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El cuerpo de Dicky estaba muy pegado al mío. Rosándose pecho con pecho, su mano cálida con ese olor a colonia varonil y su cara a centímetros de la mía. Aún agarrando mi muñeca. Trague fuerte. Mi cuerpo jamás había estado tan cerca a él de un hombre que no fuera mi familia. Mi pulso comenzó a ir más rápido.

Espabile varias veces y trate de forcejear, quito su mano de mi boca.

—¿Que mierda te pasa?, ¿que crees qué haces? —pegue mi cabeza a la pared cuando sentí como se acercaba.

—Debía disculparme y no encontré otra forma —achine mis ojos, buscando la próxima broma.

—¿Debías?, ¿Nick te obligo? No necesito tus disculpas falsas —lo empujé y se alejó unos centímetros.

Pude respirar.

—Lamentó el conflicto de Samatha, fue mi culpa el que terminarás empapada de jugo —camine hacia el pupitre y me apoye.

—Ajá —mire mis uñas con desinterés.

—¿Que quieres, que me arrodille y llore pidiendo clemencia? Por Dios que terca eres —se acercó, enojado.

No creo que sea de los que le pegan a las mujeres o si? Tal vez si. No me sorprendería. Cómo me encantaría que se atreviera, se iba a arrepentir de por vida.

—Eso estaría mejor, capaz te creo —le sonreí cruzando mis brazos y llevo su mirada a mis pechos —Aah?, ¿Acaso acabas de mirarme los pechos sin pudor?

—No lo hice —frunció el ceño.

Me puse de pie y rebote sobre mis pies, haciendo rebotar mis pechos. Llevo su mirada a ellos, otra vez. Quise reírme fuerte. Lamió sus labios mirando a otro lado.

—Lo acabas de hacer otra vez —me burlé.

—Es que no dejas de hablar de tus pechos —se tocó el cuello.

Era cierto, lo estaba provocando y estaba mal.

—Aurora, no puedo alejarme de tu hermano, no hasta que el año se acabe —cambio de tema —por mucho que me odies, seguirás viéndome rondar a tu alrededor —lamió sus labios y evite verlo ahí.

—¿En serio?, no me digas.

—Solo dime lo que quieres, un favor o yo que se, acepta las malditas disculpas de una vez y no te des de rogar —hablo agresivamente y mi boca se abrió.

Apreté mis labios, evitando reírme—, Sabes, creo que debería odiarte un poco más y usarte.

—¿Usarme? No me vas a chantajear, niña —uy, la sangre me hirvió cuando me llamo así.

—Eres un mujeriego y perro, no? Bien me sirve.

—¿Que soy un que? —se acercó y me pegue a la mesa.

—Estoy segura de que al momento de proponerme que te pidiera algo a cambio de aceptar las disculpas, estás dispuesto a todo, por el perdón de mi hermanito, no? —no pude evitar ver sus pecas en sus cachetes.

—¿Que quieres, niña? —apoyo sus manos a los lados de la mesa. Dejando su cara a centímetros.

Mierda, estaba demente. No debía hacer esto, estaba mal, lo odio tanto, lo detesto, como camina, cuando habla, cuando se ríe o está cerca de mi, me molesta que mi hermano se la pase con el y todo por su actitud de niñato, pero sabía que no habría mejor candidato para esto que el.

—¿Lo que sea? —me asegure. Asintió cansado —quiero que me enseñes a besar, como mejor sepas hacerlo —frunció el ceño, pero no se rió.

—¿Es broma, cierto? —trago en seco, cambiando su cara a esa de burlita.

—No soy payasa, como tú. ¿Lo harás o no? —miro mis labios y me puse nerviosa —no te estoy pidiendo que sea ya, no soy una desesperada.

—Ah, no? —se burló, relamiendo sus labios —espera, ¿no sabes besar? ¿Y me pides que te enseñe porque soy un mujeriego? —concluyó.

Asentí —que alivio, agradezco que no pensaras que quería besarte porque me gusta o alguna mierda de esas, solo necesito aprender de alguien experto, así que si... creo que te usaré —le palmee el hombro y el miro el gesto, aparte mi mano —no estás obligado, a menos que no quieras hablarte más con Nicky.

Le sonreí, si. Era psicología inversa.

—Me estás chantajeando, niñita —pellizco mi nariz y lo manotee.

—Deja de llamarme así.

—Eso es lo que eres, una niña. Me estás pidiendo que te enseñe a besar —se defendió, haciendo un puchero.

—Que no se te suba a la cabeza, tienes hasta mañana, si aceptas, quítate la corbata cuando me veas.

—¿Por que haría eso, no podemos vernos y hablarlo?

—No. Yo digo como sera, tú eres el que necesita ser perdonado —me agache saliendo de su encierro —le dices a mi hermano y estás muerto, haré que te odie tanto, como para no volver a dirigirte la palabra nunca mas.

Le pique el ojo y salí del aula. Esta bien, si me pase, fui sarcástica, manipuladora y me lancé como perra desesperada. Pero en mi defensa, quería aprender a besar, para poder besarme con Austin, Dios, si que quería que salieran las cosas bien con el, era tan bueno y no quería arruinarlo, se que esto con Dicky no era la mejor opción, pero en mi defensa, creo que tiene experiencia y aunque me de cosita, estaba más bueno que el pan, solo debía imaginar a Austin.

Uno besa con los ojos cerrados, no abiertos y todo es mental.

Me levanté nerviosa, tal vez el me delataría con Nick y diría que soy una loca pervertida, pero no me importa. Si no, practicaría con frutas, que más da. Sería un desastre. Dicky se sentaba a un extremo y yo al otro, pero estábamos en la misma fila.

Disimule viendo hablar a Rebeca, quien estaba a mi lado en dirección a Dicky, pero en realidad estaba pendiente a sus movimientos. No hizo nada y me enoje.

La clase pasó y no lo volví a ver, aunque pensaba en hacerlo, me concentre en las clases. Al finalizar el descanso, entró discutiendo con sus amigos, se le veía agobiado. Llevaba el saco en sus manos y juro qué tal vez lo hizo sin pensar, pero se desajustó la corbata y luego me vio.

Contuve me sonrisa, fingiendo atar mis cordones.

Llegue a la casa, no tenía tarea, pero debía prepararme para mañana.

—Mamá, me aceptaron en el bufé como pasante y comenzaré a trabajar este fin de semana —la abrace por la espalda.

—Me alegra mucho, mi niña, pero en serio ¿quieres trabajar, no será muy pesado para ti? Es decir es el último año, deberías solo estudiar, hacer amigos, divertirte y tal vez tener novio —siguió cortando fruta.

—Mmhh —negué —sabes que nada me queda grande, yo puedo, las cosas no caen del cielo mamá y yo quiero tragarme el mundo —tome una rodaja de mango.

—Bien, solo no te excedas.

—Solo trabajaré los fines de semana en la mañana, es un lugar de bebidas y el bufete serán dos días a la semana dos horas, luego de la escuela.

Una estupidez llamada amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora