Aquella mañana del once de septiembre del año dos mil cinco, que Tadeo recuerda con exactitud, yo me desperté de lo más despreocupado después de haberme orinado en mi cama. Estaba más emocionado por la sorpresa que Eugenia me tenía, que no podía ponerle atención a algo que ocurría todos los días. Ese era un día especial porque quien entonces yo llamaba madre, iba a llevarme a comprar mi primer videojuego propio.
Siempre había jugado con mi hermano con sus videojuegos, la verdad es que en mi inocencia no era capaz de darme cuenta de que él en realidad no conectaba el control que me daba a mí, y yo me creía que era aquél que desenvolvía todas sus habilidades en la pantalla. Me divertía tanto que, Tadeo se sentía feliz por ayudarme a distraerme cuando él regresaba del colegio. Además, yo le recordaba a nuestro padre, que justamente estaba de cumpleaños ese día, y que se había marchado de nuestras vidas cuando yo apenas tenía un año. Yo no podía recordarlo en absoluto.
Esa mañana, como cada mañana, Tadeo se encargó de llevarme al baño para ayudarme a cepillarme los dientes y lavar mi carita de cuatro años. Aunque él apenas tenía catorce, llevaba todos los años de mi vida encargándose de mí cuando Eugenia no podía, o más bien, no quería. Él me enseñó a bañarme solo, a ponerme los calzoncillos al derecho y a ponerme los zapatos sin que pareciera que caminaba al revés. Y cada una de esas cosas las repitió por última vez, alistándome para el acontecimiento más importante de mi vida. En ese entonces, ese acontecimiento era la adquisición de algo propio, pero después de todo, se convirtió en un evento que marcó mi vida para siempre.
— ¡Listo! —Dijo, terminado de atar mis agujetas—. Ahora solo déjame ponerte un poco de gel para peinarte porque tienes el pelo muy alborotado —rio, y yo le seguí también.
— ¿Por qué no lo tienes largo como yo? —Pregunté curioso con mi voz chillante.
—Porque en el colegio me piden que lo lleve corto —explicó.
— ¿Por los piojos? —Inquirí. Tadeo se echó a reír, pero yo no entendí por qué eso era gracioso.
—No, es porque el colegio es muy estricto con el reglamento.
— ¿Qué es escrirto?
—Es-tric-to —enseñó, para que lo pronunciara mejor—. Es cuando no puedes portarte mal porque te castigan.
— ¿Cómo mamá te castigó hoy?Tadeo apretó sus labios y me sonrió falsamente. No le había parecido muy gracioso mi comentario, pero entendía que lo hacía desde mi inocencia. La verdad es que yo no era capaz de comprender por qué Eugenia le había dicho insistentemente a mi hermano que se quedara, que solo me llevaría a mí ese día. Si a Tadeo le fascinaban los videojuegos y no podía ir a un lugar que era el paraíso de ellos, para mí eso era un castigo.
Decidió no responder a lo último que dije, en su lugar optó por terminar de peinarme, para luego tomar un espejo de mano y mostrarme cómo había quedado mi cabello. A mí me gustaba la manera en que él me peinaba y me vestía, porque, aunque mi ropa era pequeña y diferente a la suya, siempre buscaba vestirme como él se vestía, y eso me hacía sentir que yo era como él; grande, valiente, responsable y amoroso. Era mi figura paterna, aunque yo no lo pudiera entender en ese momento.
—Robin ya está listo —dijo a Eugenia, que me esperaba en el sofá de la sala sin haberse arreglado tanto como yo.
—No abras la puerta si no soy yo —ordenó—. Te dejé comida en el refrigerador, nos llevaremos a Tobby porque Robin insistió en sacarlo a dar la vuelta.
— ¿De verdad no puedo ir con ustedes? —Tadeo realmente quería estar en ese lugar.
—Te dije que no, cuando tu papá venga a verte, pídeselo a él.
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Yo, Erróneo
Action[Primer acto de la serie: Ubulili]. Desesperado por su situación económica, por la responsabilidad de cuidar y mantener a su madre convaleciente y a su pequeña hermana, Robin se encuentra viviendo sus desventuras en su nuevo empleo como artista de u...