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—Que envidia, ya la viste, ¡es tan guapa! —las chicas del salón cuchichean apenas entramos al salón.

—¿Quien? —Rebeca se entrometió.

—¡La novia de Dicky! —Mi cerebro dejó de funcionar.

—¿La novia, tiene novia, quien? —Las chicas mostraron la foto de la chica.

Mi boca se secó, era demasiado guapa. Una pelirroja, blanca, con pecas, delgada y con un muy buen cuerpo. Yo también le tendría envidia, no el ser novia de ese fulano, si no, de la belleza de esta chica.

—¿Por qué no la había visto antes? —Rebeca le hizo zoom a la foto.

—Es nueva, viene de Suecia, ¿lo puedes creer?.

¿Suecia? Wow.

—Se hablan desde el inicio de clases, solo que hasta ahora se corrió el rumor de que los vieron besándose en un salón —la chica comienza a susurrar y todas nos acercamos por instinto.

—Besarse con alguien no quiere decir que sean novios —rebatió Rebeca.

—Pero luego de eso, de la boca de la chica salió que estaban saliendo, "finalmente" —dice la otra chica.

Ni siquiera estaba presente, mi cuerpo estaba ahí pero mi mente no. Pensé, Por fin dejara de molestarme, sonreí. Viéndolo entra, las chicas se callaron. Al verme sonreír, frunció el ceño, pero siguió su camino hablando con su amigo.

Por fin, Dios mío, me libraste de una grande.

Luego me odie, porque el almuerzo me la pase escuchando su nombre todo el maldito rato, pero no fue hasta entonces que la vi. La chica de la que hablaban tanto, se sentó al lado de Dicky, muy pegados. Eso no se podía negar.

Cómo la cuidaba y era gentil, su aire era diferente. Hasta me podía creer que fuera dulce y cariñoso.

—¿Por que no comes? Debes ir a trabajar, no queremos que te desmayes —Rebeca me trajo de vuelta a la realidad.

—La comida se agrió —aparte el plato.

—¿Enserio? Pero a mi me sabe bien —probó la mía y la suya.

Obviamente no era la comida el problema, lo era yo y me odie. Austin no llego hasta después y no paraba de hablar de lo mismo, me tenían arta, como si me importara.

—Los veo en el salón —me despedí y bote la comida en la basura.

Se que es pecado, pero nadie se la comería y termina en el mismo lugar.

En toda la clase me la pase mareada y débil, me sentía mal. Pedí un pase para ir a la enfermería, debía estar mejor para la tarde, ya que debía ir a trabajar.

Ya en la enfermería, me dieron pastillas y un suero, me quede descansando, ya me sentía mejor.

—Duerme tranquila, saldré por un buen rato, no vendrán a molestarte —me había dicho la doctora.

—¿Estás bien? —Su voz me hizo abrir los ojos, despertando del sueño —estas pálida.

Sus ojos almendras claros aparecieron en frente. Enfoque la vista y comprobé que no era un sueño.

—No es nada —me senté en la cama, acomodando mi uniforme y mi cabello.

Debería irme ya, nada sale bien cada que estamos solos.

—No me parece que estes bien —puso su mano en mi frente y toco la suya, comparando las temperaturas.

—¿Acaso ahora eres médico? —no tenía fuerzas ni para apartar su mano.

Una estupidez llamada amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora