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Aurora

¿Que debo hacer? Yo no sé la verdad. ¿Además que de supone que debo responder o hacer? Mi enojo con mi hermano por haberme engañado y traerme a su casa es poco ahora.

Ver cómo Dicky está a mis pies arrodillados pidiendo perdón, es algo que se sale de mis manos. Me enoja en el fondo que yo sea tan humana y sentimental, por más que quiera no puedo ignorar lo que sienten las personas y eso no me hace débil, solo que empatizo mucho con todos.

Mi mamá dice que es porque tengo un hermoso corazón.

No lo perdone por completo, mi orgullo tampoco iba tan lejos, el debía demostrar que en realidad si estaba arrepentido, ya que yo no lo iba a poner a prueba, al igual, yo misma le dije que nunca fuimos ni somos nada y el lo sabe. Porque es nada más y nada menos que la verdad.

Aún recuerdo cómo su abrazo repentino y un poco fuerte me envolvió. Esto de culpas es un círculo vicioso.

—¿Quieres entrar a mi habitación? —se separó sonriendo.

—¿Que, por qué haría eso? —mi tono delato mis nervios.

Su risa ronca me dejó pasmada aún más.

—Tranquila, leona. Quiero mostrarte algo —empezó su caminata y lo seguí.

Su habitación tenía un aroma peculiar, como el de los libros, tal vez eso se debía por el estante lleno de libros en una esquina y aquella combinación de velas aromáticas. Sus paredes blancas y grises le daban un tono frío. Su cama era de esas que parecían estar en el piso, pero en realidad no lo estaban del todo, se veía genial y cómoda, me pregunté si se sentiría igual.

—No te preocupes, la cama no sonara —su voz ronca llego a mi cabeza. Siendo sarcástico.

Mi boca casi cae al piso y los ojos casi se salen, casi. Otra vez aquella risa que me hace sentir nerviosa, pero no en el mal sentido.

Estaba parado al lado de una gran ventana.
No pude evitarlo, me acerque jamás había visto algo tan genial en mi vida.

La ventana estaba llena de dibujos, algunos haciendo ilusión de que se complementan con los edificios, como saliendo de ellos, encima. Eran muchos, delicados, sin tanta producción, era tiernos. Había una chica, que aparecía en diversos lugares, en diferentes situaciones. Lo mire y sonrió asintiendo. Era yo, lo supe, porque algunas situaciones las recordaba aún. Mi colorida yo dibujada lanzando agua a otra figura, sonreí.

Todo era muy minimalista, pude notar mi nombre en pequeño, escondido en los dibujos, múltiples veces. Los dibujos eran a color o en blanco y negro.

—¿Me querías demostrar tu obsesión por mi? —fruncí el seño, burlándome.

—Quería que entendieras que para mi, estás en todos lados, siempre te pienso y te veo, así no estes ahí —su postura recostada en la pared le hacía sombra con el atardecer.

—¿Quien te crees para gustarme tanto? —mas que una pregunta, fue un reclamo, de mi parte.

Sonrió—, lo mismo pienso.

Esperamos a que la luna saliera, sentados en el piso viendo la ventana, sin decir nada. Aunque debía pensar mucho, de toda la situación, aún no podía hacerlo, nada venía a mi mente, no salía una palabra de mi boca, estaba en calma, jamás había estado tan calmada y relajada, como justo ahora, la luna apareció y el cielo se oscureció.

Noté como los dibujos brillaban más con el reflejo de la luna, era hermoso, quería quedarme toda la noche despierta, sentada tomando algo y verlo brillar.

—Es espléndido —apoye mi cabeza en mis piernas.

Las respiraciones eran suaves y no se escuchaba el ruido de la calle. Ya era tarde.

—¿Por qué te pienso tanto si no somos nada, Aurora? Me carcomes la cabeza —su repentino comentario me sorprendió.

Me gire aunque no sabía que decir, solo lo mire. Aún no confiaba, algo me estaba picando dentro.

—Lo se, cierto? —le di la razón.

Yo me sentía igual, aún estando con Austin pensaba más en el que en mi novio en ese entonces. ¿Que estábamos haciendo? Quisiera saber.

De camino a casa Nick no pregunto nada, solo se disculpó por llevarme sin haberme dicho, pero yo tampoco mencioné nada.

Sinceramente no podía dormir, mi cabeza daba miles de vueltas. No tenía en claro que hacer o como, cree miles de escenarios en el que hacía cosas con el o en el que no volvía a verlo jamás, ninguna parecía favorable. Me quede dormida en alguna hora de la mañana.

Al despertar me di cuenta de dos cosas: si uno no quiere pensar a alguien y se duerme tratando de quitarlo de tu mente, sueñas con esta persona y la otra es que cuando uno cree conocer a alguien se equivoca.

Una estupidez llamada amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora