Capítulo 43: Hasta Vernos Otra Vez.

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Hice la fila para recibir mi respectiva cena en una charola, y tuve que ser custodiado por un guardia que se encargó de tomar la comida por mí y llevarla hasta la mesa en la que solía sentarme con Pánfilo y los demás

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Hice la fila para recibir mi respectiva cena en una charola, y tuve que ser custodiado por un guardia que se encargó de tomar la comida por mí y llevarla hasta la mesa en la que solía sentarme con Pánfilo y los demás. Mis manos vendadas no me permitían hacer eso por mi cuenta. Ni siquiera pude realizar mi actividad asignada en cocina porque en esas condiciones no servía para nada. Por el contrario de mí, otros de los reos heridos en el motín de la sala de visitas, se hallaban allí, trabajando como siempre. Uno de ellos me entregó los cubiertos desechables que pude tomar a tientas entre las puntas de mis dedos, al tomarlos, el hombre me miró con un dejo de decepción, y antes de verme alejarme hacia la mesa, dijo:
     —Lo tenías tan fácil... —volteé mi vista para comprender la razón de su comentario, pero todo lo que hizo fue seguir repartiendo cubiertos e ignorarme.

Llegué hasta la mesa donde Pánfilo comía su cena sin muchos ánimos. Le saludé como era costumbre y luego tomé asiento frente a él mientras el guardia dejaba mi comida para luego retirarse a hacer custodia.
     —Todo está tan raro por aquí, y yo sigo sin entender qué chingados pasó en la sala de visitas —comenté.
     —Para ser sincero, creí que te habías escapado, pero luego recordé que tenías tu audiencia y deseé que hubieras ido. Como debía ser —su rostro estaba decaído, su ánimo no era el de siempre, algo estaba mal.
     —Veinte Ebrus intentó convencerme y murió en el intento, y yo casi la cago, pero aquí estoy —dije, ingiriendo mi primer bocado con dificultad—. No puedo decir lo mismo de Gerardo, el muy hijo de puta se fue, Pánfilo...
     —Lo sé... —dijo, deslizando su bandeja hacia un costado solo para acercarse más a mí y hablar más bajo—. ¿Y sabes quién fue el otro hijo de puta que se fue? —Alcé las cejas en respuesta para saber de quién hablaba—. ¿No notas quién más falta en esta mesa? —Continuó.

En ese instante percibí la soledad que había en la mesa, en comparación con la cena del día anterior. Las cosas habían cambiado tanto de un día para otro, y la incertidumbre, la duda y la curiosidad sobre lo sucedido por la mañana, me tenía inquieto. Pronto pensé en la insistencia de Veinte Ebrus en escapar. Recordé a Milton forzando mi castigo, y también recordé a Gerardo yéndose, abandonándome después de lo que habíamos atravesado juntos en el penal. Me sentí traicionado, por supuesto, pero a la vez sentía que había una razón de fondo a todo eso, era algo que yo no podía saber; que no debía saber...
     —Mierda... —Musité—. ¿Nacho? ¿Se fue Nacho? —Insistí con los ojos de par en par, a lo que Pánfilo solo pudo asentir.
     —Estoy tan enojado, Robin... se dejó endulzar el oído, no supo darse su lugar, su dignidad...
     — ¿De qué hablas? —Junté las cejas, terminando la comida que tenía en la boca.
     —Nacho salió de aquí y eso es todo lo que debes saber... —dijo firmemente, antes de ponerse de pie, tomar su bandeja y devolverla a su sitio, retirándose a su celda, dejándome con más dudas de las que ya habían estado rondando mi cabeza.

Ya no tenía más comida para seguir en los comedores, así que quise ir a mi sitio a descansar después de la audiencia tan emocionalmente exhaustiva. A los guardias les convenía tenernos a todos en nuestras celdas, pero al mismo tiempo tenía miedo de llegar a mi celda y sentir el vacío, la ausencia de Gerardo, y no podía comprender mucho por qué me afectaba el hecho de que persiguiera su libertad. Me sentía traicionado, pero de alguna manera no sentía que fuese una traición en realidad porque Gerardo no me debía nada. Habíamos pasado cosas juntos, se sacrificó por mí un par de veces y se convirtió en un protector de mi bienestar. Quizá yo le había tomado cariño...

Yo, ErróneoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora