Capítulo 18: "Batto".

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Batto se encontraba en la cena de nochebuena de su familia materna con trece, casi catorce años, siendo torturado por los pleitos que siempre ocurrían en las celebraciones de fin de año

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Batto se encontraba en la cena de nochebuena de su familia materna con trece, casi catorce años, siendo torturado por los pleitos que siempre ocurrían en las celebraciones de fin de año. Era incómodo para él y su padre el tener que quedarse sentados, inmóviles, mientras la familia de la señora Teresa; madre de Batto, se sacaba sus trapos al sol sin ningún reparo. A veces ellos dos tenían que salir al jardín para poder zafarse de los gritos y señalamientos.

Aquella noche del veinticuatro de diciembre de dos mil catorce, no fue la excepción. El señor Salomón le hizo una seña sutil con la cabeza para indicarle que salieran. Esa vez, el problema se trataba sobre el hijo de la hermana de la señora Teresa. Días atrás el joven había sido descubierto masturbándose mientras veía porno gay. Sus padres hablaron en privado con él para entenderlo, y al final de cuentas trataron de aceptar la realidad que, como papás, ya veían venir con anterioridad. Sin embargo, aquella situación llegó a oídos del resto de la familia, y a estos otros no les pareció para nada bien.
     —Perdona que te lo diga, hijo, pero a tu mamá como le encanta andar haciendo drama por todo y por nada —dijo Salomón, sentado en una banca metálica que había instalado meses atrás en su patio trasero.
     —Ya lo sé, todos los años es el mismo cuento, siempre tienen por qué pelear, así sea mínimo —tomó asiento al lado de su padre, mientras al fondo aún se escuchaban las voces gritando.
     — ¿Tú crees que lo de Hamilton es mínimo?
     —Todos los jóvenes miran porno, papá, seguramente tú también lo hiciste...
     —Bueno, Hamilton ve porno entre hombres, para su familia no está bien.
     —No es por nada, pero tú sabes bien por qué son así de intolerantes. Su religión y sus normas tontas —Salomón soltó una risa por el último comentario de su hijo.
     —Es cierto, pero tú —le dio un coscorrón suave—, no quiero que vayas a hacerle malos comentarios y gestos a tu primo...
     — ¡Ay! —Se quejó—. Yo no tengo rollos con eso, a mí no me importa, él es mi primo y mi amigo, vamos a seguir saliendo, aunque a mí mamá no le guste.
     —Yo hablaré con ella para que no vaya a salir con sus cosas de decirte que no te juntes con él —Batto asintió.

Segundos después de esa conversación, el aludido de todo el problema familiar, salió al patio llorando, creyendo que no había nadie ahí. El señor Salomón pronto se levantó al verlo tan afectado, le dio un abrazo reconfortante y le ofreció un espacio en la banca para que pudiese quedarse con ellos y calmarse un poco. Batto, en cambio, se fue por un poco de agua para ofrecerle a su primo. Al ir directo a la cocina, pasó frente al comedor donde el caos continuaba.
     —Piensa que podría ser tu hijo —dijo la madre de Hamilton, señalando a Batto que pasaba.
     —A mí no me metan —contestó firme, continuando su rumbo hacia los gabinetes para tomar un vaso y llenarlo de agua.
     —Si fuera el caso, haría exactamente lo mismo que voy a hacer con tu hijo —añadió Teresa—, para mí Hamilton ya no es mi familia y no quiero que mi familia se junte con una bola de sodomitas y promiscuos abominables.

Teresa se llevó una cachetada de telenovela por parte de su cuñada, y el resto de la familia que tampoco apoyaba a los padres de Hamilton, saltaron para defenderla. Batto solamente se fue directo al patio de nuevo para brindarle el vaso a su primo y contar a su padre lo que había sucedido ahí dentro.
     —Toma un poco de agua, te va a caer bien.
     —Gracias, Batto —contestó Hamilton, para luego empinarse el vaso.
     —Papá, mi tía Carolina le dio una cachetada a mi mamá porque le dijo que en su familia eran promiscuos abominables —contó el chino, haciendo que el señor no tuviera más remedio que ponerse de pie y entrar para intervenir.

Yo, ErróneoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora