𝐷𝑖𝑒𝑐𝑖𝑠𝑖𝑒𝑡𝑒

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Namjoon sirvió lo que quedaba del soju en una copa y pensó en pedir otra botella más, aunque se sentía cada vez más lejos de la sobriedad y había pensado en no beber tanto. Se aflojó la corbata y bebió el licor de un solo sorbo. Seokjin llevaba un rato observándolo desde la puerta, mientras pensaba en lo mucho que había cambiado durante todos los años que había pasado sin verlo. Se decidió a acercarse y se sentó junto a él en la barra.

—Un soju, por favor —dijo.

Al escuchar su voz, Namjoon se sobresaltó un poco y lo miró, pues no estaba muy seguro de que realmente estuviera ahí.

—¿Qué hace aquí? —preguntó, e intentó alejarse, pero Seokjin lo detuvo tomándolo del brazo.

—Vine a invitarte a un trago.

—¿Qué le hace pensar que quiero beber con usted?

—¿Es necesario que me trates de esa manera?

La verdad es que ni siquiera Namjoon entendía porqué se ponía tan a la defensiva. Se suponía que todas sus heridas habían sanado mucho tiempo atrás, pero de repente se dio cuenta de que estaba equivocado. La forma en que reaccionaba cuando Seokjin estaba cerca, no era más que una forma de proteger su corazón, porque temía que volviera a hacerlo pedazos como en el pasado.

—Háganos un favor a ambos y no vuelva a acercarse a mí. Cuanto más lejos estemos, será mejor.

Seokjin sintió que aquellas palabras le dolían en lo más profundo del pecho, pero aún así, no soltó a Namjoon.

—Solamente te pido una oportunidad.

El detective suspiró.

—Tuvo una oportunidad, me tuvo rogándole por mucho tiempo, ¿y recuerda qué hizo?

El abogado asintió despacio y en seguida su mente se llenó de recuerdos. Odiaba aquella versión pasada de sí mismo porque había cometido un error muy grande y parecía que, sin importar cuánto se arrepintiera y pidiera perdón por ello, no podría hacer que Namjoon lo perdonara.

Se habían conocido empezando la secundaria, cuando eran casi unos niños. Namjoon era el mejor estudiante del colegio, una mente brillante, pero sin mucha capacidad para hacer amigos. Seokjin no estaba interesado en sacar las mejores notas, sino en perder el tiempo con un grupo de hipócritas que se hacían llamar sus amigos, pero hablaban a sus espaldas. Por mucho que lo intentara, Namjoon no se atrevía a hablarle, solo lo observaba desde lejos y esperaba algún día poder tener el valor de acercarse y decirle cuánto le gustaba. Un día se le ocurrió la idea de escribirle cartas en las que expresaba todo lo que sentía, y se las entregaba sin ser visto. Seokjin nunca sospechó quién era su enamorado secreto, hasta que algunos de sus amigos lo descubrieron. Lo planearon todo para obligar a Namjoon a revelar que él era quien escribía las cartas, en la fiesta de fin de curso y frente a toda la escuela. Seokjin se sintió tan presionado y tan preocupado por lo que todo el mundo dijera, que rechazó a Namjoon de una manera bastante cruel. Durante las vacaciones, Namjoon siguió buscándolo, pensando que tal vez si no estaba cerca de sus amigos, lo trataría de una forma distinta, pero no fue así. Al final se cansó, se cambió de escuela e hizo hasta lo imposible por olvidarlo, rogando por que el mundo fuera lo suficientemente grande como para que nunca se volvieran a encontrar.

Pero ahí estaban, de nuevo frente a frente. Por muchos años sus caminos habían estado completamente alejados, pero habían vuelto a unirse.

—Quien era en ese tiempo no tiene nada que ver con quien soy ahora —dijo Seokjin—, no puedes juzgarme por lo que hice tantos años atrás.

Namjoon no sabía qué hacer, así que pidió otro soju, confiando en que eso le ayudara a encontrar la forma adecuada de alejar para siempre a Seokjin de él, antes de que toda esa situación se le saliera de las manos. Cuando lo pusieron sobre la barra, sirvió el licor en una copa y lo bebió de un solo sorbo, luego volvió a mirar al abogado.

𝐈𝐦𝐩𝐥𝐚𝐜𝐚𝐛𝐥𝐞 || 𝐉𝐞𝐨𝐧 𝐉𝐮𝐧𝐠𝐤𝐨𝐨𝐤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora