Estuve escondido detrás de un árbol en la entrada oscura al barrio Taitao. Pasé a visitarlo para esperar a que Geovanni decidiera salir de nuevo y así poder enfrentarlo para evitar que hablase de más. No era su asunto, pero lo hizo suyo para joderme, para cobrarse las que le hice sin querer, porque nunca fue mi intención hacerlo sentir como que yo le quité tantas cosas que le costó mucho conseguir.
Eran casi las nueve y media de la noche, del veintisiete de junio del dos mil diecinueve. Mi cabeza no dejaba de pensar en las consecuencias que se podían venir encima después, pero el miedo estaba actuando por mí y lo iba a seguir haciendo hasta impedir lo que Geovanni creyó que no podría impedir.
La entrada al barrio tenía muy poco alumbrado público, solo había árboles y terrenos vacíos en toda el área. A unos metros empezaban las casas y las cuadras como en el barrio Vilos. Si salía de su casa hacia el Ubulili, tenía que pasar por donde me encontraba escondido. No había otra vía.
Vi pasar algunas personas hacia afuera, pero ninguna era el primo de mi novio. No tenía la seguridad de que saldría, pero esperaba que lo hiciese. De todas maneras, para hablar con el Batto, tenía que ir a su casa en el barrio Vilos. Tenía que salir en algún momento.
Ese momento se llegó más pronto de lo esperado cuando vi al gordo caminando por la banqueta, acercándose a mi escondite. No podía verme a menos que yo abriese la boca o saliese por voluntad. Tenía el paso apresurado y la cara seria. Noté que se había cambiado de muda y llevaba su celular en la mano.
Llevé a mi cabeza el gorro del suéter para disimular mi apariencia y que no me reconociera al apenas verme pasar. Salí de mi escondite y me encaminé, fingiendo que no me dirigía hacia donde él se hallaba. Cuando estuve cerca, seguí mi camino recto, pasando de él para luego tenerlo de espaldas... así, lo tomé por el cuello con mi brazo izquierdo mientras que con la mano derecha sostenía fuerte el cuchillo.
—Te dije que esta mierda no era tu asunto... —musité cerca de su oído.
— ¡Suéltame, Robin! —Gritó, haciendo fuerza para zafarse de mí—. Lo que digas o hagas no va a cambiar una mierda de lo que está pasando —dijo, intentando golpearme el abdomen con los codos.
—Eso es lo que tú crees... —no dije una palabra más, solo actué llevado por mis impulsos, mi miedo y mi rencor...El cuchillo que apretaba mi mano atravesó su playera blanca, a la vez que penetró la piel de su espalda baja. Hubiese sido suficiente una sola vez para detener sus acciones, pero me sentí tan fuera de foco, que no pensé en lo que estaba haciendo. Pronto saqué el arma blanca para volver a clavarla en su cuerpo dos veces más. Aquel que apuñaló a su compañero tres veces para callarlo, no era el Robin Araya que yo conocía. Ese era un Robin erróneo que se dejó llevar por el miedo. Miedo a perder lo poco que tenía para ser feliz lejos de su verdadero hogar en el estado de Gahona.
Llegó el instante en el que caí en cuenta de lo que había hecho. Mis manos manchadas de sangre sosteniendo el cuchillo de Rodrigo que escurría mientras el cuerpo de Geovanni caía al pavimento de la entrada a su barrio. Un charco rojo comenzó a crecer alrededor de su espalda, y él no parecía consciente. Me solté a llorar cuando comprendí que la había embarrado, que meterle un puñetazo en la cara hubiese bastado, pero yo crucé la línea y ya no había vuelta atrás.
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Yo, Erróneo
Action[Primer acto de la serie: Ubulili]. Desesperado por su situación económica, por la responsabilidad de cuidar y mantener a su madre convaleciente y a su pequeña hermana, Robin se encuentra viviendo sus desventuras en su nuevo empleo como artista de u...