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—Nos salvamos que mamá y papá fueron a casa por tus cosas, mañana te dan de alta —Nick mordió su hamburguesa con ganas.

—Tienes razón, Dios mío, esta muy buena —jamás había comido tan rápido.

Pero es que estaba muy hambrienta. Termine y seguí con mi malteada, era muy dulce, cuando supe que mi azúcar era baja, mi excusa para comer dulces era perfecta, siempre he amado el dulce.

—Iré a botar esto —Nick salió con las cajas.

—¿Que? —tome de mi bebida, Dicky no dejaba de sonreír como si fuera algo chistoso.

Llevo su mano a mi cachete y con su pulgar quito restos de salsa. Sentí mi cara arder. Pase mis dedos por la zona quitando su rastro.

—Eres muy chistosa, sabias?

—No me digas.

Al despertarme Nick estaba conmigo en la cama, duerme como un gato, acurrucado. Dicky y el tenía el uniforme y vi cuando entraron mis papás.

—Nick, despierta. Debes ir a la escuela —lo removí en la cama y gruño, le jale una oreja y gritó, levantándose.

—¿Que te pasa loca? —se frotó la zona.

—Deberían ir a la escuela, Jared los llevará.

Se fueron y yo me aliste para salir del hospital. Le tuve que rogar a mamá para que me dejara ir a la escuela, solo sería a mitad del bloque, debía hablar con Austin. No podía dejar el fin de semana para hablar con el o hasta la otra semana.

Le envié un mensaje de texto y lo esperé en una mesa del campo, fuera de los edificios escolares.

—Linda, ¿ya estás bien? — se acercó y me dio un pico me alarme, estábamos en la escuela.

—Si, gracias. Austin debemos hablar —me senté y me imito —realmente no está nada bien en mi vida, por lo que debería ser sincera contigo, pero... —las palabras se me atoraron —debería... deberíamos terminar...

Su rostro se oscureció y temí lo peor.

—¿Es por el trabajo o por tus problemas familiar?, yo lo entiendo, podemos seguir siendo novios yo te ayudare, ¿dime que necesitas? —tomó mis manos.

—No es eso, bueno también. Pero es que sabes que venimos mal desde hace rato —la campaña sonó —creo que es lo mejor...

—Podemos darnos un tiempo, si luego de ese tiempo crees que no deberíamos volver, lo aceptaré —acaricio mi mejilla, pero me sentí más culpable.

El seguía siendo el bueno y yo la mala.

Aparte mi rostro, mi cuerpo se paralizó al notar que Nicky y Dicky estaban a metros de mi, viendo la escena. No puede ser, lo que me faltaba.

—¿Una semana está bien, cierto? El tiempo que necesitas —impuso la fecha y asentí.

Me levanté y me gire, de vuelta a mi casa, mamá me esperaba. Dos cosas podían pasar, terminábamos o podríamos volver y intentarlo con más fuerzas.

Jamás creí que sería una tercera variable. La peor.

Así fue, pase por el trabajo de los fines de semana y entregue mi renuncia.

Ese día en el aula temí desmayarme, pedí permiso y fui por algo dulce a la cafetería. Termine y debía regresar a la clase, igual ya casi era almuerzo.

Me la pase evitando a Austin toda la semana, cuando eran trabajos en pareja me ponía con Rebeca y cuando era en grupos lo dejamos por fuera, pero no siempre, en los almuerzos casi siempre lo veía o debía irme a comer sola a otro lado o esperar a que ellos comieran y luego ir a la cafetería por algo, justo como ahora.

Rebeca no sabía nada y mi hermano sospechaba. Por otro lado se que Dicky sabía más de lo que debería.

En el pasillo me encontré a Dicky, revisando su teléfono.

—¿Pasó algo?, ¿Por qué sigues saliendo de clases así, constantemente? —se acercó escaneándome.

—Solo me da hambre —me excuse, mirando a otro lado.

—¿Y porque no esperas al almuerzo?, ya es casi hora —era obvio, pero el no lo tenía que saber.

Tomó mi brazo entrándome a un cuarto de conserje.

—¿Que haces? —me alarme.

—Si nos pillan, estaremos viendo a tu padre —señaló por la ventanilla, a el profesor de gimnasia pasando por el pasillo.

Tenía razón.

—¿Peleaste con el mojigato? —estaba cerca, su mano aún sostenía la mía.

—No lo llames así, se escucha feo —quite mi mano y mire a otro lado.

—¿Como lo llamo, tú ex? —el lo sabía, lo mire, dudosa.

—Pensé que ya nos llevamos bien, ¿por que sigues jodiendo tanto con Austin? —le reclame.

—Porque me molesta —apretó su mandíbula.

—¿Por que te molestaría?, ni siquiera se dirigen la palabra —fruncí el ceño.

—Me molesta que seas de él —desvío la mirada a la ventana.

—Yo no soy de nadie, no soy un objeto y tú tienes novia, deja de decir eso, Dicky, no está bien —lo regañé.

—No somos novios —lo mire confusa —Cecilia es mi mejor amiga.

Mi mente se quedó en blanco, así que no eran novios. ¿Por qué sentí alivio?.

—¿Que es lo que está mal conmigo?, es su culpa que me sienta así de confundida todo el tiempo —susurré sin querer.

—¿Te confundo todo el tiempo? —se acercó, hablando por debajo.

—No —mentí, descaradamente. El me había escuchado.

—Porque tú a mi si, te metiste como perro por su casa, sin preguntar y sin pedir permiso —trate de entender sus palabras.

—Tú eres el que se mete a mi casa como perro por su casa, pff —le rebatí.

Se rio, agacho su cabeza y siguió riendo. Quise unirme, era tan coqueta su risa y pegajosa, era lo único que podía escuchar, como hipnotizada.

Más bien embobada.

—¿De que te ríes? —me enoje.

—No lo sé, cada que te veo, mis sentidos se expulsan, sin control —siguió sonriendo.

Maldito. Tan atractivo.

—Ah, es que me comí una de payaso o yo soy la payasa —dije con fastidio.

Acuno mis mejillas aplastándolas con sus enormes manos, mientras arrugaba su nariz. Mi cuerpo templo, bajo su toque, siempre lo hacía.

—Mírame, Aurora —se acercó más y retrocedí, encontrándome con la pared —Te haré sentir mejor que el, lo prometo.

Una estupidez llamada amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora