𝑄𝑢𝑖𝑛𝑐𝑒

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Ruby terminó de cepillarse el cabello y se miró en el espejo. No recordaba un momento de su vida en el que hubiera tenido tanto miedo como entonces, había esperado diez largos años por ese día y cuando había llegado, dudaba de si sería capaz de llevar a cabo sus planes. Ese día sería la fiesta de cumpleaños de Yi Hwan y él mismo le había pedido a Jungkook que la invitara, sin imaginarse siquiera que ella había visto la oportunidad de ajustar cuentas.
Se hizo un elaborado moño, dejando un par de mechones sueltos y terminó de maquillarse.

—A veces olvido lo mucho que has crecido —escuchó la voz de su abuela, que la miraba desde el marco de la puerta, con los ojos llenos de lágrimas de nostalgia—, pienso que sigues siendo una niña, pero hace tiempo que dejaste de serlo.

—Quisiera volver a ser una niña —Ruby suspiró—, así todo sería mucho más fácil.

Abigail se acercó hasta estar detrás de su nieta y puso las manos sobre sus hombros.

—Últimamente he estado sintiendo que me ocultas algo, como si estuvieras haciendo algo malo y me mientes porque no quieres que lo sepa.

—No estoy haciendo nada malo, abuela, no te preocupes por mí. He hecho todo lo que me has dicho, me he repetido a mí misma que la única razón de mi vida debe ser poder vengarme.

—Por eso no permití que tu madre te encontrara, porque es algo que solamente tú puedes hacer.

Ruby asintió despacio y se levantó para ir a ponerse el vestido.

Comprobó muchas veces más su aspecto en el espejo, se veía muy bien, tan hermosa y elegante, que nadie sospecharía ni por un momento que estaba a punto de cometer un crimen

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Comprobó muchas veces más su aspecto en el espejo, se veía muy bien, tan hermosa y elegante, que nadie sospecharía ni por un momento que estaba a punto de cometer un crimen. Tomó el bolso y guardó sus cosas, incluyendo el revólver.

Jungkook la estaba esperando frente a la casa y al verlo recordó el día que lo conoció. También llevaba traje y estaba perfectamente bien peinado. Le regaló su sonrisa más brillante, la más hermosa y a ella se le encogió el corazón. Inevitablemente tenía que causarle dolor y se odiaba por eso.

—Hola, señor Jeon —saludó e hizo una breve inclinación.

—Hola, señorita Everard. Pensaba que no podía verse más hermosa, pero siempre me sorprende.

Ella se obligó a sonreír, aunque sentía cómo un nudo en su garganta se enredaba más y más y se sentía horriblemente culpable.

«Si tan solo hubiera una manera de matar a Yi Hwan y que Jungkook jamás se entere —pensó—. Pero no, ya le he mentido suficiente, no merece que siga engañándolo».

—Muchas gracias, señor Jeon.

No quería apartar la vista de él porque sabía que después de esa noche, ya no volvería a sonreír para ella, a la mañana siguiente la odiaría y ya no podría volver a acercarse a él.

Pasó todo el viaje deseando nunca llegar a su destino, pero la angustia que sentía, hacía que pareciera que el tiempo pasaba más rápido. Cuando llegaron tuvo que obligarse a bajar del auto, mientras se repetía que no debía acobardarse en el último momento, debía ser lo suficientemente valiente para cumplir con su destino. Jungkook le ofreció el brazo y ella lo tomó. Aquel sencillo contacto lograba calmarla al menos en parte, pero a la vez hacía que todo fuera más lamentable todavía. Había encontrado a la persona especial a la que había necesitado durante toda su vida, pero jamás podrían estar juntos. Se obligó a sonreír porque nadie debía notar que estaba pasando por uno de los peores momentos de su vida. Buscó a Yi Hwan con la mirada y lo encontró sirviéndose un poco de whisky en una copa.

𝐈𝐦𝐩𝐥𝐚𝐜𝐚𝐛𝐥𝐞 || 𝐉𝐞𝐨𝐧 𝐉𝐮𝐧𝐠𝐤𝐨𝐨𝐤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora