, pero sin restos de comida, al igual que mi camisa, se pegaba a mi cuerpo y se veía tanto mi piel como el brasier.

Yo sabía que me quedaban viendo por esas dos razones y también sabía que se estaban haciendo películas en la cabeza sobre si me duché porque tuve sexo con alguno, lo sabía todo, los susurros no eran discretos, ellos no querían hacerlos discretos.

—Se lo merece, deja que la vea —Rebeca se puso a amenazar en vano.

—Cualquiera pensaría que en serio piensas hacer algo —me burle de ella.

El sol estaba ayudando a secarme, Rebeca empezó a entender mi silencio y a respetarlo, no era incomodo para nada con ella.

Abrí los ojos de golpe, una chaqueta golpeó mi cuerpo, Dicky estaba enfrente de mi, fruncí el ceño.

—Tápate, todos te están viendo como si fueras...

—¿Que, una puta o una zorra? —termine por el. Trago en seco —déjalos, igual eso es lo que piensan de mi y lo sabes, debería hacerlo realidad para que hablen con fundamento, no crees? —me levanté y puse su chaqueta en su pecho, haciéndolo retroceder.

—Deja de hablar tanta mierda, Aurora —su expresión fue muy seria.

—Entonces no me dirigías la palabra para que que no escuches la mierda que sale de mi boca —me hice a un lado dejándolo atrás.

Rebeca salió detrás de mi a clases.

—Bien, deberíamos retomar donde lo dejamos atrás —el profesor entró al aula.

Su mirada se posó en mi y frunció el ceño, aún estaba húmeda. Sus ojos se fueron sin descaro a mis pechos y trago en seco. Rodé los ojos, hombres hormonales, no saben pensar con otra cosa que no sea con el pito.

—Aurora, qué pasó con tu ropa, porque estás...

No termino ni siquiera la palabra, todos se callaron, viéndome.

—Tuve que lavarla, le callo comida —justifique.

—¿Y a tu pelo también? —el profesor seguía insistiendo.

—Correcto.

Sabía que iba a empezar un problema y esta vez no sería la inútil, comencé a grabar la conversación.

—No es adecuado, hay estudiantes hombres aquí, es una escuela y está mal visto —miro mis pechos nuevamente —tápate o te pediré que te retires, por el bien de todos.

Ahora si me encontró este, pero me va a escuchar.

Una estupidez llamada amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora