Capítulo 24: "Güido".

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Cuando Güido tenía veinticuatro años, conoció a una joven de la que se enamoró al instante

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Cuando Güido tenía veinticuatro años, conoció a una joven de la que se enamoró al instante. Fue un sentimiento que surgió a primera vista, según él, porque al no conocerla de nada, solo pudo sentirse sumamente atraído, y pronto la necesidad de acercarse a ella, de entablar una conversación con ella, ofrecerle su atención y compañía, se hizo presente, sin siquiera haber conocido su nombre todavía.
     — ¿Vienes a esta urna a votar? —Preguntó él, al verla confundida sobre si esa fila era la correcta.
     —No estoy segura, me dijeron que viniera a este centro de votación, pero no recuerdo el número de urna que me dieron en el departamento de empadronamiento.
     —Entiendo, pero si quieres puedes ir a la mesa de allá —señaló a la entrada del establecimiento en el que se encontraban a punto de dar su voto—, ahí tienen todos los listados, solo debes dar tu DIN.
     — ¡Muchas gracias! —Expresó amable, disponiéndose a ir.
     — ¡Espera! —Le interrumpió Güido—. Si te mandan a esta urna, me buscas, te estaré guardando tu lugar en la fila, ya ves que se llena esto muy rápido —ella asintió sonriente, para luego darse prisa a averiguar esa información que necesitaba.

Al cabo de unos minutos, la fila para la urna en la que Güido se hallaba guardándole el lugar a la dama, comenzó a crecer tanto, que si no le hubiese estado apartando un espacio, la pobre habría vuelto solo para toparse con una gran cantidad de personas por delante. Sin embargo, nada de eso fue relevante cuando Güido terminó pasando a emitir su voto, volteando constantemente hacia atrás, esperando verla, cosa que nunca pasó. Aparentemente le habían asignado otra urna, por lo que Güido ya no tuvo que esperarla más.

Recibió sus boletas que pronto marcó con una equis de color rojo sobre los partidos que este apoyaba, y en especial, por el alcalde del municipio al que pertenecía; Catlán. El candidato que se había postulado, y que mejores propuestas tenía, según Güido, era un antiguo amigo de su familia, por lo que se sintió completamente confiado al darle su marca en el papel. Finalmente, Güido colocó las boletas en la urna para la que se había formado, y pronto se dispuso a buscar con la vista a la joven. Seguía sintiendo mucha curiosidad por su belleza, por su forma de expresarse y de hablar. Se le hizo agradable de ver, y además, muy cordial. Esa fue su primera impresión, y con la que decidió quedarse.

Resignado a encontrarla, se encaminó hacia la salida del establecimiento, que no era si no la misma que la entrada, por lo que se topó con la mesa a la que él la había enviado. Estando ahí se animó a preguntar por ella, describiéndola por sus características físicas que rápidamente memorizó.
     —Es un poco alta, de piel clara y los ojos grises... —el hombre que le atendía negó con la cabeza al no lograr identificarla—. Bueno su nariz es un cacho respingada.
     —Lo siento, joven, pero con esas características no logro recordar a nadie, aquí pasan muchas personas a cada rato —dijo—. ¿No tiene algo que sea más fácil de identificar?
     —Tiene razón... —asintió para pronto recordar algo más y añadir—: su pelo lo tenía teñido de color rojizo.
     — ¡Ya recuerdo! —Contestó el hombre de la mesa—. ¡Por ahí hubiera empezado! —Dijo riéndose.

Yo, ErróneoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora