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Fue tan mala idea, Austin jugaba con este chico de antes, con Oscar y Dicky, a carreras de autos, con volante y todo. No hacían los demás más que gritarse, apoyándose, parecía un partido de fútbol. Mientras Rebeca y yo, los veíamos en silencio tomando una malteada, que más podíamos hacer, eran como animales.

El equipo de Dicky y Oscar ganó, mientras que Austin y el otro chico perdieron.

—Podría ganar incluso si me la chuparan en el proceso, los ganadores somos así —le dice Dicky a un amigo, riéndose.

Se me fue la bebida por el mal camino, comencé a toser. Cuando me calme, la mirada de Dicky estaba sobre mi y sonrió, luego se volteó.

—Que suerte que mi hermano no esté aquí —le comenté a Rebeca.

—¿Decías? —seguí su mirada.

Mi hermano quien venía camino a nosotros, estaba con una chica morena, delgada, con curvas, muy guapa, al parecer se les veía muy a gusto.

¿Y ese que trama ahora?

—Aparecieron los perdidos, casi que no —Dicky se burló.

—¡Están aquí! —Nos saludo mi hermano —les presento a Marta, —la presento y nos señaló —mi hermana y Rebeca, su amiga.

Sonreí, si a Rebeca le molestaba o no, no se noto ni pío. Fue de lo más gentil y jamás la miro mal en todo el rato o fue grosera, creo que el ser ultra amable era su forma de mostrar disgusto, ni conmigo ha sido así.

—¿Te molesta, cierto?, porque a mi si —trate de bromear.

—Me da igual, la verdad —se encogió de hombros.

—Me quiero ir ya —Austin se acercó susurrando a mi lado.

—Pero si apenas están comenzando a divertirse —Rebeca rebatió a lo que el hizo un puchero.

—Nos iremos en un rato, no te preocupes —acaricie su hombro y sonrió, estábamos tan cerca que tenía miedo a que me besara.

Me aleje, yendo a jugar con Rebeca mientras los hombres jugaban juegos un poco agresivos. En realidad los juegos no eran así, pero ellos se lo tomaban muy enserio. Cuando volvimos de la máquina de peluches, probaban su fuerza golpeando una máquina. Cómo son hombres juraría que probaban que tan débiles o fuertes eran.

—¡Uy! eso debió doler —Rebeca reaccionó al golpe de Austin.

Al rato, esperamos a que se acercara, pero todos siguieron pasando, a su turno. Me acerque a él cuidadosamente.

—¿Estás bien?, debió doler —tome su mano por debajo y la sobe.

—Un poco, no pasa nada —sonrió.

—¿Quieres irte ya? —asintió —te daré un regalo por lo valiente que fuiste —apreté su mano ligeramente, susurrando.

—¿Ah, si? —mordió su labio coqueto y asentí, siguiéndole la corriente.

Sentí una mirada en mi y la busqué casualmente, temiendo a que fuera mi hermano. Me sonrisa se borro al ver a Dicky y mi rostro se puso serio, como el suyo. Miro a Austin y golpeo la máquina, sonó tan brusco y duro que me asuste.

—Amigo, ¡la rompiste! Fue el mejor puntaje, míralo...

—No te lo creo...

Las voces del fondo se escuchaban.

—Iré al baño y nos vamos —le avise y no espere a que me dijera algo.

Cada vez es peor, pero no entiendo si ni siquiera hablamos ya, lo evito, pero sigue comportándose así y me incomoda tanto. Mire mi reflejo en el espejo, aún portaba el uniforme, no me veía como un desastre.

Lave mis manos y las seque. Tome el peluche que le daría a Austin y salí del baño.

—Así que es el —me asuste internamente, me detuve y gire sobre mis pies.

—¿De quien hablamos? —yo sabía, me hacía la boba.

—Austin, tú novio. No? —levantó una ceja.

Estaba recostado a un muro, con los brazos cruzados. ¿Cómo lo sabía?, Dios mío, si lo sabía el, entonces todos lo sabían.

—Jamás dije que fuera mi novio —era verdad, pero se sentía como una mentira.

—Jamás dijiste que no lo fuera o ¿lo niegas? —se burló. Me comencé a enojar.

—¿Y eso que te importa?, si es mi novio ¿y que? —explote —ve y chismearle a mi hermano.

—Eso sería mostrar que estoy pendiente de ti —se levantó y se acercó.

No, no. No. No te acerques, aléjate, chusma. A metros de mi, gracias.

—¿Y no es cierto? Te la pasas pendiente de mi, consíguete una novia ya, cualquiera puede pensar que te gusto —lo mire mal.

Sonrió —Ajam.

Fruncí el ceño.

—¿Te lo dio el o tú lo conseguiste? —señaló el peluche.

—Yo... —me lo arrebato —¿que haces?, devuélvemelo, ahora,— me incline para tomarlo, pero levantó su brazo haciéndolo imposible.

—Es lindo, me lo quedaré —lo miro desde arriba.

—No lo harás. Dicky. ahora —lo amenace.

—¿Ahora, que? —se burló, con esa sonrisa sacarrona —se parece a ti —miro al cachorro y luego a mi —una cachorrita.

Mi cuerpo se paralizó, mis oídos zumbaron y mis ojos se perdieron. Me acaba de llamar cachorrita, justo cómo Austin, esto está mal, has que se detenga ya.

—No me llames así —lo amenace, sería —devuélvelo, no es para ti.

—De malas, cachorrita, gracias por el regalo —revolvió mi cabello y pasó a mi lado como si nada.

Apreté los ojos, cuanto lo odiaba, al imbécil ese. Que estrés me causa todo de el. Siempre cagandolas donde va. No puedo dejar que Austin vea el peluche que hace unos minutos tenia o que escuche como me llama Dicky. Salí rápido, directo hacia Austin.

—Lista, vamos—lo tome por el antebrazo.

—¿Por que tanta prisa?, hay que despedirnos antes—quito mi mano y me empujo al montón.

—Nosotros nos vamos, nos vemos mañana en la escuela, pásenla bien —me apresure, amablemente.

—¿Cómo así, no te vas con Nick? —Oscar preguntó, cuando nadie lo invitó a hablar.

—Eh, no. Somos hermanos, no novios —se burlaron —Vine con mis amigos y me voy con ellos, gracias chicos.

Austin y Rebeca se despidieron, yo impaciente miraba a Dicky, quien sostenía el peluche bajo su brazo, sonriendo, el sabía que me iba por su culpa, le encantaba ver cómo alteraba mi sistema.

Tomó el peluche y se despidió con la manita del muñeco, sonriendo, Jesús se veía tan... mordí mi labio evitándolo. Ya en la puerta de mi casa decidí atreverme a pregúntale a Austin.

—¿En serio quieres invitarlos a tu fiesta? —lo mire, esperando un no.

—Ira más de media escuela, linda. Mis padres me dieron permiso, entre más mejor —repito aquella frase del chico.

Asentí y me despedí.

Había dos diferencias entre pertenecer y estar con ellos. Una, estás con ellos, pero no eres como ellos y la otra es comenzar a ser como ellos. Espero que mi hermano jamás sea como ellos, a diferencia de que a Austin no le importa cambiarse por ellos. Pero no fui capaz de decir nada, era su vida.

Una estupidez llamada amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora