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Sus piernas atraparon las mías. Con su mano comenzó a deslizar sus dedos desde mi muslo hasta subir a mi cuello. Mi barriga dio una punzada, de esas que me gustan. Su mirada de burla no estaba, sus ojos detonaban deseo.

Mi cuerpo decía que si, quería más, quería que me tocará donde más me hacía latir el, tal vez mi sueño podía cumplirse hoy, aquí. Pero mi mente decía que estaba mal, una pequeña parte le temía y ansiaba el hecho de que nos podían encontrar.

Sentí sus labios húmedos en mi cuello y el aire que tenía contenido salió en un suspiro, con una mano echo mi cabeza a tras y con la otra apretaba mi cadera. Repartió besos gentiles por mi cuello, mis manos no se quedaron quietas y fueron a su cabello. Levantó su vista lamiendo sus labios.

—Termina mal todo esto, ya lo presiento —deje escapar, antes de atraerlo a mi y besarlo.

Su cuerpo se pegó a mi, sus manos apretaban con deseo, sentí sus labios jugosos junto a los míos y perdí el control. Su sabor a menta me hacía querer más, subí una pierna a su alrededor y Dicky la recibió sosteniéndola con su mano, acariciando. Jamás había besado tan desesperadamente, mordía y chupaba su labio. Era tan gentil, pero brusco a la vez y me hacia latir cada vez más mi zona v.

Mis pechos se erizaron y quería pellizcarlos o que el lo hiciera, me pegue a el restregándome y un gruñido salió de él. Cómo si supiera lo que le estaba pidiendo, su mano amasó mi seno y me gustó mucho, nadie me había tocado nunca y tan bien.

—¿Confías en mi? —su voz roca apareció, separándose.

—No —le respondí y el sonrió, mordiéndose el labio.

Me volvió a besar con mas pasión.

—Te voy a tocar allá abajo —aviso y escuché un tambor sonar en mi cabeza —si no te gusta me debes decir —,acaricio mis labios — Quiero saber que te gusta y cómo, me lo dirás cierto? —asentí.

No se que tipo de droga es esta. Mi mamá me advirtió de las drogas, pero jamás me dijo que un chico podía llegar a ser una.

Sentí su mano colarse en interior, pero no sentí nada, lo mire.

—No estés tensa, te haré sentir bien, si me lo permites —se acercó a mi oído, susurrando —lo haré tan bien que vas a pedir más, te daré el mejor orgasmo de tu vida, justo ahora —mis piernas temblaron y mi zona latió, en respuesta.

Sus dedos apartaron mi panti.

—Lo hiciste todo por el, no? —abrió los pliegues y acarició.

Sabía que se refería a mi zona depilada. Era cierto, temía a que un día llegara a pasar algo así y yo no estuviera preparada, jamás en mi vida lo había hecho.

—Si —un suspiro salió de mi interior, disfrutando más suaves caricias.

No vi su rostro, tenía los ojos cerrados, pero sentí su aire chocar contra mi, resoplando, mientras sentía sus dedos acariciar mis pliegues, desabrocho los tres primeros botones, lo suficiente para dejar ver parte de mis pechos. Mientras su mano amasaba mi trasero, sosteniendo mi pierna encima de él.

—Sabes que yo hago mejor todo que el, cierto? —sentí como chupo mi cuello.

—Ajá...

Mi zona estaba mas mojada y comenzó a acariciar mi clitoris mientras introdujo la punta de sus dedos, abriéndome. Reprimí un gemido. Abrí mis ojos y lo encontré viéndome, sentí mi rostro arder más.

—¿Dolió? —se detuvo y negué.

—Si quisiéramos hablar, me invitas a tomar algo, ahora deja de preguntar tan... —su dos dedos entraron en mi y mi boca se abrió, su sonrisa se hizo presente.

Mi cuerpo estaba ardiendo y ni siquiera habíamos hecho gran cosa, el simple hecho de que fuera el ya me prendía. Pellizco mi clitoris y apreté mis piernas.

—Ahhh... —acarició con círculos lentos y luego rápido.

—Joder estás tan apretada, Ruiz...

Sus dedos fueron más ágiles entrando y saliendo. Mis gemidos querían salir, tapó mi boca con su boca, siguió acunando mi seno por encima de mi sostén.

—Hablas mucho —se burlo de mi.

Sus dedos estaban más suaves con mis líquidos.

—Dicky...

Despegó su boca de mi pecho y mis manos apretaban, buscando soporte en su hombro, mientras mi otra mano estaba enterrada en su cuero cabelludo.

—Dilo.

—Solo hazlo, y ya. —sus dedos pararon y sentí un vacío.

Abrí los ojos, buscando el problema, lo iba a golpear como no me hiciera venir. El lo prometio.

—Joder, pídelo. Pídemelo y te lo daré —paso la lengua por el extremo de su boca.

Ese gesto me pareció muy sexi.

—Hazme venir —casi le rogué.

Podía escuchar las voces de los alumnos, en el pasillo. Mi espalda picaba y mi cabeza pesaba, sus dedos iban más rápido y mordí mi labio tan fuerte que dolió. Sentí su boca sobre la mía y mordí su labio, no controle mi fuerza y terminé rompiéndolo, sentía el sabor a sangre, pero solo gimió.

—¿Así? —pregunto, haciendo un movimiento que ni a mi se me hubiera ocurrido hacer. Gemí en respuesta.

—¡Ahg!...

Eche mi cabeza hacia atrás, sintiendo el hormigueo de mi orgasmo, mirando a Dicky, con su cabello revuelto y sus labios hinchados. Yo debía verme como un desastre total.

Mi pecho subía y bajaba, sentía mi corazón en los oídos, mi boca abierta tratando de recuperar el aire que me faltaba.

La pregunta del millón es; ¿que de dice después de esto, sin que suene raro o sea incómodo? Ni idea nunca lo había hecho y nunca me lo contaron.

—No debes comer sola, puedes sentarte con nosotros, pero no sola —saco su mano de mi interior.

No dije nada, no me iba a sentar con ellos, que pensaría Rebeca, no podía dejarla sola, era mi única amiga de verdad.

Me separé buscando un pañuelo, los vi cuando entré, en la repisa, habían toallas húmedas sin abrir. Abrí el paquete y tome su mano limpiándola. Me incline en la mesa para alcanzar la caneca que estaba detrás del escritorio y lanzó el pañuelo.

—Mira cómo me pones, siempre —pego su pelvis a mi trasero y lo sentí.

Era tan grande y duro, era tremendo bulto. Apreté mis piernas y me sostuve a la mesa. Era una posición muy provocativa, yo y el sabíamos lo que hacíamos y estaba tan mal, pero aún así no deteníamos nada.

Se separó y me levanté.

—Saldré primero,

—¿No vas a preguntar nada?

—¿Quieres que te pregunte si te gusto? Ambos sabemos que te encanto —me pico el ojo, sonriendo.

Salió del cuarto y me quede sola, recalculando lo que acababa de suceder, justo hace unos minutos tuve el mejor polvo de mi vida, hasta ahora y me lo dio Dicky. Me sentía tan viva pero tan podrida por dentro. Aunque Austin y yo nos dimos un tiempo el cual no iba a ser para volver de nuevo, se siente como la mierda.

Me limpié con los pañuelos y salí de la habitación. Aún sentía todo, maldición.

Una estupidez llamada amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora