Capítulo 8: Tickets De Colores.

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Tenía ensayo nuevamente en el trampolín

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Tenía ensayo nuevamente en el trampolín. Seguía teniendo dificultades para ejecutar las vueltas hacia atrás, además del miedo que ya me provocaban porque no me salían como esperaba y siempre resultaba un poco lastimado. La parte buena de practicarlo radicaba en la confianza que empezaba a tomarle a la altura adecuada para realizar las vueltas hacia adelante. Todavía no me sentía capaz de girar con el tubo, pero como bien me dijo Ariel, no podía esperar que en mi segundo ensayo las cosas estuvieran listas en su totalidad, menos cuando ni siquiera me había familiarizado con la estructura.

Al igual que el día anterior, esa vez también me quedé para observar los ensayos de los demás mientras esperaba a Rodrigo. Finalmente, ese día aceptaría ir a su apartamento para recibir la tutoría. Después de lo que había pasado entre nosotros al apenas conocernos, no me sentía muy seguro de ir, pero no podía posponerlo más.

Pude ver el ensayo del barbudo y entendí que se trataba de un espectáculo de mimo en el que se empleaba el típico show del piano que cae desde el cielo al cortar una cuerda, pero también logré notar que Rodrigo lo hacía parecer más interesante, le daba su toque personal y esto demostraba su experiencia y su talento. No tenía por dónde juzgarle en ese sentido. Incluso ensayar con el vestuario era una de sus estrategias, y la verdad es que le quedaba bastante bien.

También le eché un ojo al ensayo de Geovanni. Esa semana él tenía el espectáculo de malabares sobre un monociclo. No voy a mentir en que en algún momento llegué a pensar que ese no era un acto para él, que le iba a costar bastante por su peso, aunque tampoco estaba demasiado gordo, pero el resto de compañeros pensaban lo mismo. Sin embargo, él demostró hacerlo muy bien.

Miré el ensayo de un chico llamado Camilo, que era más bien un baile contemporáneo donde varios hombres más lo acompañaban; hombres a quienes yo no conocía bien porque no había tenido comunicación con ellos después de que el jefe los presentó. Solo podía decir que había tenido más interacción y ensayos con Rodrigo y Geovanni porque ellos eran parte de mi espectáculo, encargándose del tubo.

Al terminar los ensayos, Rodrigo se acercó a mí de inmediato para pedirme que lo acompañase a su camper a cambiarse la muda y ducharse para sacarse el sudor. Aunque su acto no era de tanto esfuerzo físico, él sudaba mucho por el calor de la carpa y las luces que, aun siendo de día se mantenían encendidas para que se pudiese ver mejor nuestros ensayos y todo lo que eso conllevaba.
     —Voy a llevar una mochila que traje con cosas mías para mi camerino y ahorita te alcanzo —le dije, caminando hacia mi sitio mientras él iba al suyo.

Como bien me lo había dicho él, ahí iba a necesitar un poco de ropa y artículos personales que tenía que llevar. Ese día le hice caso y metí varios bóxeres a mi mochila. También incluí desodorante y loción, cremas, champú, jabón y alguna que otra muda para cambiarme si era necesario en algún momento. Lo dejé todo en un cajón que tenía al lado de la cama. Después de desocuparme fui al camper de mi compañero. Los dos días que llevaba en ese empleo los había pasado más en su sitio que en el mío. Dejó la puerta junta, por lo que entré sin tocar. Al escuchar el ruido que la puerta hizo al entrar, me llamó a meterme con él a la regadera, convencido de que aceptaría sin reparos.
     — ¡No, Rodrigo! —Alcé la voz para escucharme por sobre el sonido del agua—. Cálmate un poco, ya ahorita que vayamos a tu apartamento me puedes explicar lo que quieras —aclaré.
     —Está bueno pues, pero que conste que no te has bañado después de andar saltando en esa chingadera —dijo, refiriéndose al trampolín. Y tenía razón, pero aun así no iba a entrar. No con él.

Yo, ErróneoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora