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Y aquí estaba yo esperando a Dicky para ir al concierto de Chase Atlantic, obviamente no le dije nada a mi hermano ni a mi familia, aún no, solo sería una salida casual, bueno ni tan casual.

Se le puede llamar así, cuando vas a ir a un concierto de "ellos", no lo creo. Es como ir al cielo. Ya lo averiguaremos.

—Que hermosa te ves —al subirme al auto su elogio me ruborizo.

—Gracias —, sonreí y giró hacia la ventana.

Evitando que me vea, era la primera vez que me llamaba así, mi sonrisa boba casi se sale, mordí mis mejillas para evitarlo. Pusimos música en el camino.

—Te gusta The weekend, no? —trato de plantar una conversación.

El asiente sonriendo, recuerdo que el lo dijo hace un tiempo ya. Me gusta que le gusten mis mismos gustos musicales, no hay nada mejor que compartir eso con alguien.

En realidad si me veía hermosa, ósea iba a ver a mi ídolos musicales, debía si o si.

—Gracias por aceptar la salida —mientras hacíamos la fila para entrar al estadio llamó mi atención.

—Bueno, como podría rechazar algo así, más bien debería agradecerte yo a ti, lo digo en serio —lo decía en serio, lo juro.

Jamás había estado tan agradecida de una invitación.

No fue para nada incómodo, no estábamos solos y había mucho ruido, de lo único que hablamos fue de música y nada más, no debíamos dañar el momento.

Mi garganta termino doliendo de tanto gritar, pensé que solo decía lo del gusto musical para ganarme, pero era enserio, se sabía todas las canciones que tocaron. Ver a Mitchel, Clinton y a Christian fue tan irreal, Dios mío, jamás me había sentido tan eufórica en mi vida, hasta ahora fue el mejor momento de ella y ver cómo Dicky disfrutaba conmigo me hizo sentir llena de algún modo.

Porque yo sabía que tenía sentimientos por el y no leves, me gustaba mucho, más de lo que esperaba. No entendía cómo era capaz de meterse en mi mente y afectarme tanto, no me di cuenta cuando pasó del odio a algo opuesto, aún le tengo rabia por todo aquello que ha hecho y yo no puedo cambiar a las personas.

—¡Eso fue genial! —se giró a mi y las personas en movimiento nos apilonaban.

Quedamos muy cerca, podía sentir su cuerpo pegado al mío y su respiración agitada en mi cara. Ambos sonreíamos aún y aunque quería besarlo una ráfaga de cosas pasó por mi cabeza y no buenas, aquellos recuerdos, mire a otro lado y el se aparto.

Al final no pasó nada, me llevo a mi casa y hablamos muy poco en el camino sobre el concierto.

Aún me preguntaba en la cama como todas las noches, ¿que estoy haciendo?

No quería ir a la feria, pero terminé aquí. Con niños corriendo gritando de alegría y jóvenes bromeando.

—Se que estás cansada y tú día libre lo tomaste ayer, para ir al concierto, pero ahora debemos divertirnos nosotras —Rebe tomó mi brazo animándome.

—Lo haré, te lo prometí, no me iré —le recordé.

—Bien, porque no te quitaré la vista del frente —enchino los ojos.

—Bien nos falta una persona, para subir todos, ya tengo mi pareja, vamos —mi hermano agarro por el brazo a Rebeca, arrastrándola.

—¡Suéltame!, no seré tu pareja —sonreí, eran irreparables.

Ahí iba la que juraba no quitarme el ojo de encima ni separarse.

Se notaba que se gustaban, pero tampoco hacían nada, me preguntaba la verdadera razón.

—¿Estás sola? —aquella voz me revolvió el estómago.

—Que te importa, vete —ni siquiera me gire.

—Vamos relájate cachorra...

—Me vuelves a llamar así y olvídate de tus genitales —me gire brusca.

Levantó sus manos en son de paz.

—¿Problemas? —gire a mi lado, encontrándome con Dicky.

Me miro evitando a Austin, como si no existiera.

—Ninguno —respondí.

—No seas mal tercio, Dicky —Austin siguió.

Dios mío, que debería hacer, porque este nunca se queda quieto. Me tiene arta, quiero que se olvide de mi y me deje de molestar, que estrés me causa.

—Tú no me mires, que me das asco —Dicky le escupió al lado y me sorprendí al igual que Austin.

—Dicky... déjalo. No van a pelear —avise.

Ambos se miraban esperando a que alguno lanzara el primer puñetazo.

—¡Ah! Están los tres, ¿se van a pelear? —Oscar llegó también de mal tercio.

Ahora si sería peor.

—No lo hagan, mejor compitan en un juego, así es más divertido y menos violento —propuso.

¿Otra vez ellos dos jugando?, esto ya paso antes y siguen siendo agresivos en los juegos. No me sorprendería que comenzara como un juego y terminara en pelea.

—¿O quien dijo miedo, tienes miedo de que Dicky te gane, otra vez? —Oscar se burló de Austin y yo sabía que solo lo quería provocar.

—Deja de decir bobadas, no deberían ni jugar. Esto terminara mal —dije evitando la situación.

—¿Por que saldría mal?, siempre hay un perdedor o un ganador —Dicky se adelantó —elije el juego —le dijo a Austin —solo si crees que puedes ganar, yo no obligo a nadie.

Aquí estaban delante un juego otra vez para probar quien era el mejor, que vicio tan malo tienen estos dos, deberían casarse. Se aman a morir.

—Tú solo quieres ganarme, como siempre —Austin lo miro mal.

—¿No entiendes? No quiero ganar, quiero verte perder contra mi —Dicky le dice a Austin, sonriendo.

Choque mi palma contra mi frente, el que tuvieran una arma era peligroso, aunque fueran dardos.

—Esto se va a poner bueno...

Mire mal a Óscar y se callo. No me sorprendió cuando Dicky gano, acertando todos los tiros.

Austin salió disparado del lugar y lo seguí.

—¡Austin! —se detuvo.

—Tú realmente sacaste lo peor de mi —su rostro enojado, me daba a entender que quería pelear.

Sus reacciones hacia mi cada vez eran más diferentes y peores que antes, me desconcertaban.

—Yo creo que sacaste a relucir el tipo de persona que eres en realidad —lo escaneo y el frunce el ceño, enojado.

—Debiste escogerme a mi, Dicky no es para ti —me regaño y me reí, tan fuerte que mi barriga dolió.

—Eres un pasatiempo No una necesidad —limpie mis lagrimas.

—Mientes, porque sabes que si me hubieras dado otra oportunidad y te esforzarás terminaríamos haciendo un click perfecto.

Su ego me golpeó, no me creía que una persona pudiera estar diciendo estupideces una tras otra sin reírse de tantas mentiras.

—Ni que fuera beca del gobierno para estar dando oportunidades —le digo.

—¡Deja de ser tan grosera!, ¡Maldita sea! —se alteró.

—Aquí el que dice groserías eres tú no yo
—,lo señale —ahora, no me vuelvas a dirigir la palabra en tu vida.

Le pase por el lado dejándolo atrás. Las luces de las atracciones era muy brillantes. Mi cuerpo se sintió como si le quitaran un peso de encima.

Una estupidez llamada amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora