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Jamás en mi vida había dormido tan bien. La cama se me hizo de lo más cómoda y el aire acondicionado tenía un olor raro, pero no importaba. A veces escuchaba voces, pero no podía abrir los ojos ni levantarme. Así que solo seguí disfrutando del suave sueño, por otro rato más. No quería volver a la realidad.

—¿Que estabas haciendo? Debiste prestarle más atención, sabes cómo es tu hermana —Lena regaño a Nicky.

—¿Por que lo culpas?, cuando fue mi culpa —me levanté con mucho esfuerzo.

Fueron a mi de inmediato, ni que me estuviera muriendo.

—¿Cómo te sientes? —Mi mamá reviso cada parte de mi cuerpo.

—Mucho mejor ahora, solo estaba cansada —Nick acomodó las almohadas y me recosté.

—Les avisare que ya despertó —salió el mocoso y yo sabía lo que se venía ahora.

—¿Te lo dije o no? —frote mi cabeza —no te excedas o te obligaré a dejarlo, te lo dije Aurora —temí por su tono de autoridad, no era ninguna broma.

—Tú más que nadie debería entenderlo mamá, las cosas no nos la regalan y yo no quiero préstamos de por vida o una mala vida, entiendes eso no? —trate de sonar razonable, no quería pelear con ella.

—¡La casa es tuya, papá la dejo para ti, si quieres la podías vender! ¿Por qué tienes que jugarte la vida así, cuando no es necesario? Eres igual que el...—se comenzó a alterar, papá llegó a su lado y trato de calmarla en silencio.

—No hagas esto, sabes que debemos ayudar a Nicky, el lo necesita mas que yo y si debo sacrificar cosas por el, lo haré sin pensarlo dos veces y tú lo sabes —le recordé.

—Con el bufete tienes más que suficiente, dejarás el otro trabajo, si no quieres tener problemas —me apunto con su dedo y me comencé a enojar.

—¡Es mi vida Lena, Deja de querer manejarme, sabes cómo soy! —mi pecho se comenzó a agitar y la aguja se clavaba en mi brazo cada vez más, era molesto.

—Sufres de la azúcar baja y lo sabes, tú cuerpo es muy débil, que tanto quieres hacer. ¡¿Acaso quieres morir como tú abuelo, ah?! —su voz sonó muy fuerte.

—Aurora ya deja el tema, no se discute más —Papá fue igual de firme —Nick —le hizo señas para que salieran.

Ahí me di cuenta que Austin, Rebeca y Dicky lo acompañaban. Acune mi rostro y revolví mi cabello frustrada, me di media vuelta, acostándome, dándole la espalda a todos.

Ni siquiera me esforcé tanto, me quede dormida y desperté ya de noche, en la habitación no había nadie, entro una doctora.

—Ya te sientes mejor, cierto? —la enfermera quito el suero ya vacío.

—Si, gracias —me senté en la cama.

—Mañana te darán de alta, descansa un poco más, tomate estas pastillas —le hice caso —sabias antes que se te baja el azúcar rápido y te desmayas al estar muy cansada, deberías descansar mucho y alimentarte bien cuando pases un día muy largo, sabes a qué me refiero, no? —asentí

—Doctora, ¿cuanto tiempo llevo aquí?

—Llegaste antes de ayer, en la en noche, solo llevas dos días. Ayer te la pasaste durmiendo, estabas muy deshidratada —asentí —Bien, nos vemos mañana, Aurora, descansa.

Me acerque a la gran ventana, la ciudad estaba muy iluminada. Debería dejarlo, ella tiene razón.

—Deberías descansar en la cama —Nicky se posó a mi lado, pero no dije nada —es una noche linda, ¿no crees?

—Lo es —me di vuelta, sentándome en el borde de la cama —¿por que los trajiste?, sabes que no me gusta eso.

Me refería a Austin, Rebeca y Dicky.

—Dicky nos ayudo a traerte y Rebeca estaba a fuera de la casa, luego creo que ella le aviso al chico.

—¿Ya aplicaste a las universidades? —cambie de tema —¿necesitas ayuda con eso?

—Ya aplique, junto con Dicky. Justo hoy te había dejado los folletos en tu cuarto, me dijiste que a las que yo aplicara lo harías tú —bajo su cabeza.

—Nick, se lo que piensas. No es tu culpa, es cierto que hago las cosas por los dos, pero es mi culpa el no haber sabido controlar la situación —tome sus manos, acariciando las.

—Siento que si es mi culpa, mamá tiene razón, debí cuidarte, estar pendiente, sabemos que eres impredecible en silencio —enchino los ojos.

—Lo se, pero soy así y se me es inevitable no serlo.

—Me alivia que pasará en la casa y no en el trabajo o en la calle —me abrazo —debes decírmelo, siempre, promételo.

—Lo prometo, ahora suéltame que me asfixio...

Bromeó y el me soltó asustado, me reí.

—Sabes tengo un poco de hambre —mi barriga rugió.

—Me alegra, llevas dos días sin comer prácticamente, solo suero y eso me preocupa. ¿Que quieres? Dímelo, tú hermano te conseguirá cualquier cosa que pidas —exagero la voz y me reí.

—Una hamburguesa grande, con una malteada bien dulce de frutos rojos, papas y nuges —de solo pensarlo me dio más hambre.

—Perfecto, lo que ordene la ley. Que suerte que justo al lado hay un McDonald's. Ya vengo —beso mi frente y salió casi corriendo.

No me arrepiento, todo lo que sea por el lo haré mil veces. Revise mi teléfono y respondí los mensajes de Austin y los de Rebeca, no debían venir más, yo estaba bien y no me gustan las visitas de hospital.

Una mano extendió un choco break, levante mi vista.

Dicky. Mire la hora en el reloj de pared, eran las nueve y el aún aquí, Nicky debía sentirse muy mal, para no querer quedarse solo. Tomó mi mano y puso chocolate en ella.

—Deberías comer un dulce de ves en cuando —se sentó a mi lado.

No dije nada. Me sentía incómoda por lo qué pasó la última vez, por su culpa y por la mía todo se acabaría, todo con todo.

—Debiste irte a casa ese día, ¿por que no escuchas?

—Te dije que dejarás de tomar papeles que no te incumben, Romanov —Metí el chocolate en mi boca, ya mi boca no sabía a pastillas o suero —no soy tu enamorada.

—Ya vas de nuevo —rodó los ojos.

—Si tanto te gusta mi hermano, deberías casarte con el, aunque sería una pesadilla tenerte como cuñado —sacudí la cabeza y mi cuerpo, fingiendo escalofríos.

—Lo sería —se rió y se me escapó una sonrisa.

No recuerdo haberlo escuchado reír conmigo, tal vez podríamos ser amigos, quien quita y nos llevemos bien, por Nick.

Una estupidez llamada amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora