Capítulo 26: Sexo En La Luna.

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Después de todo el tiempo que pasó desde mi debut oficial en el circo Ubulili, Julio Corona se apareció en mi autocaravana como si no hubiese sido él quien me dejó sangrando el culo aquella primera vez

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Después de todo el tiempo que pasó desde mi debut oficial en el circo Ubulili, Julio Corona se apareció en mi autocaravana como si no hubiese sido él quien me dejó sangrando el culo aquella primera vez. Fue insensible y no me tuvo compasión, aun sabiendo que no había experimentado nada como eso. Tenerlo en mi sitio de nueva cuenta me provocó un conjunto de sensaciones y emociones, porque si estaba de vuelta, no iba a ser con caricias y pétalos de rosa.

Desde aquella vez que ensayé mi primer acto de magia y descubrí que Ariel escondía una oficina bajo el piso donde su acompañante se inhaló la cocaína después de hablar en su extraño idioma que no entendí, no había vuelto a ver a Julio ni por casualidad. Asumí que lo que pretendía era probar mis servicios sexuales después de haber tomado cierta experiencia.
     — ¿Cuál es su ticket? —Le pregunté, haciéndolo pasar, cerrando la puerta del lugar para luego sentarme en la cama. Iba a esperar sus indicaciones porque la última vez había sido tan hostil, que no quería volver a provocarle molestias.
     — ¿Se te hace conocida esta chingadera? —Preguntó con una picardía que nunca le había visto.

Mientras hizo esa pregunta sostuvo su ticket entre las yemas de sus dedos, dejándome ver a la perfección el color oscuro de aquel trozo de papel que representaba al único ticket del nivel VIP. Era nada menos que un negro; el boleto más valioso dentro del circo. No pude evitar demostrar mi asombro abriendo mis ojos de par en par, acompañados por mi boca enmudecida. Nadie antes había comprado aquel ticket, y que justo fuese Julio el primer y único hombre en la historia del Ubulili en cancelar dos mil ebrus exactos por alguien; por mí, lo hacía todo todavía más difícil de asimilar. Julio intimidaba con su sola presencia. Tenerlo como el cliente más exigente para un ticket negro, hizo que mis testículos se fuesen directo a mi garganta.

No supe cómo proceder porque nunca me preparé para algo así, todos mis compañeros me dijeron que la probabilidad de eso era casi nula, así que nunca me tomé el tiempo de estudiar mis palabras y actos para entonces. ¿Qué se supone que debía hacer? Si el ticket negro incluía tantas cosas que incluso ni yo podía asumir, como el hecho de que hubiese una autocaravana exclusiva para desempeñar los servicios de ese nivel.

Recordé un poco de las funciones del servicio solicitado; incluía muchas cosas que no pude vérselas a Julio consigo. Todo lo que llevaba en sus manos era un estuche donde seguramente se escondía el látigo. Del resto de artículos no había rastro alguno.
     — ¿Dónde están todas las cosas? —Busqué con mis ojos en su cuerpo por si estaban entre su ropa, pero no.
     —Ahorita las van a llevar al camper ese que es solo pa' los tickets estos —dijo con su típico hablado—. Ya va a venir el cabrón del Ariel por nosotros —contestó, dejando el estuche sobre la mesa pequeña donde reposaba el refrigerador de mi sitio.

Después de sentarse a mi lado en la cama para esperar indicaciones de Ariel, ambos en completo silencio. Él seguramente imaginaba todo lo que se venía en la autocaravana exclusiva, pero yo simplemente no sabía cómo sentirme, además de asustado, claro.

Yo, ErróneoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora