Capítulo 44: Espectáculo Final.

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Todos al tiempo contaron hasta el número tres para abrir la puerta del apartamento en el que viviría a partir de entonces

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Todos al tiempo contaron hasta el número tres para abrir la puerta del apartamento en el que viviría a partir de entonces. Cuando la cuenta regresiva se acabó y di un paso al frente, pude ver varios de los muebles que mi madre compró con mucho esfuerzo; estaban allí. Algunos que no cupieron y no eran indispensables se quedaron en la casa anterior, pero el alcalde me propuso que los donásemos al asilo del municipio, y yo acepté hacerlo.

Todo me hizo recordar a mi familia. A los catorce años que viví con ella y todo lo que me enseñó, lo que me regaló, lo que trabajó por mí. Nada de eso lo olvidaría, y menos teniendo su trabajo en mi propio hogar. Fue el mejor regalo que me pudieron hacer.
     — ¿Te gustó, amor? —Preguntó el chinito, acariciándome el antebrazo.
     —No tienes idea, Batman. Es... es... todo, todo lo que ella trabajó para mí y mi hermana. ¡Gracias a todos!

Me senté en la sala, recordando las tardes de domingo donde pasaba mirando caricaturas con la Jeimy mientras mi mamá hacía caldo de pollo. Afortunadamente, no había tanto espacio como para un comedor, porque lo que menos quería volver a ver, era la mesa. La mesa que una vez tuvo flores encima, y a mi madre sin vida abajo.

También había un cuadro colgado en la sala, una foto familiar que nos tomamos en Gahona, donde aparecía Millaray, la Jeimy, Steven y yo. Toda mi familia antes de que se desmoronase lentamente...
     —Ahora vamos a vivir a la par —comentó Rodrigo. Esa era una de las ventajas del apartamento, que podría acudir a él fácilmente.

Después de mostrarme cada rincón del lugar, todos decidieron irse a sus casas y seguir con sus vidas. Nos quedamos Rodrigo, Batto y yo, pero al cabo de unos minutos, Rodrigo nos dejó solos.
     —Ustedes tienen un chingo de cosas de qué hablar. Yo me voy largando porque tengo cosas que arreglar en el circo. ¿Quieres que le diga algo al Ariel? —Negué con la cabeza. Lo podía hacer yo personalmente.
     —Yo llegaré en otro momento, gracias por todo, Rodrigo —le extendí la mano y él la tomó, aprovechando para jalarme hacia él y abrazarme.
     —Bienvenido de nuevo. Me alegra volver a verte —sonrió nostálgico mientras caminaba a la puerta—. Los dejo solos y en un rato regreso a traerles comida.

Finalmente, se fue.

Estábamos Batto y yo, solos en mi casa con muchas cosas atrapadas en la boca, en la cabeza y en el corazón. Como bien lo dijo el barbudo, había tanto de qué hablar y tanto que hacer. Quería llorar mientras nos abrazábamos fuerte. Quería pedirle perdón por todo y que él lo aceptara. Quería recuperarlo.

Si hubiese sabido que todo eso iba a pasar, jamás habría cometido tantas estupideces. Y lo acepté, fui un estúpido cuando pensé solo en mí, olvidándome del daño que le pude causar al resto. Estaba arrepentido de todo y no dudaría en hacerlo notar, porque quería salir por la puerta del mal que daba hacia el bien. Ya no quería ser ese Robin erróneo que todos conocieron y que tuvieron que rescatar porque no fue capaz de hacerlo por sí mismo. Si ellos dieron mucho de ellos por mí, yo podía dar todo de mí por ellos.
     — ¿Qué te pasó en las manos? —Preguntó, rompiendo el silencio.
     —Es una larga historia, hubo un motín muy extraño el día de la última audiencia...
     —Algo así me contó tu hermano, ¿están muy mal?
     —No no, pero como las heridas son recientes debo permanecer con las vendas —expliqué.
     —Si necesitas que te ayude con algo no dudes en...
     —Batto, yo... —Le interrumpí, no podía esperarme más—. Perdóname por favor... —Sollocé en cuanto comencé a hablar.
     —Robin, yo ya lo hice —intervino—. Si no lo hubiera hecho, no habría hecho todo esto por ti. Si estoy aquí es porque eres importante para mí —contestó, tomándome las manos todavía con mucho cuidado, sentados en el sillón.

Yo, ErróneoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora