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—No es adecuado, hay estudiantes hombres aquí, es una escuela y está mal visto —miro mis pechos nuevamente —tápate o te pediré que te retires, por el bien de todos.

—¡Ah!, ¿Por el bien de quienes?, ¿Es que les dificulto el aprendizaje o la capacidad motriz para escribir? Demuéstrelo, y le haré caso —me incline en mi escritorio, retándolo al profesor Sebastián.

—Señorita Ruiz, déjese de estupideces, sabe que nos distrae a todos en esa condición.

—¿Que condición, me explica? Por favor —le pedí amablemente —¿si sabe que puedo abrir un caso judicial con todo lo que está diciendo, tiene idea alguna?

—No se de que hablas y creo que tú tampoco tienes idea de lo que dices —se acercó con sus manos en sus pantalones —ahora, ¿debería recurrir al rector o cooperaras?

—¿A que se refiere con que los afectó a todos? ¿Es decir, que usted no puede ejercer su profesión porque va a pensar en mi cuerpo constantemente? —toque la mesa para que dejara de ver de nuevo mis pechos —no es capaz de ser un profesional.

—Aurora... —la voz de Dicky sonó a mi extremo, pero la ignoré.

—No es cómo si yo lo hiciera a propósito, fui víctima de acoso, así que si no van a regular a sus agresores en esta escuela, supongo que debería llevar el caso al comité estudiantil —use mi mejor tono —vera profesor, no hablo por hablar, hago prácticas de derecho y estoy calificada para llevarlo a un juicio donde podamos hablar de mis derechos y de sus incomodidades.

Todos estaban callados.

Tal vez me pase, pero el es un idiota que no supo decir las cosas y nos llevo aquí, donde yo no puedo soporta esos tipos de comentarios.

—No debemos llevarlo tan lejos —carraspeó su garganta, avergonzado —puede quedarse, señorita.

No me miro a los ojos y se dio media vuelta, al final la clase ya mi camisa estaba seca y el profesor ni siquiera me volvió a ver.

Yo sabía que ya me habían expulsado la semana pasada, pero es que no puedo permitirme que me hundan más.

No me importo si Dicky me mando a callar, en primer lugar, ¿por que debería hacerle caso?, el fue el primer bocón en decirle a Austin todo.

No le perdono el hecho de que solo hizo todo por demostrar que es mejor que Austin, justo conmigo, me siento como una mierda. ¿Tan poco me veo para que me utilicen así? Volví a odiarme, todas aquellas inseguridades volvieron a mi, lo odio tanto.

He pensado seriamente en vengarme.

—Dios mío, están que le besan los pies al otro —Rebeca los fulmina con la miraba.

Las chicas se reunían alrededor de Dicky, preguntándole cómo se sentía, claro era su oportunidad para acercarse y consolarlo, tan descaradas, buscando que les haga lo mismo a las pobres.

Rodé mis ojos, al igual ya eso era tema viejo, ahora se hablaba de cómo el profesor Sebastián era un viejo verde, que le encantaba ver a las niñas cada que podía, se regó que también les propuso a algunas cosas indecentes o incluso que las miraba y les hablaba de una forma poco adecuada. Al final del día siempre sale a la luz aquello que no queremos que nadie sepa.

Rebeca y yo tomamos buses diferentes, pero en la misma parada, jamás había visto a Dicky en uno, a otros estudiantes si, pero a él jamás. Me senté en la parte de atrás, del lado de la ventana, pidiéndole permiso a una señora y puse mis audífonos.

Ignore el hecho de que estuviera ahí, no me interesaba hablar con el. Mi cabeza peso y la recosté en la silla, cerrando los ojos, me quede dormida. Un freno brusco me levanto, pero una mano se interpuso en mi pecho evitando que saliera disparada del asiento.

Mire a la persona que estaba a mi lado, Dicky. ¿Por qué de todas la personas, debía ser el siempre? Intenso, metiche. Aparto su mano.

—¿Harás como si no existo ahora? —seguí mirando la ventana.

No dije nada, pero escuchaba a la perfección, la música se había detenido.

—Para mi dejaste de existir hace tiempo —susurré.

—Si sabes que su amor era de segunda mano, no? —retiró mis audífono y me gire, enojada.

No me importan lo que tenga que decir, no va a venir a hacer como si nada hubiera pasado, yo también siento y aunque las cague y tal vez lastime a Austin, ellos me usaron para demostrar cual podía tenerme.

—Claro, como lo que tú haces, es súperreciclaje, que es una tendencia —mis dientes apretaron tan fuerte que dolió.

Corrí sus piernas, levantándome de la silla. Toque el timbre y el bus de detuvo, me baje rápido.

—Ni siquiera me has dejado hablarte —me siguió.

—No hay nada que hablar, ¿dime, por qué hablaríamos? —seguí caminando.

Ni siquiera se por que le sigo respondiendo.

—Debo explicarte —me detuvo, poniéndose al frente.

—No debes. No somos, ni fuimos nada. No me debes nada y yo no te debo nada —mire sus ojos cansados —fin de la conversación.

Lo esquive y seguí caminando.

—Aurora, ¡maldición escúchame de una buena vez! —su tono grueso hizo que me detuviera.

—¿Por que debería hacerlo? —me gire.

—No todo es cierto, es decir...

—Es decir, ¿lo de arrastrarme como perra si era cierto no? —miro a otro lado —la venganza y el hecho de que querían probar quien era el mejor jugador.

—Aurora... —se acercó —es cierto. No te voy a mentir, aquello que dices es cierto, pero hay otra parte, déjame explicarte, no te estoy pidiendo clemencia.

—¿Debería ayudarte a que cumplas tu objetivo? Hagámoslo, ya no hay nada que perder, así puedes alardear de todo aquello que dijiste se hizo realidad —mi mochila calló al piso.

Me arrodillo y me pongo en cuatro. Sus ojos se abren mucho y se agacha rápido antes de que yo de un paso a el gateando.

—¿¡Que puta mierda estás haciendo justo ahora!? —uso su rostro alterado y su tono preocupado.

—Oh, vamos. Sabes que me arrastro a ti como una puta —enfatizó lo último.

—Mierda, no eres una puta o una perra deja de decirte así cada cinco segundos —agacho su cabeza.

Me levanté, tome mi maleta y seguí caminando. Esta vez más rápido, llegando a mi casa.

—¿Dicky, qué haces aquí? —Mi hermano apareció en la cera.

Su voz me sorprendió, tal vez lo vio todo, temiendo que se pelearan, abrí la puerta y apenas Nicky llego lo tome del brazo entrándolo.

—Ya se iba, cierto? —le di esa mirada.

Asintió y dio media vuelta.

—¿Estás bien, que te dijo? —cerré la puerta.

No pude articular ninguna palabra, mis ojos se llenaron de agua salada, que se derramaron como agua cristalina. Lo ignore y fui a vaciar aquel manantial en mi habitación.

Una estupidez llamada amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora