𝑈𝑛𝑜

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Ruby se sentó en la hierba frente a la tumba de su padre y dejó el ramo de flores junto a la lápida en donde rezaba el nombre de Jacob Seward.

—Ha pasado tiempo desde la última vez que vine —dijo—, pero había estado un poco ocupada tratando de cumplir con la promesa que te hice.

Ya habían pasado casi diez años desde la muerte de su padre, diez años desde el día en que su vida había cambiado drásticamente. A pesar del paso del tiempo, los recuerdos de aquella noche seguían intactos en su mente y seguramente no se borrarían hasta el último día de su vida.

Era todavía muy pequeña cuando había llegado a vivir a Seúl con sus padres y su abuela, porque a su padre lo habían nombrado embajador del Reino Unido en Corea. En ese tiempo, su nombre todavía era Emma y absolutamente todo era muy distinto. Había crecido creyendo que tenía a la familia perfecta, sus padres parecían amarse de una manera en la que pocas personas se amaban y eran felices, o eso era lo que aparentaban. Un día, toda esa imagen se desvaneció y aquella mentira en la que había vivido durante toda su vida, se rompió.

Emma tenía doce años en ese entonces, y odiaba la escuela donde estudiaba, así que se escapó y regresó a su casa, pensando que no habría nadie porque su padre estaba fuera del país y su madre debía estar trabajando, como siempre. Pero ese día no había ido a trabajar, Natasha se había quedado en casa y no estaba sola. Sin quererlo, descubrió que tenía un amante, pues al llegar, los encontró juntos en la sala. A partir de ese momento, dejó de ver a su madre como la mujer perfecta, como un ejemplo a seguir, y comenzó a odiarla.

Por semanas intentó hablar con su padre, encontrar la manera de decirle lo que había descubierto, pero no sabía cómo. Jacob parecía tan enamorado de Natasha, y Emma no quería ser quien le rompiera el corazón diciéndole una verdad que no estaba segura de que fuera capaz de soportar. Un día por fin reunió el valor y le contó lo que sabía. Jacob solo suspiró y la miró a los ojos.

—Ya lo sabía.

Emma jamás hubiera imaginado que ya supiera la verdad y fuera capaz de fingir que no tenía idea.

—¿Qué?

Jacob asintió y la tomó de la mano.

—Hace tiempo que sé que tu madre me engaña, pero he preferido callarme por ti. No quería que lo supieras, mi idea siempre fue que crecieras en una familia feliz.

Emma siempre había sabido que su padre era tal vez la persona que más la quería en el mundo, pero no pensó que fuera capaz de sacrificar su propia felicidad y vivir al lado de alguien que no lo amaba, solo por que ella siguiera viviendo la hermosa mentira de que su familia era perfecta.

—¿Aún la amas?

—De nada sirve que la ame, cuando ella hace mucho tiempo que dejó de amarme a mí, si es que alguna vez lo hizo.

—¿Por qué no la dejas entonces? Supongo que querrá irse con ese hombre con el que estaba...

—Quiero hacerlo, pero me pone una condición que no puedo cumplir para firmar el divorcio.

El amante de Natasha era nada más y nada menos que Jeon Yi Hwan, el narcotraficante más peligroso de Corea, que además era buscado en varias partes del mundo. Jacob había estado investigando algunas de sus actividades cuando estaba en Londres y desde que había llegado a Seúl, colaboraba con el gobierno para intentar acabar con su organización, que ya se había extendido mucho más allá de las fronteras de Corea. La única condición que Natasha le ponía a Jacob para firmarle el divorcio sin pedir la mitad de sus bienes, era que le entregara las pruebas que tenía en contra de Yi Hwan. Jacob se negó hasta el final, y fue precisamente eso lo que le costó la vida.

𝐈𝐦𝐩𝐥𝐚𝐜𝐚𝐛𝐥𝐞 || 𝐉𝐞𝐨𝐧 𝐉𝐮𝐧𝐠𝐤𝐨𝐨𝐤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora