Capítulo 30: Follar Por Decepción.

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Pasó un poco de tiempo desde que empecé a sentirme más despierto y con una buena energía que, al estar encerrado entre esas cuatro paredes, no podía descargar

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Pasó un poco de tiempo desde que empecé a sentirme más despierto y con una buena energía que, al estar encerrado entre esas cuatro paredes, no podía descargar. Si bien es cierto que lo que yo quería era olvidarme de lo que había pasado, el polvo no me lo iba a dar, pero al menos me daba ánimos para hacer algo diferente por mí, para dejar de sentirme tan basura como me sentía.

Mi corazón palpitaba rápido como si hubiese corrido una maratón por todas las cuadras del barrio Vilos. Entendía que eran parte de los efectos que todavía me preocupaban porque era la primera vez en mi vida que consumía ese tipo de cosas.

Me levanté de la cama de mi camerino, disponiéndome a caminar alrededor del poco espacio que había. Entre los efectos de la droga y el no saber qué hacer para sacar mi energía acumulada, la luz del camper se apagó repentinamente. Nunca había pasado algo así en el tiempo que llevaba trabajando en el lugar, era una situación rara y yo quería saber qué pasaba.

Salí de mi sitio. Todo estaba oscuro afuera y adentro. Intenté ver si alguno de mis compañeros estaba por allí, pero no salía luz por ninguna de sus caravanas, ni siquiera un poco de bulla se colaba por el lugar. Al no ver a nadie, pensé que quizá podía encontrar a alguien en bastidores que me explicase toda la situación. La bulla de la función no estaba, ni siquiera un pequeño respiro del público. Nada. El circo estaba cerrado y ni siquiera era la hora para que estuviese así de apagado. Estaba seguro de que había gato encerrado en todo eso, pero no tenía a quién preguntarle.

Estaba a nada de cruzar el telón rojo que dividía los bastidores del escenario, pero no alcancé a lograrlo porque de repente una mano agarró fuerte mi antebrazo. Volteé para saber de quién se trataba, pero no pude distinguir nada, solo veía negro. No podía tener toda la confianza de dejarme agarrar de alguien que no conocía, intenté zafarme, pero la persona no me soltó ni un momento, más bien me agarró por la espalda, tapándome la boca.
     —Silencio... —hizo en mi oído—. Cállate, Robin...

Me percaté de que se trataba de un hombre, pero la voz susurrada no me dejaba distinguir quién era. Hice caso solo para tratar de entender qué estaba pasando. Cuando por fin callé, este me soltó, diciéndome al oído que era el mismo Rodrigo. Llevé mi mano a su rostro, tocándole la barba, ahí me di cuenta de que era cierto. No tardé en preguntarle entre susurros sobre lo que estaba pasando y por qué el circo estaba cerrado siendo que todavía no era la hora para eso.
     —Aquí no, cabrón —musitó—. Vamos a mi apartamento y te explico —asentí, todavía afligido.

Salimos caminando encorvados hacia el lado de los camerinos y después usamos la salida trasera para solo tener que cruzar la calle y caminar un poco por la banqueta al fondo de la cuadra hasta llegar al edificio donde él vivía. La nieve me había dado energía y adrenalina, despertándome de mi tristeza en el momento oportuno para pasar un momento crítico donde yo miraba a todos lados para cuidar que nadie viniera mientras Rodrigo abría la puerta con sus llaves. Cuando por fin llegamos a su apartamento, entramos a la sala con las luces apagadas. Caminé hacia los sillones como pude, tirándome sobre uno. Los efectos de la droga estaban yéndose de a poco y ya empezaba a sentirme desgastado otra vez, sin ánimos y triste.
     — ¿Ahora si me vas a decir? —Le pregunté cuando se ubicó a mi lado.

Yo, ErróneoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora