Capítulo 15: Rollitos Sin Sudor.

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Un hombre de cuarenta, casi cincuenta años, con ciertas canas en su casi calva cabeza, entró a mi camerino con un estuche en la mano

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Un hombre de cuarenta, casi cincuenta años, con ciertas canas en su casi calva cabeza, entró a mi camerino con un estuche en la mano. Tenía cabello a los lados, pero al medio estaba pelón. Además, tenía varias libras extras, aunque de su cara no era cachetón. Me puse de pie para recibirlo, para saber cómo se llamaba y qué servicios necesitaba. Se notaba a simple vista, por la ropa que vestía, que tenía plata, así que esperaba que al menos fuese un ticket del nivel prémium.
     — ¡Bienvenido! —Extendí mi mano—. Mi nombre es Robin.
     — ¡Mucho gusto! Yo me llamo Güido —sonrió antes de continuar hablando—. ¡Qué guapo estás, Robin!
     —Usted lo está más —halagué falsamente.
     —Esas cejas gruesas, esos ojos... —sonreí pícaro.

Solo quería que se sintiera cómodo para que su propina fuese considerablemente mejor que la de los demás clientes. Después de todo, coger con él no iba a ser demasiado fácil como lo había tenido hasta ese día. Llegaban personas más jóvenes de lo que imaginé y atractivas, pero evidentemente la situación me estaba queriendo decir que no debía acostumbrarme a que todos los clientes serían agradables.
     —Tú estás delicioso... —dijo, con un tono coqueto, jalando mi cuerpo hacia el suyo para acercarme.
     —Gracias, Güido —contesté pícaro.

Gracias a esa cercanía pude ver los vellos de su bigote que ya se notaban grises como su cabello. Sentí un poco de disgusto al ver cada poro de su piel, pero tenía que ponerle empeño y esforzarme si quería hacer las cosas bien. No es que el señor fuera feo, pero casi me triplicaba la edad, y eso no me parecía atractivo.
     — ¿Empezamos ya, Robin? —Preguntó emocionado, a lo que asentí. Mientras más pronto acabase con eso era mejor.
     — ¿Qué ticket canceló?

Me pasó a la mano dos tickets. Nunca antes me había pasado algo como eso, no entendía para qué compraba dos tickets diferentes si podía comprar uno que le incluyera los dos servicios. Un ticket bronce y un ticket plata para cumplir con un hombre de varios kilos de más, con vello facial gris y unos ojos caídos que no me transmitían entusiasmo. Eso confirmaba mis sospechas de que el hombre debía tener mucha lana como para gastar en dos tickets separados, cuando comprar un combo salía más barato.

Ambos tickets premium incluían el látigo; lo traía en el estuche que le noté cuando entró. Todavía no había usado uno de esos con nadie, a pesar de que venía incluido en sus tickets. Pero este tipo era astuto, pues me pidió que le cambiase la parte del látigo por cumplirle una especie de fetiche, prometiendo que nadie se iba a enterar de nada. Además, me daría cien ebrus extras a mi propina.
     — ¿Cuál es ese fetiche? —Pregunté, antes de aceptar el trato.

Sus mejillas se chaparon cuando me escuchó. Se miraba apenado, pero de cualquier manera yo iba a cumplir con lo que él quisiera con tal de tener más dinero para mí. Sabía por la boca de Rodrigo, que ese tipo de cosas solían pasar, y como él me lo dijo, yo debía ser más inteligente y plantearme si me era conveniente o no, pero si buscaba complacer clientes y ganar preferencia, siempre iba a ser conveniente.
     —Me da un poco de pena decirlo, pero... —guardó silencio al tiempo en que se despojó de su saco y camisa a la vez— me sudan mucho los rollitos de mi panza.

Yo, ErróneoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora