Cumplí tres meses de trabajo en el circo Ubulili después de los dos meses de práctica. Todo ese tiempo fue una experiencia con sus ventajas y desventajas, pero la principal razón por la que entré allí, seguía siendo la misma. Crecí como artista y como prosituto porque siempre me esforzaba por desempeñarme bien, lo hacía por reconocimientos económicos y no por destacar del resto y creerme mejor que otros, por el simple hecho de que disfrutaba de preparar espectáculos para el público, pero sobre todo, porque hacerlo me daba la oportunidad de ahorrar un poco más. Los hombres que espectaban mi show se veían más atraídos cuando yo destacaba, así que no pensaba dejar de hacerlo. No era una competencia con mis compañeros, era una competencia conmigo mismo.
Debo reconocer que en todo ese tiempo recibí mucho apoyo de parte de los compañeros con quienes compartía ensayos. Cada vez que presentaba un show que se repetía después de cierto tiempo, aprendérmelo era mucho más fácil y me consumía menos esfuerzo del que me consumían los espectáculos novedosos.
También fue raro pensar en perspectiva sobre cada cliente que recibía en la autocaravana. Hacer el conteo de más de cincuenta hombres diferentes me hizo pensar que realmente estaba haciendo algo mal. No pensaba de esa forma antes de conocer al chino del mercado, pero tuve que reconocer que su llegada me complicó muchísimo las cosas, al menos las que rondaban en mi mente.
Entre todos esos clientes, hubo quienes volvieron a mi sitio, solicitando mis servicios. Uno de ellos fue Ismael Carbajal, que siempre llegaba borracho con toda la intención de echar un polvo conmigo, pero al final resultaba cayendo rendido en la cama con la vista al infinito, perdido en sí mismo, pero con, según él, mi grata compañía. Después de su primera visita, nunca más pasamos de besos que le permití darme solo por sentirme en deuda al no entregarle mis servicios sexuales como cada ticket que compraba lo indicaba.
De tantas visitas que me hacía en estado de ebriedad, comenzamos a hacernos amigos. Siempre intentaba comprender a qué iba al Ubulili, si no le interesaba lo que ofrecíamos allí. Además, no pedía a otro artista como su prostituto, siempre me pedía a mí, y eso era sumamente intrigante, pero no más intrigante que el porqué de sus partidas llorando al acabarse el tiempo del ticket.
En otras repetidas ocasiones regresó también el alcalde. Para mí ya era extraño el que hacerme pasar por su sobrino terminara desembocando en una preferencia por mí entre tantos artistas. Resultaba incómodo pensar que realmente podía ser mi tío al casi triplicarme la edad. Por otro lado podía entender que ese tiempo que pasó visitándome, le había hecho cogerme muchísimo cariño. Siempre me dejaba buena propina para apoyarme. Sentía que más allá del sexo, había algo que lo unía a mí.
También tuve más cercanía con el jefe. No fue algo que yo pidiera o me esperara, pero mis esfuerzos en los shows y el ser tan solicitado en el camper, hizo que mi trabajo resaltara para Ariel, tanto que empezó a llamarme a su oficina para pedirme una mamada extra, que, claramente, no podía rechazar sabiendo el dinero extra que eso me traía. Al principio me sentí mal por Geovanni porque empezó a hacerlo de menos por pedirme a mí ese trabajo, pero después me di cuenta de que mientras juntara la plata que yo necesitaba, no me importaba que Dumbo me odiara. Al principio había creído que me llevaría mejor con él que con Rodrigo, pero fue todo al revés.
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Yo, Erróneo
Action[Primer acto de la serie: Ubulili]. Desesperado por su situación económica, por la responsabilidad de cuidar y mantener a su madre convaleciente y a su pequeña hermana, Robin se encuentra viviendo sus desventuras en su nuevo empleo como artista de u...