PARTE III: Dolor.

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"Duele la pérdida sin aprendizajes, la masacre de un corazón, las lágrimas que se vuelven píldoras y las cicatrices que te recuerdan todo una y otra vez

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"Duele la pérdida sin aprendizajes, la masacre de un corazón, las lágrimas que se vuelven píldoras y las cicatrices que te recuerdan todo una y otra vez. Duele dar un paso y querer rendirse. Duele crecer y empezar a hundirse. Todo duele cuando no estás listo para llorar. Todo duele cuando empiezas a callar".

Levanté el grifo del tanque de agua potable, el vaso se comenzó a llenar

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Levanté el grifo del tanque de agua potable, el vaso se comenzó a llenar. En la mano izquierda reposaba una píldora en forma de M&M que disfrazaba sutilmente la dosis de estabilidad que mi corazón y mi mente exigían. Fácilmente podría creerme el cuento infantil de que solo era un caramelo, pero tenía la edad y la experiencia suficiente para darme cuenta que estaba hundido en antipsicóticos.
     —Vamos, Robin, toma tu medicación...
     —Ya no quiero más, estoy harto de que estar bien dependa de esto, me siento inútil —dije, aguántandome el nudo en mi garganta.

La verdad es que por momentos deseaba tener una tina donde sumergirme y no salir nunca. Deseaba tener el valor para colgarme con una soga de un árbol, pero eso parecía un cliché de suicidio. Por otro lado solo deseaba descansar, sin importar cómo fuera; en una cama con edredones blancos y frescos o en una silla para tomar el sol a la orilla del mar. Aunque si me lo preguntaran diría que con un picnic en el lago de Gahona, todo se sentiría mejor...
     —Si me tomo la pastilla, ¿prometes que me llevarás al mirador un rato?
     —Lo prometo, pero estás grande como para ponerme esas condiciones, Robin, debes tomar tus medicinas como el médico te lo indicó.
     —Tienes razón, pero quiero ir al mirador de todos modos —respondí.

Entonces coloqué la pastilla en mi lengua y tragué cuando el líquido transparente llenó mis mejillas. Abrí la boca y moví la lengua como un niño pequeño, solo para mostrarle que no la estaba ocultando para luego escupirla.

Al cabo de unos minutos comencé a alistarme para cumplir la promesa de ir al mirador para pasar la tarde, y en ese momento solo pude suspirar con un poco más de tranquilidad, cuando me dijo desde la orilla de la cama, las palabras que tanto necesitaba escuchar...
     —Estoy orgulloso de ti, Robin... Eres valiente, amoroso y amado, y sobre todo eres inteligente. Eres tan fuerte como la tapa del frasco que me pediste destapar el otro día.

No podía verme porque yo estaba de espaldas colocándome el pantalón, pero nunca se había dibujado una sonrisa tan enorme en mi rostro como la que él pintó ese día. Después de ahí no pensaba rendirme al abrir un frasco de jalea nunca más...

Desafortunadamente, el sueño solo duró unos minutos. Cuando abrí los ojos, todo mi escenario era el mismo otra vez. No era mi hogar...

Yo, ErróneoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora