Capítulo 21: Ebrus A Una Alcohólica.

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Estaba dispuesto a decir que sí a su favor, siempre y cuando no fuese algo tan difícil y que me tomase mucho tiempo

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Estaba dispuesto a decir que sí a su favor, siempre y cuando no fuese algo tan difícil y que me tomase mucho tiempo. Yo había pedido mi tarde para pasarla con Batto, no para hacer mandados.

El barbudo me tenía angustiado porque además de ponerle misterio al asunto, tenía cara de aflicción. Lo notaba asustado por pedírmelo, pero estábamos en confianza, se suponía que podía contar conmigo.
     —Necesito que le lleves este sobre a mi jefa —dijo, mostrándome un sobre amarillo con algo en su interior.
     — ¿Qué es? —Indagué chismoso.
     —Son cinco mil ebrus —lo que yo ganaba en un mes.

«¿Para qué le va a mandar tanto varo a su mamá?» pensé, recordando que él mismo me había comentado que no eran muy unidos que digamos. Además, si eso era prácticamente lo que yo recibía por un mes de trabajo, seguramente era lo mismo en su caso, ¿cómo podía darles todo su salario a personas que le habían demostrado muy poco interés?
     —Es el gasto que les doy trimestralmente —continuó.
     — ¿Tanto? —Junté las cejas.
     —Es otra historia, no te lo conté, pero después de lo que pasó con las cirugías me subieron el sueldo y el apartamento donde vivo me lo compró el dueño del circo como "indemnización" —imitó las comillas con los dedos—, y entonces no tengo mayores gastos.
     —Más bien compraron tu silencio... —asintió.
     — ¿Puedes o no? —Dijo serio.

No le caía en gracia que fuera muy chismoso, pero es que era demasiado curioso todo eso, además, yo solo quería saber con certeza en qué me estaba metiendo, pero si el asunto era solo llevar un dinero al barrio vecino, lo haría con gusto. Lo que no entendí y tampoco le pregunté, fue el por qué decía que era algo de vida o muerte, si solo se trataba de una pensión de la que él se veía tan afligido por entregar.

Tomó un trozo de papel y un lápiz que tenía encima del refrigerador. Me escribió la dirección exacta para que no me confundiera y le diera el dinero a la gente equivocada.
     — ¿Por quién pregunto?
     —Mi jefa se llama Rebeca —contestó—. Y si ella no está, entonces se lo das a mi jefe. Se llama Roberto —asentí.

Al cederme el sobre, lo guardé entre la cintura del pantalón para cubrirlo con mi camisa, que no se notase. Pronto salí de su sitio y me dirigí al barrio Taitao. Casualmente la dirección que Rodrigo me había apuntado en el papel, estaba en la misma cuadra que la casa de mi hermano. Me pensé pasar a visitarlo después de entregar la plata, pero eso dependía del tiempo porque ya había quedado con Batto de juntarnos a cierta hora en la tienda donde bebimos juntos la primera vez.

Llegué al destino. Por fuera se veía un poco mal, daba cierto miedo. Esperaba que no tuviese que pasar mucho tiempo allí porque parecía una casa abandonada en mal estado donde normalmente en esos barrios, los vagabundos se meten a vivir. No es que mi casa fuese lujosa y todo eso, pero la de los padres de Rodrigo parecía que no le daban mantenimiento nunca. Las paredes sucias, húmedas y con plantas llenas de bichos saliendo de ellas. La puerta estaba llena de agujeros y más torcida que mis dientes inferiores. Para todo el dinero que el barbudo les daba, podían vivir en mejores condiciones.

Yo, ErróneoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora