Capítulo 28: Corbata Gris.

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No sabía si quería ahorrarse las palabras o simplemente creía que yo era muy bueno con las mímicas, pero Ismael no hablaba, todo lo que hizo fue señalar hacia la cama de mi caravana y lo que pude entender, fue lo que hice

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No sabía si quería ahorrarse las palabras o simplemente creía que yo era muy bueno con las mímicas, pero Ismael no hablaba, todo lo que hizo fue señalar hacia la cama de mi caravana y lo que pude entender, fue lo que hice.

Empecé a retirar el polo del uniforme; en el último mes el jefe había cambiado el traje por una camisa y un pantalón para hacerlo más cómodo. Para seguir desnudándome, tomé la hebilla de mi cinturón para luego quitármelo. Al ver mis movimientos me interrumpió con su voz ebria y su aliento a licor. Ya era de lo más normal tenerlo así en el Ubulili y por lo que pude darme cuenta, no traía buenas noticias desde la última vez que nos vimos.
     — ¿Qué haces? —Puso su mano sobre mi hombro, agachándose para recoger mi camisa naranja que acababa de tirar.
     —Pues, ¿no es eso lo que quieres? —Le pregunté, mirándolo confundido—. ¿O lo que quieres es hablar otra vez? —Continué.

Negó con la cabeza varias veces mientras se alejaba de donde me encontraba, solo para llegar al refri y sacar una lata de gaseosa. La bebió como si se tratase de agua pura, importándole poco que estuviese demasiado fría; de todos modos, por lo ebrio que estaba ya no sentía nada.

Se detuvo frente a mí, disponiéndose a sacar el nudo de su corbata gris. Yo preferí ponerme de nuevo la playera porque me quedó claro que él no quería verme desnudo. Al zafarse la corbata del cuello, susurró que le juntase mis manos y que las pusiera frente a él, a lo que yo obedecí sin problemas. Antes de seguir, tomó unos segundos para acariciarlas y fijarse en el lunar de mi dedo anular de la mano izquierda.
     —Es muy sexy —halagó, pasándole la lengua.

Continuó con su plan, enrollando la corbata en mis muñecas. Ni siquiera me di cuenta cómo las ató por si necesitaba desamarrarme después, pero se sentía bastante sofocante. Se tiró de rodillas al piso, quedando más cerca de mi altura. Me miró a los ojos de una manera penetrante que me puso nervioso por un rato porque no parecía ser el mismo Ismael Carbajal de antes. Fue ahí donde, por alguna extraña razón, me fijé más en su rostro al tenerlo de cerca. El tipo era guapo. Tenía una piel clara y su cabello castaño. Aunque tenía bolsas bajo sus ojos, estos eran atractivos por su color gris. Estaban muy brillosos y no supe definir si era por los tragos que tenía encima. Sus labios no eran tan gruesos, ni tan delgados, su nariz no era tan grande, pero tampoco era pequeña, no era respingada, pero del puente era delgada.
     — ¿Me estás examinando? —Preguntó, volviendo de pie. Sentí pena porque se dio cuenta, pero de todas maneras lo negué—. ¡Quítalo! —Ordenó, refiriéndose a su cinturón.
     —Tengo las manos atadas, no voy a poder —era obvio, solo a él se le podía ocurrir.
     —Ese es el chiste, Robin. Que te cueste, pero que hagas lo posible por lograrlo.

No me quedaba de otra, así que me llevé las manos atadas hasta su cinturón como pude, menos mal era de cuero porque me fue más fácil retirarlo, aunque sacarlo por completo del pantalón no resultó tan sencillo. Una vez que lo conseguí, lo lancé al piso para no complicarme más. Ismael soltó una sonrisa ladina al sentirse complacido con mis servicios. Siguió sacándose el pantalón, quedando en un bóxer blanco que no dejaba nada a la imaginación.
     — ¿Ya viste cómo si podías? —Sonreí, asintiendo—. Ahora quítame la camisa.

Yo, ErróneoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora